viernes, 5 de febrero de 2010

LECTORAS CON ARTE FEBRERO. HOOPER

Este mes estamos debatiendo sobre las casualidades, y sobre lectoras que conspiran, sobre Hooper y sobre los círculos que se cierran (o las espirales sin fin a las que nos llevan las palabras). Así que he querido rescatar del limbo el primer cuadro que inauguró esta sección, en la que imaginamos historias alrededor de un lienzo, y que casualmente, era de Hooper.

Fue en junio del 2007. Pero como estábamos en bragas como quien dice, le dimos muy pocas oportunidades. Acababa de crearse este grupo, llevábamos pocos días con el blog (¡sólo teníamos 4 entraditas!) y nadie inventó otra vida para esta mujer, que aprovecha la luz de la ventana que tiene a su espalda para leer. No sabíamos entonces leer las pinceladas tan bien como lo hacemos hoy, y creo que se merece otra oportunidad, una repesca.

En aquel momento nos limitamos a contar la impresión que nos causaba: desasosiego, dijo una, paz, dijo otra, y alguna incluso pensó que le dolería el cuello al leer en esa postura. Y salió una pregunta al verla leer de espaldas a la ventana: ¿será que no tiene buenas vistas, o ha perdido el interés por el mundo?

Pues puede que ahora, tras el rodaje adquirido en estos dos años y medio, con 676 entradas y 33 lectoras con arte a nuestras espaldas, contestemos a esa pregunta y a otras más, y vayamos más lejos, e inventemos las historias que llevaron a esta mujer tan ligerita de ropa, a leer en una habitación de hotel... ¿o no es un hotel?.

A su lado descansan un par de maletas cerradas... ¿Por qué están cerradas? ¿se va a marchar a algún sitio, o acaba de llegar? ¿huirá de su país tras una guerra, como las conspiradoras del Lyceum club? ¿estará esperando que llegue alguien? ¿o huye de una vida pasada? ¿está viviendo una tregua en su anodina existencia? ¿realmente está leyendo, o quizás quiere dejar de pensar en su vida? ¿está haciendo tiempo para irse a una gran fiesta? ¿acaba de llegar de un aburrido trabajo? ¿es caperucita roja en Manhattan y espera al lobo feroz?... ¡cuántas preguntas para un trozo de tela!

¿Conspiramos juntas?

Cerremos un círculo con esta lectora que pasó tan desapercibida en su primer encuentro con nosotras, y hagamos que viva otras vidas, más allá de la que el pintor pensó para ella. Se lo merece.





16 comentarios:

Anónimo dijo...

“Conspirando” a solas –valga la paradoja-, tal vez viaja inmersa en una huida hacia adelante cuando de repente cae entre sus manos ese poema, de Luis Cernuda, “que la liberará del mundo y sus engaños” (María Sanz)
“Cómo llenarte, soledad,
sino contigo mísma...”

Y entonces siente que no está tan sola.

Cristina dijo...

Punto y aparte. Ese es mi presente. Un inmenso punto y aparte que da vértigo, porque abre un futuro de páginas en blanco que tendré que rellenar con otra vida, hasta mi punto y final definitivo. En unas horas, de mi pasado sólo quedarán las sombras de lo que tanto quise. Aquí, en este papel están todas ellas, formando un triste inventario de mis sombras, antes de que se disuelvan como el humo del barco que me alejará de ellas. Quizás algún día me cueste trabajo recordar sus caras, sus voces y sus nombres.

Están todas menos una. Ella ya está tachada, es un borrón. No quiero cargar el rencor en mi maleta, pesa demasiado para un viaje tan largo. Quisiera que fuera tan fácil tachar también de mi memoria su última mirada cargada de odio, antes de darme la espalda y seguir calle adelante, sin volver la vista atrás. Ella. Mi hermana. Mi confidente. La que me ha denunciado, y por la que espero escondida en esta habitación hasta que zarpe el barco.

Admiradora fiel dijo...

Como me ha gustado....
Casi, casi haces que escuche la sirena del barco.

Maria-Norte dijo...

Tanto tiempo esperando. Tanto tiempo preparando la situación.
Tanto tiempo imaginando que pasaría. Tanto tiempo perdido.


El, acaba de irse. Y yo me siento sola y desilusionada. Ni música, ni violines, ni truenos, ni fuegos artificiales.

Siempre es así la primera vez?.

En esta novela no lo cuentan como yo lo he vivido.

C.P. dijo...

Querida Mary:
Cierro los ojos y te veo entrando con paso decidido en el hotel, y pedir la llave. Levantas las cejas cuando el recepcionista te entrega esta nota con la llave. Dejas las maletas de cualquier manera en la habitación, y te pones cómoda, tirando de una patada tus zapatos en un rincón. Te veo sentada, cerca de la luz, abriendo el sobre con impaciencia. Y veo como, poco a poco, la decepción va adueñándose de ti. Porque si estás leyendo esta carta es porque tú has sido más valiente que yo, habrás dejado a tu marido y me estarás esperando en nuestro hotel. No soy capaz de dejarla, Mary, lo siento.

Lo tenía todo pensado, cada detalle calculado, pero me han fallado las fuerzas. Esta mañana ella se despidió como todos los días: "Adiós, cariño, que tengas un buen día" -me dijo besándome en la frente-. Fui a nuestro dormitorio y saqué la nota de despedida que tenía preparada para ponérsela sobre la almohada. "Soy ruín -pensé- ella se va como si nada, y cuando regrese al mediodía, yo estaré camino de Nueva York para encontrarme con Mary mientras ella ve como la tierra se abre a sus pies". Abrí el armario para sacar la maleta.

