Transcurrieron seguramente cinco o seis años antes de que me encontrara otra vez con el señor Sommer, la última. Desde luego, lo había visto con frecuencia; habría sido casi imposible no verle estando como estaba siempre dando vueltas de un lado para otro, por la carretera, por los caminos del lago, por el campo o por el bosque. Pero no me había fijado en él, creo que, de tanto verlo, ya nadie reparaba en él. Era como si se hubiese convertido en un elemento del paisaje que uno da por descontado, porque no vas a estar diciendo todos los días con sorpresa: "¡Mira, la torre de la Iglesia! ¡Mira, la montaña del colegio! ¡Mira, el autobús...!" Todo lo más, si el domingo por la tarde, camino de las carreras, mi padre y yo pasábamos por su lado en el coche, decíamos bromeando: "¡Mira, el señor Sommer, el que se juega la vida!", pero, en realidad, no nos referíamos a él, sino al día de la granizada de hacía muchos, muchos años, en que mi padre había utilizado esta frase hecha.
Se decía que su mujer, la que hacía muñecas, había muerto, pero no se sabía exactamente cuándo ni dónde, y nadie había ido al entierro. El señor Sommer ya no vivía en el sótano del pintor Stanglmeier -allí vivían ahora Rita y su marido-, sino un par de casas más allá, en la buhardilla del pescador Riedl. Pero según dijo más tarde la señora Riedl, allí paraba poco y, si iba, era sólo un momento, a comer algo o a tomar una taza de té, y se marchaba otra vez. A menudo no aparecía en varios días, ni a dormir; nadie sabía sónde había estado, dónde había pasado la noche, ni si por la noche había dormido o había caminado, como durante el día. Tampoco interesaba.
Ahora la gente tenía otras preocupaciones. Pensaban en el coche, en la lavadora, en los aspersores del césped y no en dónde pasaba la noche un viejo raro. Hablaban de lo que habían oído por la radio o visto por la televisión, o del nuevo supermercado de la señora Hirt, y no del señor Sommer, desde luego. A pesar de que aún se le veía, ya nadie reparaba en él. Era como si el tiempo ya no contara para él, como suele decirse.
¡Pero para mí sí contaba! Yo iba con el tiempo y, muchas veces, por delante de él, o así me lo parecía.
"La historia del señor Sommer" de Patrick Süskind
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11 comentarios:
REFLEXIONO:
¿Y si algún día la viera como un elemento más de “este paisaje”?
No, no podría, y no quiero, no quiero darla por descontado. Quiero seguir admirándola y poder decir todos los días con sorpresa: "¡Mira, qué idea! ¡Mira, qué relato! ¡Mira, qué cuadro! ¡Mira, qué ingenio!....”
¿Y si algún domingo por la tarde cuando repare en ella, me descubro bromeando:¡Mírala, ella la que tiene tiempo!?
Entonces, seguramente, no estaré pensando en ella, sino en mí, que también lo tengo, sólo que...
Ahora tal vez tenga otras preocupaciones. Y sólo piense en el coche, o en la lavadora, o en los aspersores del césped y no en cómo regalar una palabra bonita, o curiosa, o rara, o simplemente, eso, una palabra.
¿Y adónde le llevaban sus caminatas? ¿Cuál era el destino de sus marchas interminables? ¿Por qué y para qué andaba el señor Sommer doce, catorce o dieciséis horas al día? No se sabía.
¿Y adónde le llevaba hacer regalos especiales? ¿Cuál era el motivo de aquellos detalles? ¿Por qué y para qué se empeñaba en hacerlos con tanto mimo? No se sabía.
“¡Te estás jugando la vida!”...Una frase hecha...Que no se os olvide, es algo que ha salido tantas veces de los labios y la pluma de todo quisque que ya ha perdido su significado. Es tan tonto como decir: “Toma una taza de té, cariño, te sentará bien”...Son frases que no salen de la vida sino de las novelas malas y de las películas americanas cursis...
María sur, estoy reflexionando:
¿por qué miramos las cosas sin verlas? ¿por qué oímos sin escuchar?
¿por qué dejamos pasar al señor sommer continuamente por nuestro lado sin seguir sus pasos para ver dónde va? a lo mejor nos llevamos una sorpresa que cambia nuestra vida...
¿y si el paseo detrás de sommer resulta más interesante que subirse a la copa de un árbol para verlo todo pequeñito? ¿es más interesante ver las cosas de lejos o de cerca?...
hija, que de preguntas sin respuestas...
seis votos ya lleva el señor sommer... parece que su caminata no está siendo en balde... ahora, reflexionar reflexionan poco, ¿no m-r-a s-r?
Puestas a reflexionar ¿Identificaríamos a algún Sr. Sommer en nuestra vida diaria?
todos tenemos a un señor sommer cerca, fácilmente identificable seguro, que pasa por nuestra vida sin que tengamos la más mínima curiosidad por conocerlo.
Es una persona que se sale de la mediocridad, que para los otros resulta "raro" porque no le preocupa la lavadora, ni el cortacésped como a los demás. Lo importante para mí después de leer este libro es que quiero mirarlo con otros ojos, descubrir qué puede aportarme una visión diferente del mundo, que, quizás, nunca sea la mismos después de él.
¡lleváme arpirni!
¡Me gusta erpurpo!
¿A ónde iran estas locas tan tempranissimo?
arrrrpiiiniiiiiiis
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