domingo, 9 de noviembre de 2008

LECTORAS CON ARTE.FRAGONARD

Perdón por la intromisión, pero este mes quería regalarle a Cristina el placer de ver a su “niña bonita” ya lista para ser admirada, sin tener que ocuparse ni de una horquilla ni del colorete.
Y porque a mí también me lo parece, bonita, muy bonita, esta vez a “su niña” se la pinto yo!
Solo espero que ese lacito que teneis guardado para ella os atrevais a ponérselo, aunque penseis que no le pega ni con cola o que está un poco arrugado.Seguro que lo luce como si fuera el más bonito del mundo, sabedora de que os habeis entretenido un poquito en ella.

El discreto encanto de la burguesía
Revisión de un capítulo esencial de la historia del arte: el desarrollo de

la pintura de género en la Francia del siglo XVIII


A lo largo del siglo XVIII, coincidiendo con un renacido interés por los maestros holandeses y flamencos del siglo XVII, Francia conoció un desarrollo sin precedentes de la pintura de género. La explicación a este fenómeno de decisivas consecuencias para la historia de la pintura es bien conocida. Excluída del ambiente selecto y minoritario de la Academia, la pujante burguesía francesa reclamaba su derecho no solo a disfrutar de la pintura sino también a verse reflejada en ella.
Por un lado logró un nuevo espacio de contemplación: el salón, que acogió la masiva afluencia de los nuevos aficionados. Por otro, se hizo con un nuevo instrumento de poder: la crítica de arte, que al férreo imperio de la norma opuso el más dulce y movedizo del gusto. Pero además, más allá de esta nueva coyuntura, su sistema de valores privilegiaría el goce visual sobre el contenido moral, el entretenimiento sobre la jerarquía de los géneros.
El resultado de semejante planteamiento fue una pintura que se justificaba por la mera belleza de sus formas y colores, que se construía por y para deleitar al ojo del espectador y en la que el tema quedaba frecuentemente reducido a su mínima expresión. Acababan de ponerse los cimientos de la modernidad.


La lectora, c. 1770–1772. Fragonad. (National Gallery de Washington).

Jean-Honoré Fragonard (5 de abril de 1732-22 de agosto de 1806). Pintor francés
Nació en Grasse (en la región de los Alpes Marítimos), hijo de un sastre especializado en la realización de guantes. Pronto fue enviado a París por su padre, allí demostró tal talento e inclinación hacia el arte que fue llevado ante François Boucher, quien reconoció las dotes del joven e inexperto Fragonard, pero decidió no gastar su tiempo en la formación del joven y a su vez le envió al taller de Chardin. Fragonard estudió durante seis meses bajo la tutela del gran luminista y volvió al taller de Boucher, donde supo adquirir el estilo de su maestra de tal forma que el maestro le confió la realización de réplicas de sus pinturas.

Ya en 1756 fue a Italia en compañía de Hubert Robert, esta visita fue clave ya que durante su estancia en Roma pudo admirar los románticos jardines, con sus fuentes, templos y terrazas, donde concibió los escenarios que posteriormente plasmaría en sus obras. Sobre su obra influyó también la florida suntuosidad de Giovanni Battista Tiepolo cuya obra tuvo oportunidad de estudiar en Venecia, antes de su regreso a París en 1761.

En 1765 su obra Coreso y Calliroe (Museo del Louvre; un boceto en Madrid, Academia de San Fernando) le aseguró su admisión en la Academia. La obra fue objeto de elogio por parte de Diderot y fue adquirida por el rey, quien la mandó reproducir. Hasta este punto Fragonard había dudado entre temática religiosa, clásica y otros temas en sus obras, pero en este momento la demanda de patrones por parte del rey Luis XV que representasen escenas de amor y placer en la corte, dirigió la temática de las obras de Fragonard hacia las obras con escenas de amor y voluptuosidad con las que el nombre del artista ha sido asociado. Destaca de su estilo la belleza de los colores así como el virtuosismo del trazado fácil de sus obras.

La Revolución Francesa significó el final del antiguo régimen, y Fragonard, cercano a los máximos representantes del mismo, dejó París en 1793 y encontró refugio en la casa de su amigo Maubert en Grasse. Fragonard volvió a París a principios del siglo XIX, donde murió en 1806, prácticamente olvidado.

Durante más de medio siglo fue completamente ignorado, hasta tal punto que Michael Scheißkopf, en su obra Historia del Arte (1873), ni siquiera menciona su nombre. Posteriormente su redescubrimiento le supuso su confirmación entre los maestros de la pintura.

