domingo, 27 de marzo de 2011

El museo circulante

Una de las cosas que más me ha gustado del libro que estamos leyendo es descubrir a esos jóvenes universitarios que llenos de ilusión cargaban una serie de bártulos en precarios vehículos y se iban a sembrar la ilusión allí donde no la había. Olvidándose de la comodidad de sus vidas, marchaban por caminos destartalados, por trochas donde sólo pasaban mulos, cargando su cámara de cine, su gramófono, sus cajas de libros y sobre todo, sus ganas de llevar un poco de luz a esos pueblos sombríos perdidos de la mano de dios: "Quería abrir ventanas en aquellos desvanes olvidados”, nos dice Eva en la página 13. Uno de los objetivos de las Misiones era «que el pueblo participe del goce y las emociones estéticas que proporciona la cultura». En aquellos momentos, en nuestro país, el 30% de la población era analfabeta, y más del 40% eran mujeres.

Yo, como la cabra tira al monte, me he imaginado la impresión que causarían en los aldeanos que estos jóvenes le montaran un minimuseo del Prado en su pueblo, quizás nunca habían visto un cuadro, y quizás muchos de ellos no lo volvieron a ver, ya que la guerra truncó muchas cosas y muchas vidas. En sus retinas quedaría para siempre nuestra infanta doña Margarita de Velázquez, -¿qué pensaría al comparar su lujosa basquiña y el guardainfante con los harapos que ellos llevaban?- o el niño Jesús pastor de Murillo, o el aquelarre de Goya.


El "Museo Circulante" o "Museo del pueblo", fue creado el 29 de mayo de 1931 por el Patronato de Misiones Pedagógicas para «difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural».

Estaba formado por dos colecciones de catorce copias de cuadros del Museo del Prado, cada una, que fueron encargas a Ramón Gaya, Juan Bonafé y Eduardo Vicente, que eran mostradas y comentadas a las gentes. Las copias, de cuadros de autores como Berruguete, Sánchez Coello, El Greco, Ribera, Velázquez, Murillo, Goya, eran transportadas en camiones, y luego con burros hasta los lugares más inaccesibles del territorio español. Junto a las copias se exponían reproducciones de algunos grabados de Goya. En la segunda colección también aparecían reproducciones de grabados de Goya, junto con copias de cuadros existentes en el Prado, la Academia de San Fernando y el Museo Cerralbo. El Museo llevaba como elementos supletorios gramófonos y altavoces para hacer más atractiva la exposición. Ofrecían en algunas ocasiones, reproducciones de los cuadros para que fueran expuestas en escuelas, Ayuntamientos y Centros Obreros. Al frente del Museo estuvieron, Rafael Dieste, Luis Cernuda, Antonio Sánchez Barbudo y Ramón Gaya.

En este enlace veréis las obras que estaban expuestas en este Museo Circulante

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Y otro homenaje a las Meninas. De Ramón Gaya.


4 comentarios:

María MD dijo...

Estoy empezando a creer que de verdad tenemos algo de "brujas" (¿del siglo de oro?). Esta mañana he encontrado este pequeño homenaje de Gayas a la Meninas, y cuando lo he ido a colgar me he encontrado con tu museo circulante.
Lo he añadido a tu magnífica entrada.

María MD dijo...

A las que jugasteis en el siglo de oro os sonará esto.

No sé cuál fue la noche en la que vi por los cielos velazqueños de mi Madrid las espantadas estatuas ecuestres....de Felipe IV con el caballo en corveta, funambulista y furioso en la plaza de Oriente.
(pág.50. El Club de la Memoria)

Cristina dijo...

claro, el caballo en corveta, primo del porcellino del hocico manoseado! faltaría más!

marga dijo...

¿De qué habláis? ¿De ese monumento hueco en su interior excepto en la mitad inferior del caballo? ¡Ah, ya!