El 23 de abril de 1616 fallecían Cervantes y Shakespeare. En ese mismo día nacieron o murieron otros escritores eminentes como Maurice Druon, K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla o Manuel Mejía Vallejo. Por ello, esta fecha tan simbólica para la literatura universal fue la elegida por la Conferencia General de la Unesco para rendir un homenaje mundial al libro y a sus autores.
TENDREMOS QUE CANTARLE EL CUMPLEAÑOS FELIZ A NUESTRO LIBRO MÁS CERCANO.
Pero además, PODÍAMOS ESCIBIR UN POEMA, UN RELATO CORTO O ALGUNA FRASE EN LA QUE SE RESUMA NUESTRO AMOR POR LOS LIBROS.
Quizás os apetezca contar una anécdota que os haya pasado, relacionada con los libros, poner el título de aquel libro que os marcó, o contarnos el mejor momento que habéis pasado leyendo, ese momento único en el que, como decía Sadie en Marcas de Nacimiento "sencillamente te sumerges en la página y el mundo va desapareciendo poco a poco".También sería bonito homenajear desde aquí al culpable (o la culpable) de que nos aficionáramos a ese objeto que se pasa tanto tiempo entre nuestras manos...
Estoy segura que todas tenéis momentos importantes de vuestras vidas que tengan relación con el día que celebramos hoy ¡Estoy ansiosa por leerlos!
12 comentarios:
Mi padre disfrutaba con los libros. Con la lectura también, pero los libros eran para él unos objetos sagrados.
Yo los miraba con celos, porque por su culpa soltaba mi mano de niña, y sus dedos jugueteaban con aquellos raros objetos que se apilaban en una librería. Sus grises ojos dejaban de mirarme, se perdían por unos trazos que yo no entendía y cuando menos te lo esperabas, ¡chas! saltaba una chispa y uno de ellos era elegido, se abría entre sus manos y un mundo de letras salía de sus páginas.
Cuando llegaba a casa los forraba con cualquier papel, podía ser la hoja de un periódico o un viejo papel de regalo, sobre el que escribía con una hermosa letra inglesa los nombres del autor y el título en la portada y el lomo. Por último coronaba la primera página con el jeroglífico de su firma.
Yo, la niña abandonada, quería saber qué tenía de mágico ese objeto para que mi padre le dedicara tantos mimos como a mí, y fuera el culpable de que yo dejara de ser el centro de su atención por un rato.
Poco a poco lo fui descubriendo... “papi ¿qué pone ahí?” “tres bellas princesas fueron encerradas por su padre en una torre de la Alhambra...” y mis ojos de niña se abrían a más no poder “¿la Alhambra? ¿no es ese palacio que vimos en Granada?” “¿y en ése?” “son las aventuras de un niño muy travieso que se llamaba Tom Sawyer...”. De aquellos amarillentos libros, repletos de letras, iban saliendo las preciosas ilustraciones que dibujaba mi padre en el aire con su ronca voz.
Un día me trajo uno precioso, con una portada roja de tela y el dibujo ¡de un burro! ¡se llamaba Platero! ¡y era pequeño, peludo y suave! Ese libro todavía lo saco de vez en cuando, y vuelvo a acariciar sus páginas, como si fueran de algodón.
Poco a poco fui yo descifrando aquellas letras, incluso alguna vez me dejaba forrarlos y que yo escribiera el título en la portada y el lomo, imitando su hermosa letra inglesa, hasta que volé por mi cuenta e inventé mis propios ritos con ese objeto mágico. Pero sigo echando de menos las ilustraciones que dibujaba con su voz. Quizás por eso leo tanto, quizás esté buscando el libro que me traiga de nuevo esos dibujos.
En mi caso, mi amor por los libros, viene sin ninguna duda de mi madre.
Siendo muy pequeña, creo que alguna vez ya os lo conté, siempre la veía, leyendo todo lo que caía en sus manos, desde el la revistilla del Readers Digest, a clásicos de la literatura, tenía nueve hijos, llevaba la casa y el negocio, una pequeña tienda de lencería y plásticos, en Guardo, un pueblo de Palencia, pero siempre veías, por la cocina, entre las lanas de los jerseys que nos hacía, en su mesita de noche, , el libro que la ocupaba en ese momento.
Me gusta saber, que cuando comenzaron los dolores de parto de mi nacimiento, ella estaba leyendo, en la cocina, cerca de la lumbre de leña, el libro "Pepita Jimenez" y comentaba que fui muy inoportuna, porque en ese momento el libro estaba muy interesante.
Me gusta pensar, como tenía escondido y yo encontré el primer libro de literatura erótica que yo leí, por supuesto, también a escondidas que era "La romana" de A. Moravia.
De joven, me descubrió el maravilloso mundo de "los cinco".
Yo en mi adolescencia leía novelas de amor, de esas que venían con fotografías y diálogos, y ella me reñía, no quería que perdiera el tiempo con ese tipo de literatura, y le echaba la culpa a la influencia negativa que ejercía en mí, Julieta, una chica del pueblo.
