viernes, 27 de enero de 2012

LA INMACULADA "PETAIN"

Bajo el amparo de la Inmaculada Concepción llega el momento de desvelar uno de los Expedientes-X más embrollados del franquismo: el trueque de obras de arte entre los gobiernos de Franco y Petain.
La historia comienza por 1678 cuando Don Justino Neve, patrocinador de los Venerables encarga a Murillo una Inmaculada. Años más tarde decide donarla a la Iglesia del Hospital y se coloca en un retablo labrado por Juan de Oviedo en 1698. No sabemos si Neve fue el responsable de que otros dos murillos engrosaran el patrimonio del templo: en concreto el San Pedro penitente (hoy en la colección Townsend, en Newick) y la Virgen con el Niño distribuyendo pan a unos sacerdotes (hoy en el Szépmüveszeti Muzeum [Museo de Bellas Artes] de Budapest).

Los cuadros permanecieron en la iglesia para admiración de propios y extraños (entre ellos Ceán Bermúdez) hasta que llegó la invasión francesa. El mariscal Jean de Dieu Soult, duque de Dalmacia, se aposenta en el Palacio Arzobispal, invita al Rey Intruso a que haga lo mismo en los Reales Alcázares, y en los años que permanece en la capital hispalense se dedica a derribar iglesias para hacer plazas y a despojar a los templos sevillanos de sus mejores cuadros, especialmente obras de Murillo. Como sería aquello, que cuando Napoleón habla de los grandes méritos militares de Soult (en concreto en 10 de mayo de 1816) añade: "A pesar de lo cual hubiera debido mandarle fusilar como el mayor ladrón de entre los grandes jefes."

En 1813 acaba la guerra, en los Venerables tapan el hueco de la Inmaculada con otra obra de la misma temática del XVII de menos mérito, claro está y mientras tanto Soult huye con su preciada colección y se las arregla para conservarla durante toda su vida. Hay que señalar que salvo tres años de exilio (1816-1819) colaboró con todos los gobiernos de la Francia de entonces (1ª Restauración, los 100 días, 2ª Restauración y Luis Felipe).

La colección se subasta tras su muerte en 1852 y la Inmaculada pasa al Museo del Louvre por la impresionante cantidad de 615 300 francos oro (unos 63 000 duros de la época) la cantidad más elevada pagada hasta entonces por una pintura.

La Inmaculada permanece en el Louvre y el fondo hispánico del museo se va engrandeciendo con otras obras de procedencia más que dudosa como la Dama de Elche, que –a falta de otro sitio mejor- acaba siendo expuesta en la sala de la Persia aqueménida.

Pero las invasiones también llegan a París, los alemanes ocupan la ciudad en 1940 e instauran el gobierno títere del Mariscal Petain. Las piezas más valiosas del Louvre (entre ellas la Inmaculada) se guardan entonces en el castillo de Montauban. De allí saldría el mismo año el célebre Murillo, ahora de vuelta a España (pero para el Museo del Prado). La operación se realizó con notable apresuramiento, pues se esperaba exponerla antes del día de la Inmaculada de aquel año.

La vuelta de la Inmaculada fue el resultado de unas laboriosas negociaciones entre los gobiernos del general Franco y del mariscal Petain mediante las cuales se concretó un trueque de piezas arqueológicas y artísticas entre los dos países. Entre 1940 y 1941 volvieron a España –además del cuadro que estudiamos-, la Dama de Elche, parte del tesoro visigótico de Guarrazar, documentos que pertenecieron al archivo de Simancas, (el llamado ‘legajo de Simancas’) y 34 cajas (que se dice pronto) con esculturas pertenecientes a yacimientos ibéricos, entre ellos Osuna.

En junio de 1941 España entregó a Francia un número mucho menor de piezas, en su mayoría pinturas y dibujos. Destacaba en el lote el retrato de Doña Mariana de Austria (infanta que fue reina de Francia) y que es un velázquez mediano (diga lo que diga Enrique Valdivieso). También se incluía el Retrato de Covarrubias del Greco, el tapiz de Goya “La Riña en la Venta Nueva” y los dibujos de “la Vie d’Arthemise” de Nicolas Houel (así se citan pero realmente creo que son la “histoire de la Royne Arthemise” fechada en 1562). Para aplacar el orgullo francés la entrega se remataba con la la tienda de Francisco I (botín de la batalla de Pavía y el único recuerdo que nos quedaba de aquella victoria, que la espada del rey galo se la había regalado Carlos IV a Murat).

En fin, el gobierno español celebró aquella devolución por todo lo alto y las reproducciones de la Inmaculada y de la Dama de Elche se encontraban en todas partes: sellos, cromos, estampas de comunión, cajas de cerillas, etc. En la parte francesa (o mejor dicho alemana) estuvieron más comedidos. Tras el final de la II Guerra Mundial y el consecuente cambio de gobierno al otro lado de los Pirineos el trueque motivó una agria polémica y fueron muchos quienes pidieron que se anulase, naturalmente sin éxito.

Los historiadores han tratado de desentrañar la causa de que Petain y su gobierno admitiesen una operación tan desventajosa para ellos. Se señala que fue el precio de la neutralidad española en la IIª Guerra Mundial o que estaba en juego la supervivencia de un centro de investigación francés en España, la Casa de Velázquez…

Para terminar señalaremos que la tienda de Francisco I entró en el lote porque España conservaba el pabellón de varios de sus monarcas (como los Reyes Católicos o Carlos V) en la Real Armería y en Francia no existía ninguna pieza de estas características. Pues bien, recientemente se ha averiguado que el pabellón del trueque formaba parte, en realidad, del campamento otomano que asedió Viena en 1683 y que fue un regalo de los Hasburgos austriacos a sus primos de España. Obviamente la obra pierde en gran medida su valor histórico, artístico y sentimental.

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