Entonces supe que nunca lo haría. Un tenue olor a lavanda lo impregnó todo. Su olor. Mis camisas, perfectamente dobladas por colores, compartían el espacio con las corbatas que me ha ido regalando cada año, desde que nos conocemos, el día de mi santo... Sus zapatos de tacón, impecables, me sonreían irónicos... y las maletas... ¿sabes, Mary? ese juego de maletas nos lo regaló mi madre como regalo de boda, y nos han acompañado a todas partes durante nuestra vida en común: el viaje de novios, las vacaciones... No puedo, Mary. Ya he roto la nota que le tenía preparada... ¿Qué voy a hacer sin ella? No soporto los armarios desordenados. Sé que me odiarás. Pero prefiero que me odies tú a que me odie ella. Puede que todavía estés a tiempo de que te perdone tu marido.

Espero que no me odies por mucho tiempo. Que seas feliz.

C.P.

Mary dijo...

¡será capullooo! ¡tanto preparativo para esto! ¡anda y que le den! me voy de compras... ¡que no soporta los armarios desordenados dice! ¿dónde habré puesto yo mis bragas? brrrr... lo mataríaaaaa

Anónimo dijo...

De María Sanz -¡lo siento me ha dao por ella!-:

Voy de camino, siempre voy, a solas
por las estancias donde iba antes
de saber que ya no tengo regreso.
En la morada de la luz, del cálido
perfume que conforta mis poemas,
escribo hacia delante, como vivo.

Marga dijo...

Un poco tarde para echarme atrás. Leo y releo la nota y cada vez tengo más claro que se trata de una trampa. De mi marido. De mi cuñada tal vez. O de ese padre con ojos de sapo que me asquea con sus insinuaciones cada vez que pide una tutoría. ¡Qué imbécil he sido! Pensaba que era otro juego de Raúl, como aquella vez que fue dejándome un rastro de rosas por toda la ciudad antes de llevarme a estrenar su último estudio, o la tarde en que me citó en el confesionario de la Iglesia de San Juan a la hora de la siesta. Pero algo me dice que él no es el autor de esta nota, aunque, por otro lado ¿a quien más se le habría ocurrido regalarme una tarde aquí, en el Eme Fusion?

La cuñada dijo...

Confesionario.( De confesión)m. confesonario. 2 Tratado o discurso en que se dan reglas para saber confesar y confesarse.

Confesonario. ( De confesionario)m. Recinto aislado dentro del cual se coloca el sacerdote para oír las confesiones sacramentales en las iglesias.

Marga dijo...

...pues entonces donde me confesaron bien confesá fue en el confesonario. Gracias, cuñaíta. Y yo poniéndote verde.

Marga dijo...

¡Ehhhhhhhhhh! ¡Que también se dice confesionario!

Sor Citroen dijo...

Querida Sor Margaretta:
Te echamos de menos en el convento. Nos dijo el padre que te vio llevando una vida frívola, y vestida sin los hábitos. Venía impresionado por el color de tu pelo ¡como siempre te había visto con la toca! aunque nos confesó que estabas obsesionada por el confesionario... ¡madre del amor hermoso! ¿qué demonio te entró en el cuerpo para salirte y dejar tus votos?. El padre nos contó que una y otra vez querías confesarte de tus pecados. Dice madre buen consejo que eso es señal de que vas a volver pronto. ¿Volverás?
Que Dios te guarde.

Sor Margaretta dijo...

Queridísima Sor Citroen:
Ni jarta martinis me vuelvo. Estoy más cerca de la santidad que nunca. Ahora mismo abro la ventana y ahí tengo la Puerta del Perdón, toda enterita para mí; subo a la azotea y me encuentro cara a cara con esas gárgolas tan graciosas que me miran con ojitos tiernos; salgo a la calle y me despide un morenazo con sombrero que ríete tú de los angelitos negros (si quieres, te lo reservo para cuanto te decidas, la verdad es que no doy abasto). Esto es la gloria. Raúl (¿te acuerdas del monaguillo macizo de San Miguel?) me transforma, me inflama, me extasía y me sube a las alturas cada vez que me pone las manos encima. Pues eso, que, como bien puedes entender, no tengo ni pizca de ganas de volver al convento. Y respecto a lo que te ha comentado la madre Buen Consejo, ni caso, ¿es que no os habéis confesado nunca con el padre Esteban? Pues fue él quien me abrió los ojos (y me revolucionó el hábito, todo hay que decirlo). Así que ya sabes, pásate por el confesionario y luego me cuentas. Y cuando quieras le hablo de ti al morenazo.
Tuya siempre. Sor Margaretta

Martín dijo...

así recordaré siempre a Avellaneda... La cumbre es sólo un segundo, un breve segundo, un destello instantáneo, y no hay derecho a prórrogas, y esa fue nuestra cumbre... eran las siete de la tarde; el sol, casi tendido, convertía en anaranjado el papel crema de las paredes. Me senté a su lado y se puso rígida. Ni siquiera había dejado la cartera.

Santomé dijo...

Se sentó, quiso sonreir y no pudo. Me pareció que le temblaban las piernas...Entonces, haciendo un esfuerzo, se aflojó un poco el pelo, se quitó la chaqueta, estiró nerviosamente las piernas. Estaba confusa y yo no quería -quizá no me convenía- indagar demasiado.

M.S. dijo...

M.S.: Y tu madre, ¿qué dice de mí?
Avellaneda: ¿De vos? Nada. Dice de mí.


(Genial.
M.S.)