Con el paso de los años, me dí cuenta, que la clase que se desprendía de esa mujer, sin mas estudios que los elementales, esa inteligencia emocional que ella poseía, esa cultura, lo mismo te hablaba de geografía, que de culturas lejanas, como la que descubrió en Vientp del Este ,viento del Oeste" de Pearl S. BUck, todo eso venía de su amor por la lectura.
No cabe duda de que también se lo debo a mi tío Sebastián, erudito del Quijote, poeta y escritor de varios libros, que me educó también en que nunca estaba mal gastado, el tiempo y el dinero, empleados en leer.
No sabría decir, que libro me ha gustado mas ó cual a influido mas en mí, todo lo leído, hace que sea lo que soy.
Y sin duda, tengo mucho que agradecer a Hoy Libro, desde que estoy aquí , mi forma de leer ha cambiado mucho, ya no leo todo lo que cae en mis manos, soy mucho mas selectiva, con la ayuda de las recomendaciones de cada una leo libros sobre los que casi siempre vas sobre seguro de que te van a gustar y especialmente enriquecedores, los comentarios sobre lo leído, ese matiz que se te había escapado, esa visión diferente, esa disección que hacemos sobre lo leído en la cena.
En fin, creo que hoy todas deberíamos celebrar el día con un buen rato de lectura, incluso acompañado de un buén gin-tonic en buena compañía, ya que creo que la ocasión se lo merece.
FELICIDADES A TODAS
La palabra “libro” no la conocían en mi casa. O sí. Tenían uno, el Libro de Familia pero eso, que yo sepa, no era objeto de lectura sosegada, sino de constancia de que los deseos de mis padres se habían hecho realidad. Que no era poco. Y, perdonad que haga un inciso, pero ya que hoy es el día del libro y que he mencionado la palabra “sueño”, permitidme que recuerde que Shakespeare escribió una frase presente en mi: “El hombre maduro es el que alimenta sus sueños”.
A mi lo que me introdujo en la lectura eran las fotonovelas de mi vecina Carmen en el pueblo. Eran la nota escrita exótica en un mundo donde la enciclopedia de la escuela y el misal del cura reinaban en cómplice soledad.
¡Qué historias engullían mi curiosidad! ¿Viviría yo alguna vez historias similares? Mi mente infantil no dejaba de volar. Y, junto a ellas, las revistas del corazón que Carmen compraba en el pueblo cercano cuando bajaba una vez por semana. “Sólo miro los santos. Todo lo que dicen es mentira y, además yo tardo mucho en leer. Lo que tiene el no haber ido mucho a la escuela. No tengo tiempo para esas tonterías! –decía.
Yo también miraba “los santos”, como Carmen y ellos, acompañados de palabras por doquier me daban cuenta de que el mundo andaba lejos de ser como en las fotonovelas. Allí supe de la muerte por un tumor cerebral de la hija de la famosa cantante Conchita Bautista. ¡Qué barbaridad! Era una niña de mi edad. ¡Los niños también mueren! ¡Incluso los que tienen una vida acomodada de ciudad! Y Manolo el de Los Bravos. ¡Qué pena me dio de Manolo el de Los Bravos! Se casó enamoradísimo con su novia y en el viaje de novios sufrieron un accidente de coche y ella murió. Aún retiene mi retina la foto de un coche pequeño contra un árbol. Él no pudo soportar su muerte y un mes después se suicidó. El suicidio me lo contó la revista de cuatro números posteriores. ¡Hay gente que se quita la vida! Todo aquello me impactaba mucho más que las historias de fotonovela y, todo junto, alimentaba mi infancia más allá del minúsculo mundo que me rodeaba.
Aún viven conmigo.
TODOS LOS LIBROS DEL MUNDO
Todos los libros del mundo
no te dan felicidad
pero te conducen en secreto
hacia ti mismo.
Allí encuentras todo lo que necesitas,
el sol, las estrellas y la luna
pues la luz que tú buscas
habita en ti mismo.
La sabiduría que buscaste
en las librerías
reluce en cada página…
Y ahora es tuya.
Herman Hesse
Sabía a ciencia cierta que hoy nos regalarías esta preciosa entrada. ¡Estaba segura!
Y nadie mejor que tú para invitarnos a soñar y a disfrutar con nuestros recuerdos.
Solo que de pronto, y tras saborear plácidamente vuestros comentarios, he sentido como si el mundo hubiera desaparecido, pero no poco a poco, sino de repente. He mirado hacia atrás y he descubierto con tristeza que no tenía nada que contar.
¿Tristeza por qué? A ver, piensa, María, piensa.
¿Y?
Pues eso, nada. Pero ya no estoy triste.
Aunque no recuerdo a nadie leyéndome un libro, ni a nadie invitándome a leer. Y aunque no recuerdo ni cómo ni cuándo empecé, seguro que no antes de los cinco años que fué cuando comencé a ir al colegio.