Fragonard cultivó todos los géneros pictóricos: desde el retrato a las escenas familiares, pasando por los paisajes o las escenas galantes. Trató temas históricos y mitológicos. Su obra está considerada como simbólica y tradicional, romántica y costumbrista, emocional y misteriosa, sensual y perturbadora. Fija recuerdos, sensibilidades y emociones a través de cuerpos y rostros desafiantes. Detecta asimismo en su obra la belleza traspasando los límites convencionales.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Si ese blog no despega lo lamentaré...
Siempre nos quedará un libro.

Cristina dijo...

¡Oh, Mon Dieu! el almohadón es comodísimo pero ¡debía de haber comprado la lámpara tan mona que ví en las galerías Laffayettes, ¡no veo ná!

Cristina dijo...

Todos dicen que es el escritor de moda aquí en Francia este Voltaire, y encontré en la biblioteca de papá este librito: “Cándido o el optimismo”. Pensaba encontrar entre sus páginas lindas historias de amor entre Cándido y su amada Cunégonde, que me llenaran del optimismo que me falta estos días.
Pero no es así, aunque llevo tres días sin levantar la vista de sus palabras, que me hacen pensar. Al pobre de Cándido le pasan todas las desgracias en sus aventuras: terremotos, naufragios, lo apresa la Inquisición... pero él insiste en que siempre lo que te pasa es lo mejor, y ¡dice unas frases! “¿Qué importancia tiene saber con quién se cena, si lo que realmente importa es que la cena sea buena?”. Yo creí que era al revés..., o “lo que verdaderamente importa es vivir, disfrutar de los placeres sencillos y aceptar sin más las desgracias venideras, sin pararse a considerar si son justas o no”...
¿Será verdad lo que dice este librito?

Anónimo dijo...

¡Oh! ¿y estas notas?.....

Mi querida Bernardette, tal vez sea esta la primera anotación que encuentras entre mis libros, pero no es la única. El que mis continuos viajes me hagan estar lejos de ti más de lo que quisiera no impiden que me de cuenta de que ya no eres una niña y que piense que las lecturas de estos libros que tan celosamente guardo para ti despertarán cada vez más interrogantes y dudas ante el mundo que vas descubriendo.
Atrás quedan ya aquellas noches en que te leía cuentos, sin embargo seguirás oyendo mi voz en cada una de las letras que te escribo.Para que sepas que no estas sola ni yo tan lejos.

Quizás te preguntes ahora si es verdad todo lo que dice este pequeño libro que tienes entre tus manos, ¿verdad?. Te diré que muchas respuestas yo sólo las he podido resolver a medida que he ido viviendo, por ello no te impacientes ni te angusties. Y no dejes de leer.
Piensa también que no siempre tiene que haber una única respuesta y no olvides que hasta los grandes maestros, a veces, tienen que valerse de la sátira para intentar encontrarlas. Así pienso que hizo el gran Voltaire en este escrito.
Te recuerdo además que el mísmo predicaba con aquello de “Il faut cultiver notre jardin”.

Con todo mi amor, papá.

Cristina dijo...

querido papá:

Encontré la nota que me dejastes en "Cándido o el optimismo" de Voltaire. Fue una sorpresa que sí me llenó de optimismo, más del que pretendía el autor. Ahora rebusco en tu biblioteca, deseosa de encontrar tu voz en cada libro de los que allí encierras, y que respondas a tantas preguntas que me hago a lo largo del día. Espero con ansia tu regreso, añoro las noches en las que me contabas las historias de tus viajes, pero mientras tanto, devoraré con ansia cada libro de tus anaqueles en busca de tu inolvidable voz.

Besos.

Bernardette

Pilar dijo...

