La ciudad de las agujas de ensueño ¡todo un sueño!
No es para contar… ¡hay que pasearla y pasearla y volverla a pasear!
Magnífica ciudad, en su sentido más literal: espléndida, excelente, y admirable. Bajo mis pies las calles empedradas como hace cientos de años, y mirando al cielo campanarios, estatuas de piedra, y las delicadas agujas que parece quisieran clavarse en las nubes.
A mi alrededor una cuidad llena de vida y muy agradable. Estudiantes, oxonienses y turistas en perfecta armonía; unos a sus colleges -impresionantes todos-, otros resolviendo el lunch a mitad de su jornada, y otros a los cafés, a las librerías, a las iglesias, a los pub, a los museos, y a entrar aquí, y subir allá, o simplemente a disfrutar de cualquier parque.
Sin importar el tiempo que haga, en estos días entre uno y siete grados, y ora llueve, ora sale el sol. Y sin importar que a las cinco de la tarde caiga prácticamente la noche cerrada. Y sin importar tampoco mucho la comida…mucha comida rápida, o comida internacional en general, y nada barata.
Curioseando y curioseando. Que si ahora subo a la torre sajona que formaba parte de las murallas de la ciudad, y es con más de mil años el edificio más antiguo de Oxford, y aprovecho además para ver las impresionantes vistas. Que si ahora visito lo que se ha llegado a describir como el salón más bello de Europa (Divinity School) y a continuación paso a ver la colección de libros más famosa del mundo (Bodleian Library).
Y hablando de libros, cómo no pasarme como representante de “Hoy Libro” por “The Eagle and the child”, donde hicieron lo mismo entre 1939 y 1962, todos los martes antes de comer, los “Inklings”, grupo literario de Oxford entre los que se encontraban C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien entre otros.
Y curioseando, curioseando, me topo con el “Sir William Dunn School de Patología” donde el conocido “equipo de Oxford”: Florey, Chain y Heatley, trabajaron sobre la cepa del hongo Penicillium descubierta unos años antes por Alexander Fleming, y son ellos realmente los que logran en 1939-40 la purificación de la penicilina y su uso como nuevo agente terapéutico contra las infecciones bacterianas.
Ya en el Museo de Historia de la Ciencia tuve el honor de poder ver los matraces y cuñas que se utilizaron para tan magnífico descubrimiento.Y aunque estemos a un grado bajo cero y esté lloviznando, por qué no dar un paseito por el canal de Oxford, construido en su día para vincular las Midlands industriales con el Támesis. Paseo pintoresco donde los haya, algunas barcazas y barcos de recreo, pero sobre todo, esos barcos donde vive alguna gente y que como verdaderas “casas flotantes” tienen pintadas, y adornadas: sus macetas, sus cortinas de encajes…, y ¡ay, nos han pillado mirando a través de una ventanita!.
Es Jessica, que nos invita a pasar; mujer simpática y curiosa. Lleva viviendo en el canal desde hace cinco años, nos cuenta parte de su historia; el resto nos lo contará por email, porque eso sí, muy bohemia, pero su PC no le falta -¡vamos, ni su alicatado en el baño, ni su lavadora…!- Acabamos el paseo en un pub de Jericho, que antes era una iglesia griega, con sus magníficas vidrieras, y sus bancos de iglesia, y…nosotros tomando cervezas… ¡oh my God!
Y pasear, pasear, simplemente pasear y quedar boquiabierta con tan espectaculares edificios y tanta armonia. En cada esquina una historia. Pasear a solas, o con mi niña. A cada paso un encanto especial. Pasear. O con mi hermana.
O con algún compañero de clase, sí, estuve dando clases en una academia; nos las daban unos profesores en prácticas y eran gratuitas. Muy divertidas, entre el francés, la sueca, el coreano, la brasileña… y la española ¡ya os podeis imaginar!
Y una escapadita a Londres que no falte. Mejor dicho, una escapadita para ver a Gauguin en la Tate y punto. ¡Maravilloso punto!
Todo "poesia y sueño"...
Y como toque frívolo por qué no ir a tomar el té con Su Graciosicima Real Majestad, Isabel II. A Windsor que nos fuimos. ¡Indescriptible! En el interior, además del tesoro en obras de arte -Canaletto, Van Dyck, Rembrandt o Rubens entre otros-, como anécdotas, esa casa de muñecas con luz electrica y agua corriente, o ese comedor real donde la vajilla, cubiertos, etc... se coloca midiendo con regla dónde ha de quedar situado cada tenedor, cada copa, o cada servilleta.
Por cierto del té, nada de nada.
Y aunque olvidaré muchas cosas
no podía acabar sin un recuerdo
a mis queridísimas “lectoras con arte”
la mañana que visitando a los “Pre-rafaelitas”
en el Ashmolean, me encontré
con Francesca da Rimini
y Paolo Malatesta
(en esta ocasión, de W. Dyce).
¡Otra maravilla!
En fín, que ya estoy de vuelta de mi ensueño, una experiencia maravillosa y entrañable, y culturalmente muy enriquecedora.
Y ahora… ¡A seguir caminando!
-¿Podrias decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de
aquí?
-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -dijo el Gato-.
-No me importa mucho el sitio... -dijo Alicia.
-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato-.
- ...siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación-.
-¡Oh, siempre llegarás a alguna parte -aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente!
Gracias a todas por vuestros ánimos y recuerdos.
See you!
See you!
2 comentarios:
Wellcome, Mary, wellcome!
Envidiosa leo el resumen de tu periplo por tierras oxonienses. Debo decir que excepto lo de las matraces (¿?) y las cuñas de la penicilina me gusta todo (entre otras cosas porque soy alérgica a tan prodigioso medicamento y por mi tendencia a imaginarme los usos anteriores de los objetos). Todo lo demás me ha provocado un runrun interno que ha incentivado mis ganas de curiosear por el divinity scholl, tomarme one inkling -o dos- en the eagle and the child, ver el alicatado de Jessica, y ¡of course! perderme con Gauguin y los prerrafaelistas...
Y a Alicia le diría, si fuera Gato, que el camino sí importa, siempre que se tengan los ojos muy abiertos, como los tuyos.
Wellcome, dear Mary, wellcome.
¡Ay, que nuestra palmera datilera se ha convertido en aguja rasgadora de cielos oxonienses! ¡Qué buen viaje nos has regalado, María! Me ha encantado pasear por Oxford y alrededores contigo, y he disfrutado de cada foto y de cada comentario (¡qué baratita me salido esta escapada, oye!).
Y ahora, como tú dices, o como dice Gato, a caminar, a caminar mucho con toda la energía que has traído. A caminar y a disfrutar todo lo posible del camino.
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