No hace falta haber conocido a alguien para sentir su muerte. Porque todas las muertes son iguales. Todas son muerte. ¡Y la muerte es ausencia de tanto! Se va el que muere y con él lo que pudo haber sido y ya no será jamás.
Lolo Pavón deja tres hijos, tres niños cuya infancia ya no será la misma. Su juventud tomará derroteros inundados de orfandad, su madurez vivirá entre la supervivencia y la nostalgia y la vejez muy probablemente será una identificación con aquel que se fue hace tantos años: el padre. El pilar que dejó la casa de sus vidas coja para siempre.
Decía su amiga Cristina esta mañana que hay diferentes tipos de padres: los normales, los anodinos, los buenos, los geniales. “Y Lolo estaba lleno de genialidades”. Quizás haya tenido la genialidad de dejar desparramado en los rincones retazos que les sirvan a esos niños para arañar a lo imposible las certezas y a la soledad cierto grado de empatía.
¡Qué pena morir tan joven cuando tienes una vida por delante!
Esperemos que sus niños sientan la mano invisible de su padre aferrada a las suyas de por vida.
Yo también lo siento aunque no le haya conocido
8 comentarios:
Yo también lo siento. Un beso muy cariñoso Cristina.
Te veo rota y sin remedio pongo mi tristeza en este haiku.
Grises y negros
En lienzo de colores
Son hoy tus lágrimas
Gracias a todas. Hoy sólo me salen dos palabras que detesto decir: Adiós, amigo.
Un abrazo cálido, Cristina. Siento mucho tu dolor.
Siento tu dolor.
Un abrazo muy fuerte.
Detesto que una vida joven y llena de proyectos desaparezca. Te acompaño con un fuerte abrazo virtual, reviviendo mis propias pérdidas. Que su recuerdo llegue a ser un lugar cálido en el que perderse.
Me encanta tu frase, Maite. Se la he prestado a unos cuantos amigos que lo están pasando igual que yo. Gracias
Ojalá pudiera hacer mío tu dolor, para aliviar tu corazón aunque sólo fuera un instante. Un fuerte abrazo
Publicar un comentario