sábado, 14 de enero de 2012

CUARTA ESTACIÓN

"dame, señor, compañero que iguale a esta Juana, que coloree al lienzo de mi vida, que libere los barrotes de mi cárcel y la tiña de dorado y de arte. Dame, un suegro como el suyo, que aunque venga del Puerco su enseñanza, pulcro es, pulcro y cultivado en sus andanzas"

CUARTA ESTACIÓN: EL MATRIMONIO

Pasamos entre las calles Cervantes y Quevedo, para alcanzar la cuarta estación de su vida.

Poco tiempo vivió Diego en la calle Gorgoja, su siguiente hermano nació en el barrio de San Vicente.
En 1610 (con 11 años) entra de aprendiz en el taller del maestro Francisco Pacheco, que vivía en la calle del Puerco (actual Trajano), un hombre de amplia cultura, autor de un importante tratado, “El arte de la pintura”, que no llegó a ver publicado en vida. Era "veedor" del oficio de pintor, nombrado por el Ayuntamiento de la ciudad (y desde 1618 por la Inquisición), cargo que le obligaba a inspeccionar todas las obras realizadas por sus colegas sevillanos, vigilando que tuviesen un contenido digno, "conforme a la fe y al decoro". Como pintor era bastante limitado, fiel seguidor de los modelos de Rafael y Miguel Ángel, interpretados de forma dura y seca. Aun así, supo dirigir a su discípulo y no limitar sus capacidades. No sólo le enseñó todo lo relativo a su oficio, también le hace ver que las obras de los maestros de generaciones anteriores podían servirle de modelos a partir de los que crear las suyas. Al taller de Pacheco le llamaban "la cárcel dorada del arte". El contrato de aprendizaje fijaba las habituales condiciones de servidumbre: el joven aprendiz, instalado en la casa del maestro, debía servirle «en la dicha vuestra casa y en todo lo demás que le dixéredes e mandáredes que le sea onesto e pusible de hazer», mandatos que solían incluir moler los colores, calentar las colas, decantar los barnices, tensar los lienzos y armar bastidores entre otras obligaciones. El maestro a cambio se obligaba a dar al aprendiz comida, casa y cama, a vestirle y calzarle, y a enseñarle el «arte bien e cumplidamente según como vos lo sabéis sin le encubrir dél cosa alguna»
Sin embargo, el maestro le dio algo más que educación, cama y comida. Antes de cumplir los 19 años, el 23 de abril de 1618, Velázquez se casó con la hija de Pacheco, Juana, que tenía 15 años, en la Iglesia de San Miguel, donde también bautiza en 1619 a su primera hija, Francisca. En 1621 nace Ignacia, su segunda hija. Era frecuente entre los pintores de Sevilla de su época unirse por vínculos de parentesco, formando así una red de intereses que facilitaba trabajos y encargos.
Dicen que en su boda fueron muchos intelectuales de la ciudad, y que se recitaron cuadlibetos (juegos de ingenio) como diversión y entretenimiento:
uvo concursos de ingenios,
quothlibetos de letrados,
i citáronse allí libros
que libras de oro pesaron

Francisco Pacheco realizó 250 retratos de hombres famosos del momento, para realizar un libro titulado “Libro de Descripción de Verdaderos Retratos de Ilustres y Memorables Varones”, por lo que preparó a su discípulo de una forma excelente para el retrato. Velázquez viajó a Madrid en 1622 y realizó, por encargo de su suegro, el retrato de Góngora. Sin embargo, su estrecho pensamiento religioso, le impedía emplear modelos desnudos. También descuidó su formación en la pintura de bodegones, por considerarlos de una categoría inferior a la pintura religiosa.
La parroquia de San Miguel ocupaba la manzana hoy delimitada por las calles Jesús del Gran Poder (antes Palmas), Aponte (hasta 1845 San Miguel), Trajano (antes Puerco) y plaza del Duque. Su fundación se remonta a época fernandina, pero tras el terremoto de 1356, durante el reinado de Pedro I de Castilla "el Cruel" o "el Justiciero" y a instancia del Arzobispo don Nuño, la levantan de nuevo, desde los cimientos.
Durante la revolución de "La Gloriosa", la más romántica de todas las revoluciones españolas, que comenzó en Cádiz en 1868 con el pronunciamiento de Prim y Topete, la Junta Revolucionaria de la Ciudad, en la que estaban entre otros don Manuel de la Puente y Pellón, don Federico Rubio, don Antonio Machado, don Federico de Castro y el Marqués de la Motilla, acordó el 6 de octubre la supresión de doce parroquias -entre las que estaba San Miguel- y veintitrés templos que no poseían tal rango. A pesar de las inútiles quejas del canónigo don Francisco Mateos Gago, vocal de la Comisión Provincial de Monumentos Artísticos, la piqueta especuladora y anticlerical surgida de "La Gloriosa" derribó San Miguel en noviembre de ese año, si bien aún en 1871 quedaban restos de la vieja parroquial en el solar donde poco más tarde se levantó el Teatro del Duque.
De su interior, la actual reja que cierra la capilla de la Hermandad de la Soledad, en la parroquia de San Lorenzo, procede de San Miguel.

1 comentario:

Maria-Norte dijo...

Cuarta Estacion:
No llevar ni a Gerardas ni a Felipas.

cuodlibeto.

(Del b. lat. quodlibetum, y este del lat. quodlĭbet, lo que agrada, lo que se quiere).


1. m. Discusión sobre un punto científico elegido al arbitrio del autor.

2. m. Dicho mordaz, agudo a veces, trivial e insulso las más, no dirigido a ningún fin útil, sino a entretener.

3. m. Uno de los ejercicios en las antiguas universidades, en que disertaba el graduando sobre materia elegida a su gusto.

«Es Gerarda, si no lo sabéis, la quinta esencia de la astucia, el término de la invención, y la mayor maestra del concierto que ha tenido el imposible gusto de la vejez después de la lasciva mocedad. Felipa es su hija, pollo desta lechuza, cuyos actos y quodlibetos la prometen el mismo grado.» Lope de Vega Carpio, La Dorotea (1632)