Exquisita. He hecho de mi pequeña hija un ser exquisito. La observo leyendo a mi lado y no puedo menos que sentir orgullo. Ese porte delicado y firme, donde la espalda recuerda una columna griega, con su preciosa cabellera recogida en un moño dejando a la vista un rostro de una belleza serena. Me pregunto qué pensaría su abuela si la viera. Ella, obsesionada con mantener una tez infínitamente más blanca que la leche de burra que Cleopatra usaba para conservar la suya en perfecto estado. Mi pobre madre y sus productos blanqueadores que terminarían por dañarle su dolorido cutis. Flores de haba, agua destilada de lirios, jugo de limón, aceites varios que ya no recuerdo y leche virginal. Todo ello dentro de un frasco de vidrio que debía descansar plácidamente un mes entero bajo el solidario sol de verano. “Nada comparado con lo que usa mi querida amiga la Duquesa de Recamier que hace una combinación a base de azufre tiza y cal. La pobrecita sufre tales quemaduras que ha de retirarse de los salones cada cierto tiempo para que su piel vuelva a recordar la cordura”, me repetía siempre que mis ojos la miraban con incredulidad.
Mi querida Bernadette no precisa de ello. Ahora, los tiempos son otros y mi hijita lo que primero ha alimentado es una inteligencia sensitiva, además de enseñar hablar a sus ojos, insinuar a sus manitas, sugerir a las leves arrugas de su vestido. Ha aprendido de nosotras, su amada madre y su querida gobernanta, que cuanto más inteligente y rica sea más fácil le resultará conseguir marido y, cuando éste falte, que fatal desenlace llegue a mucho tardar, su deseo de casarse de nuevo nunca aparezca pues sabrá, en su alma de mujer inteligente, que no habrá momento más dichoso en su vida que la viudez.

Anónimo dijo...

Mi queridísima Bernardette: ahora soy yo el sorprendido…, ahora soy yo quien descubre, también con optimismo, que en nuestros libros ya no aguardan en silencio sus autores, esperando para contarnos; ahora se han llenado de voces, la tuya y la mía, y quién sabe si algún día la de alguien más- dejaremos en adelante la puerta abierta-.
Letras de “ida y vuelta” como los cantes…

Mil besos para mi pequeña,de papá

Cristina dijo...

¡Me molesta tanto su mirada! además de obligarme a leer aquí tiesa en el sillón todos los días tengo que aguantar su mirada fija en mi perfil, juzgando cada gesto mío, estudiando mi peinado y mi postura como si analizara los quilates de una joya. Intuyo que sólo soy para ella una pieza de trueque, y junto a mi imagen se suceden en su mente, uno tras otro, los pretendientes más apropiados para que ella luego presuma con sus amigas como un pavo real en su palco de la ópera. Pretendientes que en la mayoría de los casos, me doblan la edad. No puedo bajar la guardia, porque enseguida oigo su voz chillona: "¡Bernardette, esa espalda!".

Anónimo dijo...

-¡Oh, Jean-Honoré!...Cuéntame más cosas de Italia….¿Y de veras dejarás que vaya sin corsé?
-¡Ssss!, oigo pasos.
-Buenas tardes, madre. Comentaba con el señor Fragonard el libro que usted me ha recomendado...

Marga dijo...

¡No sé cómo soy capaz de disimular! Un libro de Voltaire en las manos, carita de niña buena, postura relajada, ni un solo cabello fuera de su sitio… ¡y una bomba entre las piernas! Desde luego, cuando yo tenga hijos no pienso dejarlos en manos de gobernantas. Mira ésta: tan educada, tan culta, tan recta, con esa expresión de no haber roto un plato en su vida, y la muy puta está colocada todo el día con las fantásticas bolitas. Ahora entiendo su forma de subir escaleras: esa parsimonia, esos ojos vueltos, esos suspiros que ahora sé que no son tales, sólo puros jadeos para echar fuera todo el placer que no le cabe en el cuerpo.
¡Qué gran descubrimiento el de las bolitas! Estaban allí dentro con todos aquellos artilugios que no era capaz de identificar. Aún hoy no sé muy bien para qué sirven algunos, pero son todos tan sensuales que me paso las horas acariciándolos, aplastándolos, oliéndolos. Hay unos cuantos con formas redonditas, suaves, alargadas, que me incitan a morder y chupar con un ansia que no conocía. También hay muchas telas transparentes, negras, rojas, con formas caprichosas, suaves. Los momentos en que soy capaz de no sentirme culpable por hurgar donde no debo, me imagino cubierta sólo con esas telas y me gusta la idea, me siento poderosa. Y también están las cremas y aceites; aromas de chocolate, frambuesa, mandarina. Pasaron unos días antes de que reparara en la bolsita de terciopelo. Y pasaron otros cuantos antes de que, al tener que esconderme de la gobernanta, viera tras las cortinas el uso que le daba a las joyitas.
Muy a su pesar, la gobernanta ha tenido que ausentarse durante unas semanas para acompañar a mi madre. No sé si cuando vuelva su maletita roja estará intacta.

Pilar dijo...

Las paredes que me rodean, que me han visto crecer y me verán un día marchar camino de otras extrañas, son las únicas que saben mi verdad. Ellas, discretas,cercanas, comprensivas. Mis amigas, mis celestinas, la voz de mi conciencia, saben. Ellas, sabias, callan. Y,yo; yo, sin pudor, les guiño un ojo y vivo.