lunes, 16 de marzo de 2009

¿QUÉ COÑO ES ESTO?


Cómo se me dice que ponga un nuevo palabro para averiguar su significado, se me ocurre, en su lugar, meter una frase; en este caso, una que repetían mucho en la Sección Femenina hace no muchos años, unos cincuenta y proponer: ¿qué se nos ocurre escribir con esta frase/directriz/eslogan/mamarrachada inmunda/moralina original?

¿Otras frases "célebres"?

¿Algún relato?

¿Algún recuerdo de nuestra madre o abuela que queramos compartir?

¿Traer al blog hechos de mujeres que valieron la pena?

¿...?

4 comentarios:

Cristina dijo...

Dile a esa tal "Sección Femenina" que tiene toda la razón del mundo, y más verdad que un santo, porque ¿qué narices han descubierto las mujeres sin la ayuda de la magnífica inteligencia masculina? (bueno, si tiene la fortuna de tener una al lado, que eso ya es tema de otro debate) ¿Eh? ¡engaaaa, decidme unaaaaaa, valieeenteees! Y tú, por cierto, la creadora de esta entrada ¡vaya vocabulario más soez para una señorita! ¡por Dios, por Dios, lo que hay que ver! ¡antes sí que teníamos clase y buenas maneras!

Marga dijo...

Bueno, yo tengo un libro que se titula "La inferioridad mental de la mujer". Si queréis, lo puedo llevar a la próxima reunión. No tiene desperdicio.

Marga dijo...

¿Que nunca descubrimos nada, dice? Pues yo acabo de descubrir que me la refanfinfla.

Pilar dijo...

Mi abuela materna era pequeña, regordeta, de moño en nuca y caminar ligero. Apenas un metro cincuenta cargado de espuertas en la cabeza y ambas manos al mercado, a pie; más de veinte kilómetros a pie. Por las montañas. Su marido, mi abuelo, no se casó con ella antes de los veintiuno porque no fue hasta entonces que le bajó la regla. A buen seguro fue entonces cuando mi abuela DESCUBRIÓ que su propia naturaleza era suficiente para tomar la iniciativa y la lucha en tantas cosas de la vida.
Murió veinte años después de él, con ochenta y ocho. Podría haber vivido más pero prefirió alimentar el azúcar comiendo dulces que le envenenaban la sangra pero endulzaban inconmensurablemente su alma.
¡Ah! Se me olvidaba decir: tuvieron seis hijos que ella sola sacó adelante y era muy, muy inteligente. No sabía leer ni escribir pero sumaba -jamás restaba- mejor que nadie.