¡hemos ganaoooo!

He estado unas semanas ajetreada. Una amiga me pidió ayuda y no me pude negar, entre otras muchas cosas porque es LA PRIMERA AMIGA QUE TUVE EN MI VIDA. Desde los seis años hasta ahora (40 años de amistad ¡ufffff!). Y como yo no puedo pasar de refilón ante las cosas me metí de cabeza en el charco. Así que he estado llevando una vida un tanto esquizofrénica. A ratos aprendía el Corán y los nombres de Alá para marcharme a continuación a hacer varales y coronas de espinas. Porque lo que mi amiga me pidió es que la ayudara con la Cruz de Mayo que su hijo quería hacer (bueno, ahora sé que se llaman "procesiones infantiles", las Cruces son las de los patios). ¡Yo, que no distingo un nazareno de un penitente! ¡yo, que sólo conozco la semana santa en la playa!

Pero no quedó la cosa en una cruz de mayo pequeñita. Un día mi amiga decidió que ya que hacía el esfuerzo no íbamos a quedarnos en que los niños dieran un paseíto por el barrio... No conoce ella las medias tintas. "La vamos a presentar al concurso del Ayuntamiento -me dijo- Tiene que medir 1 x 1,50 m."... y no me quedó más remedio que seguirla en su carrera (un poco excéptica, todo hay que decirlo).

Así que con mucha imaginación, un trajín de visitas a las tiendas de veinte duros, muchísimo trabajo por su parte y por la de su padre, y alargando aún más los minutos que tiene un día, culminamos con éxito nuestra tarea, y ayer, en los Jardines de Murillo celebramos nuestra carrera oficial ante el jurado competente. No le faltaba de nada a la procesión: mis niñas, mi sobrina y otras dos niñas de mantilla, mi sobrino de monaguillo, su capataz con corbata y medalla de cartón, todos los costaleros perfectamente uniformados (aunque algunos lo que llevaban en la cabeza eran toallas blancas)... ¡Ni siquiera le faltaban Turiferarios!

Pero el esfuerzo y el madrugón ha dado sus frutos ¡hemos ganado!!!!!! (Bueno, el segundo premio, aunque sigo pensando que se merecía el primero...)

Además de aprender a poner mantillas, he aprendido de dónde viene esa tradición:

La historia, con mucho de leyenda, narra que el emperador Constantino I el Grande, en el sexto año de su reinado, se enfrentó contra los bárbaros a orillas del Danubio, en una batalla cuya victoria creía imposible por la magnitud del ejército enemigo. Una noche Constantino tiene una visión: se le aparece en el cielo una brillante Cruz de Cristo y encima de ella unas palabras, "In hoc signo vincis" (Con esta señal vencerás). El emperador hizo construir una Cruz y la puso al frente de su ejército, y venció sin dificultad a la multitud enemiga. De vuelta a la ciudad, averiguado el significado de la Cruz, Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar iglesias.

Enseguida envió a su madre, Santa Elena, a Jerusalén en busca de la verdadera Cruz de Cristo. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a los más sabios sacerdotes y logró hallar el lugar donde se encontraba la Cruz, pero no estaba sola. En el Monte Calvario, donde la tradición situaba la muerte de Cristo, encontró tres maderos ensangrentados ocultos, y para descubrir cuál era la verdadera cruz donde falleció Cristo, colocó una a una las cruces sobre personas enfermas, e incluso muertos, que se curaban o resucitaban al tocar la cruz que había sido la de Cristo. A partir de ahí nace la veneración a la Santa Cruz, ya que Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz. Por eso las cruces de mayo sólo tienen el crucifijo, sin la figura de Cristo.