MARIBARBOLA es la menina deforme que aparece en el inmortal cuadro del pintor. Amiga de las infantas de la Corte, sufrió mucho al sentirse atrapada en su propio cuerpo
Mª TERESA ALVAREZ
RETRATO DE UNA DESDICHADA Es la enana deforme que aparece en el centro del cuadro de Las meninas. Velázquez la eligió entre los 40 enanos que vivían en el Alcázar de Madrid. Era de origen alemán y sirvió a la condesa de Villerbal y Walter. Era prácticamente analfabeta y nunca se miraba en los espejos. Era amiga de las infantas de la Corte
Casi todo el mundo identifica su rostro, pero son pocos los que saben que la enana del cuadro de Velázquez, Las meninas, se llamaba Maribárbola. Ante el candor y belleza de la infanta Margarita, la armoniosa dulzura de las meninas, María Agustina Sarmiento e Isabel Velasco, destaca la fealdad de la enana que, seria y desafiante, nos mira posiblemente avergonzada de su deformidad.
Era una más de los casi 40 enanos que vivían, en aquel tiempo, en el Alcázar. Pero ella fue la elegida por el pintor. ¿Por qué Velázquez se fijó en Maribárbola y no en cualquier otra? Tal vez porque sentía por ella cierto afecto.Cuentan que la enana pasaba muchas horas en el taller del artista observando como trabajaba y escuchando muchos de sus comentarios sin poder decir nada: «Me hubiera gustado tanto ser distinta.No sabes como deseé recibir educación. Pensaba que leer libros tenía que ser apasionante. Sólo conseguí, después de muchos esfuerzos, escribir y leer con dificultad, gracias, ya te lo he dicho, a don Diego, y también porque muchas veces acompañaba, en sus lecciones, a la Infanta doña Margarita. Carecí de formación no por ser enana, sino porque mi familia no disponía de recursos de ningún tipo y además en mi mundo nadie se preocupaba de eso...».
Maribárbola descubrió, al lado de Velázquez, un mundo nuevo, para ella inaccesible por no saber leer. Un mundo en el que podría disfrutar olvidándose de su horrible cuerpo. La enana de Las meninas hubiese entregado su alma al diablo para conseguir convertirse en una joven esbelta y bonita. Pero nunca como aquella noche lo deseó tanto. Jamás se hubiera atrevido a soñar lo que después pasó. El guapo forastero le gustaba muchísimo y no pudo impedir que ciertos sentimientos se adueñaran de ella. Cuando aquella noche le pidió que le acompañara, Maribárbola se convirtió en la persona más feliz del mundo.
Los enanos que tenían la suerte de vivir en el Alcázar eran verdaderamente afortunados porque, aunque se vieran obligados a soportar burlas y a convertirse en bufones, la vida en el exterior hubiese sido terrible. Además, su trabajo no se limitaba a ser simples comparsas para alegrar el tedio de los reyes y sus hijos, dedicándose muchas veces a desempeñar trabajos de espías y confidentes. Ellos podían escuchar y estar al tanto de muchas cosas sin despertar ningún tipo de sospechas.
Si los últimos reyes de la Casa de Austria en España mostraron su afición a rodearse de enanos, el último de ellos, Carlos II, que pasaría a la historia como El Hechizado, superó a sus antecesores: «El conde de Squinzano no pudo evitar el recordar la impresión que le había causado el monarca español en la audiencia que les había concedido. Lo primero que le llamó la atención fueron los enanos que se movían cerca del rey. Era como si Carlos II, de aspecto tan débil y enfermizo, quisiera encontrar fortaleza rodeándose de aquellos personajes que ya no figuraban entre los servidores de ninguna corte europea. Sin embargo, en el Alcázar español seguían gozando de protagonismo. Un protagonismo que a Marco le pareció excesivo...».
BUFONES DE CORTE
Maribárbola se había preguntado muchas veces por qué a los Reyes les gustaba rodearse de seres como ellos, rechazados en la mayoría de los ambientes sociales: «A veces, por sus actitudes, para con nosotros, llegué a pensar que nos tenían a su lado para divertirse con total libertad. A sus enanos podían hacerles cualquier cosa que jamás se permitirían con otros seres humanos. No les importaba que viéramos alguna de sus miserias. Además, nosotros aceptábamos todas sus gracias e incluso acrecentábamos más sus carcajadas forzando situaciones ya de por sí lastimosas. Otras veces creo que nuestra presencia les servía para reflexionar sobre lo que tal vez ellos pudieron ser; unos seres deformes como nosotros.Los enanos les recordábamos lo dura que puede resultar la vida para algunos».
De origen alemán, Maribárbola, sirvió durante un tiempo a la condesa de Villerbal y Walter. Al morir ésta, entró en el palacio, donde disfrutó de ración desde el 14 de abril de 1651. Siete años más tarde, en 1658, le pagan atrasos y se le conceden cuatro libras diarias de nieve en verano. No se sabe exactamente los años en que dejó de prestar servicios en el Alcázar.
Los datos posteriores hablan de una Barbarica que vive en la corte hasta casi finales del siglo XVII, y aunque algunos creen que es la misma enana, son más los que opinan que nada tienen que ver la una con la otra.
Maribárbola se consideraba una privilegiada al poder vivir en el Alcázar. De todos los miembros de la familia real, por quien sentía un auténtico cariño era por la Infanta María Teresa. De ahí que la marcha a París de la Infanta para convertirse en reina de Francia, la había dejado muy triste.
Maribárbola nunca se atrevió a preguntarle por qué ella no estaba en el cuadro pintado por Velázquez. Recuerda que muchos en la corte decían que la ausencia de María Teresa estaba motivada por el desacuerdo con el matrimonio que proyectaba su padre para ella aunque la mayoría comentaba que había sido una decisión personal de la Infanta, que no deseaba aparecer en ese cuadro con su familia.
Cuando Maribárbola se enteró del fallecimiento de la infanta Margarita, quiso volver a ver el cuadro de Las meninas. Deseaba recordar la imagen de aquella preciosa niña: «A la que yo tanto envidiaba por su belleza y gracia, aquella niña traviesa que desesperaba al pintor porque era incapaz de mantenerla quieta ni cinco minutos. Aquella niña, a la que casaron antes de cumplir los 16 años con el Emperador de Austria, Leopoldo I que era su tío y primo, ha muerto hace unos días, tras siete embarazos.Tenía 22 años».
Maribárbola, a pesar de que no quería fijar su mirada en la parte del cuadro en el que ella se encontraba, no pudo evitarlo. Su horrible aspecto le hizo daño, una vez más. Nunca se miraba en los espejos y, aunque parezca imposible, conseguía olvidarse de cómo era físicamente. Si hubiese tenido valor habría destrozado aquella obra de arte que perpetuaba su fealdad. En aquellos momentos la enana de Las meninas, Maribárbola, estaba lejos de imaginar lo que gracias a aquel cuadro podría sentir pasados los años.De haberlo sabido, su agradecimiento a Diego Velázquez por haberla pintado sería eterno.
María Teresa Alvarez es periodista y autora del libro El secreto de Maribárbola, (Editorial Mr),
miércoles, 18 de enero de 2012
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2 comentarios:
mmmm... ¡tendré que leerme ese libro!
Creo que a tí, Barboliña mía, no te queda otro remedio
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