Porque siempre hubo libros, sí, pero como había sillas o vasos, en casa de los abuelos de Cartagena, y en la de la abuela de San Fernando, en la de los tíos, y en la mía. Pero nunca me llamò más la atención ver a mi tío, o a mi madre, a mi hermano, o a mi prima leyendo que tomándose un café o jugando al parchís. Y que sigue siendo igual.
Y que algunos están pintarrajeados, y otros sin lomo. Ningún cuidado en especial, ni ningún lugar. Tampoco edad.. Ahí están, mezclados los “Cinco con la Regenta, Celia Madrecita y la Historia de España, Juan Salvador Gaviota y algún bodrio. La Biblia y Muñoz Molina. Caperucita y la D. Lessing. Las poesías de Lorca y las de mi padre y sus hermanos. El Julio Verne, Kika superbruja y otros más. Seguramente, pocos, poquísimos para todos los que son, pero suficientes para que mayores y pequeños los hayamos podido “usar” cuándo y cómo mejor hayamos querido. Seguramente casi siempre a solas y seguramente casi sin comentar.
En silencio. Ahí están.
Tal vez, todo esto, para mí, haya sido y sea lo especial.
Y ahora con vosotras, otro mundo y otros libros. Otra manera de disfrutar.
¡Que suerte de familia, qué suerte de libros y qué suerte de amigas!
Marcas de nacimiento.
Marcas de vida.
Amén, María Derki. Amén
Un libro (Etimología: de latín liber, libri, membrana, corteza de árbol) es una obra impresa, manuscrita o pintada en una serie de hojas de papel, pergamino, vitela u otro material, unidas por un lado (es decir, encuadernadas) y protegidas con tapas, también llamadas cubiertas.
Según la definición de la Unesco, un libro debe poseer 50 o más hojas. Si tiene menos de 50 sería un folleto.
Un libro abierto es un cerebro que habla
cerrado, un amigo que espera
olvidado, un amigo que perdona
destruido, un corazón que llora
Hoy voy a contar otra anécdota de libros más reciente. Me pasó hace apenas cuatro años.
Llegaba yo un día a mi casa. Era un mediodía, un mediodía normal y corriente. En el patio de entrada a mi casa me encontré, nada más abrir la puerta, con una caja. Como soy curiosa por naturaleza tiré lo que llevaba en las manos, bolso, chaqueta... todo quedó esparcido por el suelo, y me tiré de cabeza sobre la caja. Abrí con nerviosismo el precinto que la cerraba y de pronto, como por arte de magia, apareció la cara de mi padre impresa en una portada. Una foto en la que aparece su rostro detrás de unos pinceles. Y un nombre, el nombre de una amiga debajo, en un recuadrito azul.
Tres regalos en uno. Mi padre, un libro y una amiga. Pilar Lebeña Manzanal. Aunque el regalo de verdad venía dentro, en cada una de las palabras escritas en sus 469 páginas, esa portada fue el más precioso de los envoltorios, y ese, de los mejores regalos que he tenido en mi vida. En un día normal y corriente, que es cuando ocurren las mejores sorpresas. El hombre también vive de satisfacciones ¿o no?
Sí, "el hombre también vive de satisfacciones" y tú me acabas de dar una ahora mismo recordando lo mismo que me contaste hace apenas cuatro años, Xristi.
Seguiremos dándonos satisfacciones que siempre serán distintas, intermitentes, ansiadas, frustradas, queridas. Esa fue para las dos una enorme, enorme satisfacción que, modificó aristas de mi alma para siempre.
también nos podías dar otra, porque eres la única que tiene libro propio, contando qué se siente la primera vez que ves tu trabajo impreso, o en el anaquel de una librería. ¡Debe ser una impresión!
¿Kedaría "bonito" decir ke es la culminación de un sueño? ¿Tal vez ke es una experiencia inconmensurable?
No. ¡Ké cursi!, ¿no?
Cuando ves un libro tuyo colgado en una estantería o expuesto en la feria del libro y ves la mano minúscula de tu hijo colocando de pie de modo que se vea, ke todo el mundo lo vea, es un sentimiento y una sensación muy extrañas por la afluencia de todo ello ke llega a tu mente. Lo ke has disfrutado, lo ke has aprendido, lo ke has sufrido. LO ke has soñado. -Soñar es un verbo ke me hace malas jugadas no pocas veces-.
Escribir es un trabajo donde las palabras soledad y compañía conviven, muy a menudo de forma competitiva, y otras muchas en total armonía. Y silencio. El silencio autoimpuesto de lo que se vive cada día. Tú. Solo tú. Y una máquina que no entiende de sentimiento alguno, únicamente de resultados.
Gustave Flaubert afirmaba: "Los libros no se hacen como los niños, sino como las pirámides, con un diseño premeditado, y añadiendo grandes bloques, uno sobre otro, a fuerza de riñones, tiempo y sudor".
Luego está lo otro, lo ke escribes ke no va a otro sitio ke al de la impotencia y el olvido. De eso ya no hablamos.
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