lunes, 23 de enero de 2012

DECIMOTERCERA ESTACIÓN: LAS TERESAS


Silencio, hermanas, silencio: acercaos a Las Teresas con mucho recogimiento. Evitad los gorgoritos si no queréis que os corten en pedacitos.



LA VIDA INTERIOR
Y mientras el pintor nacía, otra santa, Teresa de Jesús, fundaba un convento muy cerquita de la Giralda, aunque ella no llegó a conocerlo. El edificio es una casa palacial, que había sido adquirida al banquero Pedro de Morga. En 1603 se agranda con casas aledañas. El convento guarda entre sus muros varias reliquias de Santa Teresa, como el original del libro de las Moradas, y una cruz que regaló San Juan de la Cruz a la congregación.

Teresa de Jesús escribió ¡en dos meses! "Las Moradas del Castillo Interior" (o simplemente: Las Moradas), su último libro y una de las cumbres de la mística cristiana y de la prosa española del Siglo de Oro. El año 1577 Teresa de Jesús estaba en Toledo. A sus 62 años está achacosa y su obra de reformadora y fundadora peligra: la Inquisición la está mirando con malos ojos (han secuestrado su autobiografía) y llueven ataques de los calzados y disgustos sin fin.

Gracián y otros de su entorno, que conocen lo que esta monja sabe y lo bien que se expresa, la empujan a escribir algo. A regañadientes Teresa obedece. Empieza en junio y se interrumpe a principios de julio, cuando debe viajar a su tierra natal, Ávila. Allí reanuda el libro a fines de octubre y lo termina en noviembre. Apenas dos meses netos de escritura, y en circunstancias adversas. No hay tiempo ni para corregir ni para releer. Pero Teresa está inspirada: sus monjas se asombran al verla escribir rapidísimo, como si le dictaran. Y al final, ella misma se siente satisfecha con el resultado. Las Moradas son una alegoría de los grados de la vida espiritual, desde la ascética hasta la mística. La santa muere en 1582, sin saber que tras su muerte sería cortada en cachitos y repartida por muchos sitios (y mucho menos que su mano estaría en la mesilla de Franco durante muchos años). El pie derecho y parte de la mandíbula superior están en Roma. La mano izquierda, en Lisboa. El ojo izquierdo y la mano derecha, en Ronda (España). Esta es la famosa mano que Franco conservó hasta su muerte. El brazo izquierdo y el corazón, en sendos relicarios en el museo de la iglesia de la Anunciación en Alba de Tormes. Y el cuerpo incorrupto de la santa en el altar mayor, en un arca de mármol jaspeado custodiado por dos angelitos, en dicha iglesia. Un dedo, en Sanlúcar de Barrameda. Dedos y trozos de carne, esparcidos por España y toda la cristiandad. Como véis, la Santa las pasó moradas hasta después de muerta.

Como el convento no lo podemos visitar, haremos parada y fonda en el bar Las Teresas, donde nos pondremos moradas del rico jamoncito que allí sirven ¡desde 1870!

1 comentario:

Maria-Norte dijo...

No me puedo creer que ya estemos en decimotercera.

MORADAS SEGUNDAS

Capítulo único

Que trata de lo mucho que importa la perseverancia para llegar a las postreras moradas, y la gran guerra que da el demonio, y cuánto conviene no errar el camino en el principio. Para acertar, da un medio que ha probado ser muy eficaz.