Ya tienes tu libro entre las manos, estás deseando sacarlo de la bolsa para empezar a leer. Pero mientras encuentras el momento, no puedes evitar abrirlo por la primera página para ver cómo empieza:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...”
En estas pocas pero famosísimas palabras, Miguel de Cervantes nos pone en situación, con ellas conocemos dónde se desarrolla la acción, pero a la vez nos deja intrigadísimos por conocer qué narices pasó para que el narrador no quiera recordar el nombre del sitio por nada del mundo...
Pero ¿alguien sabe cuál es la última frase del Quijote? Pues es, ni más ni menos que: "Vale".
"...Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna. VALE".
Pues vale, hoy vamos a hablar de las primeras y últimas frases de las novelas. O para hacernos las interesantes, los INCIPITS Y EXCIPITS.
La primera frase (o INCIPIT, que viene del latín incipio: empezar) es un adelanto de la obra, el preludio de lo que va a venir después.
Para que sea buena, debe cumplir varias funciones:
- Informar (dando una leve idea del lugar, tiempo y personajes).
- Interesar (todo recurso vale).
- Establecer el contrato de lectura (anunciando el código con el cual se debe descifrar el texto o, dicho más sencillamente, el género).
Y todo eso, dicho con muy pocas palabras. Por lo tanto, es muy difícil e importante para el escritor acertar con ellas: tienen que dar el tono a la obra sin desafinar, y son la puerta por la que tienen que pasar todos esos pensamientos que han de guiar al lector por el mundo que le quiere mostrar.
Si acierta, enganchará definitivamente al lector, lo cautivará, lo intrigará y en muchas ocasiones será como un mazazo para provocarlo a no dejar de leer.
Hay autores que se piensan la primera fase casi tanto como el resto del libro, porque saben que de ella depende muchas veces que los lectores nos enganchemos a la lectura.
Y es que estamos muy mal acostumbrados, porque desde muy pequeños, incluso antes de saber leer, nos enseñaron que detrás de la frase “había una vez...” se abría un mundo de aventuras y fantasías.
“En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra”.
Las palabras que dan comienzo a la Biblia, nos introducen en medio de la acción, nos dicen quién va a ser el protagonista y cuál va a ser el escenario.
La primera frase de una novela no sólo es el picaporte que abre al lector la puerta del mundo imaginario al que entra con expectativa, es también el puente que permite al autor entrar en el relato. Siguiendo esta hipótesis, la mejor primera frase es aquélla que de un jalón mete al lector en el mundo imaginario; es la frase metáfora del tema y la historia por venir; la que te dice como si fuera un acertijo de qué se trata el juego en el que entras.
Algunos de los autores que acertaron con estas primeras frases redondas son:
Juan Rulfo, PEDRO PÁRAMO.
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo".
Albert Camus, EL EXTRANJERO.
“Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”.
Esta frase con la que el protagonista nos introduce en la novela, define a la perfección la personalidad del extraño narrador que nos va a contar su historia, se nos anuncia el relato en primera persona pero también la mirada despojada, distante, con la cual el personaje contempla el mundo -y su absurdo- durante todo el libro.
Franz Kafka en LA METAMORFOSIS casi nos cuenta una historia entera:
“Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró convertido en un monstruoso insecto”.
Henry Miller, TROPICO DE CAPRICORNIO.
“Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, incluso en pleno caos”.
J. D. Salinger, en El GUARDIAN ENTRE EL CENTENO, hace que el protagonista se dirija directamente al lector, y nos dice mucho del tono que tendrá el resto de la obra.
“Si realmente quisieran saberlo, lo primero que probablemente quieran saber es dónde nací, y qué tan mala fue mi infancia, y que mis padres estaban ocupados antes de tenerme, y toda esa basura al estilo David Copperfield, pero si quieren la verdad, realmente no quiero comentarles ese tipo de...”
Samuel Beckett, MALONE MUERE.
“Pronto, a pesar de todo, estaré por fin completamente muerto”.
Mario Vargas Llosa, PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS.
“Despierta Panta -dice Pochita-. Ya son las 8. Panta, Pantita, Pantela”.
Algunos autores nos dan pistas del pasado, presente y futuro del protagonista, lo que no hace más que aumentar nuestra curiosidad.
Gabriel García Márquez comienza CIEN AÑOS DE SOLEDAD así:
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”
Y
Dickens nos pone en situación en
HISTORIA DE DOS CIUDADES diciendo:
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la edad de la sabiduría, era la edad de la estupidez, era época de fe, era época de incredulidad, era estación de Luz, era estación de Oscuridad, era primavera de esperanza, era invierno de desesperanza, teníamos todo ante nosotros, nada teníamos frente a nosotros, todos iríamos al Cielo, todos iríamos directo por el camino inverso –en suma, el período era tan parecido al presente, que algunos de sus más ruidosas autoridades insistían en declararlo sólo en términos superlativos-”.
Pero tan importante como el principio es poner el punto y final a la historia, porque en algunos casos puede cargarse la trama que el autor ha ido desarrollando a lo largo de muchas páginas. Dos son los requisitos que precisan los finales: que nos den algo que no olvidemos y a poder ser, que no esperemos. Hay finales abiertos, que nos dejan con ganas de saber más de los personajes que han ocupado nuestro tiempo, finales felices, melancólicos, trágicos, previsibles... en fin, como la vida misma.
Hemingway escribió 47 finales para ADIÓS A LAS ARMAS hasta decidirse por éste: "Pero después que las hice salir, después de cerrar la puerta y apagar la luz, comprendí que todo era inútil. Era como si me despidiera de una estatua. Transcurrió un momento, salí y abandoné el hospital. Y volví al hotel bajo la lluvia.". Todos comparten la desazón y zozobra que acompañan al protagonista a lo largo de la obra.
Algunos autores son tan maestros en abrir sus obras, como en poner el punto y final. Gabriel García Márquez, empieza EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA, diciéndonos: “Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaban siempre el destino de los amores contrariados”, y la acaba: “Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Vladimir Nabokov, en LOLITA, pone en boca de su protagonista, el capicúa Humbert Humbert la primera frase:
"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: La punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta." Lolita...
y también la última:
“Estoy pensando en auroras y ángeles, el secreto de pigmentos durables, sonetos proféticos, el refugio del arte. Y esta es la única inmortalidad que tu y yo compartiremos, Lolita mía”.
J
avier Marías termina con contundencia su novela "Mañana en la batalla piensa en mí": "Adiós risas y adiós agravios. No os veré más ni me veréis vosotros. Y adiós ardor, adiós recuerdos".
Y después de este paseo por las primeras y últimas frases, estamos preparados para adentrarnos de lleno en la lectura de la obra escogida, en la localización y contexto de obra y autor, en el tipo de narradores, en la búsqueda de sentimientos y pensamientos universales, en la estructura, en el espacio y tiempo, en los personajes… y sobre todo, y por encima de todo lo anterior, en el placer que nos reporta una lectura gratificante.
Y ahora... ¿cuál es vuestro INCIPIT-EXCIPIT PREFERITI?
fdo. El dúo Lalalá (la Marga y la Cristi)