domingo, 5 de abril de 2009

¿FUENTES DE VIDA?

ESTA ENTRADA SÓLO LA PUEDEN LEER LAS QUE HAN TERMINADO YA EL LIBRO DEL MES "MARCAS DE NACIMIENTO". ¡LAS DEMÁS QUE SE LA SALTEN HASTA QUE ACABEN! (POR VUESTRO BIEN)
Yo, como ya me lo había leído, he tenido tiempo de ahondar en el tema que subyace en la vida de los protagonistas de la novela de Nancy Huston, y quiero compartir con vosotras esta historia, que es real, en la que “la realidad supera la ficción”, pero con creces. Pone los pelos de punta, lo aviso. Pero merece la pena.

En 1935 Heinrich Himmler, un alto dirigente nazi, dirigió un proyecto al que bautizó con el nombre de “Lebensborn” (Fuente de Vida). Tenía como objetivo crear una raza superior de arios, que respondiera a la pureza y a los criterios de perfección biológica hitleriana. Sería superior a las demás y se convertiría en la nueva raza de Europa tras la Guerra Mundial.

Himmler ya había puesto en práctica algo parecido con la creación de las temibles SS, en la que todos los miembros tenían que pasar un rígido proceso de selección racial, en el que se contemplaban todas las medidas antropomórficas y ciertos rasgos: ojos azules, pelo rubio, estatura mínima de 1,75 metros, y un árbol genealógico que se remontase al menos hasta 1750.

Pero no se quedó ahí, y convirtió a las SS en un batallón de sementales, que sólo podrían casarse con mujeres arias: rubias, de ojos azules y una estatura mínima de 1,60 metros. Además, la doctrina nazi postulaba que un matrimonio saludable debía tener al menos cuatro hijos. La SS recomendaba a sus hombres concebir hijos con mujeres “de buena sangre” fuera del matrimonio, cuantos más, mejor. Muchos de los niños de Lebensborn procedían de estas relaciones.

Goebbels realizó una campaña publicitaria sin precedentes, en la que se pedía a las mujeres alemanas que tuvieran hijos para Hitler, hijos que reemplazarían a los soldados alemanes que morían en el frente.

En 1935, Lebensborn nació como asociación dependiente de la SS para fomentar la “raza aria” en Alemania y los territorios ocupados durante la Segunda Guerra. Querían erradicar la alta tasa de abortos mediante la creación de maternidades, en las que aquellas mujeres solteras que superaran estrictos controles “raciales” pudieran dar a luz en secreto a niños concebidos con hombres que cumplieran los mismos requisitos. Se les prometía importantes privilegios y beneficios económicos a las mujeres que aceptaran este papel reproductor. Pasaban éstos por la demostración de una ascendencia por completo “aria” y por la superación de un examen médico que certificara buena salud y rasgos que cumplieran los criterios estéticos del hitlerismo.

Todo se llevó a cabo con el máximo secreto, en castillos apartados y con una fuerte vigilancia.
Su obsesión por conseguir esta superraza estableció claras diferencias de trato. Las esposas de los SS criaban a sus hijos, pero las mujeres que reunían las características de la raza aria y que habían sido reclutadas con fines reproductores, sólo podían permanecer junto a sus hijos durante tres meses. La razón era simple: los niños nacidos en los “Lebensborn” pertenecían al Reich y no podían sufrir la influencia de sus padres. Por eso, aunque las madres no quisieran renunciar a sus hijos, éstos les eran retirados a la fuerza. Los bebés que nacían con deformidades de algún tipo eran exterminados de forma inmediata.

Con la guerra exportaron el proyecto a los países conquistados. Para ello, envió a sus seleccionadores de la raza para instalar sus criaderos arios. En todos ellos se seguía un riguroso registro de nacimientos, aunque en los mismos no figuraba el nombre del padre y se cambiaban los nombres y apellidos de los niños que, transcurridos tres meses, eran dados en adopción a matrimonios de las SS que habían hecho méritos para obtener aquel privilegio.

Así, Lebensborn abrió alrededor de quince clínicas en Alemania, Bélgica, Francia y Noruega, en las que nacieron entre 8.000 y 20.000 niños con esta denominación de origen. Además, cinco orfanatos cobijaban a los niños abandonados y a aquellos con aspecto “ario” que las tropas alemanas secuestraban en los países vencidos durante el principio de la guerra, verdaderas “granjas de cría”. Niños destinados a participar en la futura Alemania triunfante que dominaría el mundo.

En Noruega se construyeron nueve, y el país fue declarado «puro para la raza aria». Con el tiempo, las maternidades se convirtieron en centros preferidos no sólo por las solteras que escapaban en ellos de la infamia que significaba dar a luz a un hijo ilegítimo y concebido en muchos casos junto a hombres casados, sino también por las esposas de los jefes nazis. Eran clínicas seguras, lejos de los bombardeos y atendidas por médicos capaces, que a menudo ocupaban propiedades confiscadas a judíos.

Sin embargo, parecía que todo aquello no era suficiente. En enero de 1944, Martin Bormann, por aquel entonces la persona más próxima a Hitler, recibió el encargo de potenciar el programa. Sus seleccionadores de la raza recorrieron Polonia, Checoslovaquia, Francia y los países del Este en busca de niños que reunieran las características arias y, por tanto, susceptibles de ser germanizados. Entre 50.000 y 200.000 niños fueron raptados, sometidos a un exhaustivo análisis antropométrico recibían la certificación de ser lo suficientemente arios para entrar en el programa y eran enviados a los centros de “Lebensborn”, donde se les cambiaba los nombres y las fechas de nacimiento y eran convertidos en perfectos alemanes, haciéndoles olvidar incluso su idioma natal.

Algunos de estos niños tuvieron “la suerte” de ser adoptados por familias nazis, a las que se les proporcionaba a menudo una historia falsa acerca del niño que iban a adoptar, siendo la más común la de que el niño o niña era hijo de un soldado muerto en combate. Sin embargo, la mayoría tuvo que someterse a los experimentos de los médicos nazis y muy en especial las niñas, que una vez que cumplían los diez años, eran sometidas a un tratamiento hormonal que adelantaba la pubertad y las convertía en máquinas reproductoras de las SS, pasando directamente a los “burdeles biológicos”.

Aquellos niños que no obtenían la certificación de ser lo suficientemente arios, eran enviados a campos de concentración infantiles como Kalish, Dzierzazna y Litzmannstadi, y de ahí a los campos de exterminio.

El tribunal de Nuremberg, encargado de juzgar a los jerarcas nazis tras la rendición alemana en 1945, encontró inocentes a los responsables del proyecto y consideraron que Lebensborn fue “una institución caritativa” de la SS y que los niños nacidos allí fueron unos privilegiados. No pudieron concretar cuántos niños nacieron de los “Lebensborn”.

En cualquier caso, la mayoría de ellos siguen vivos y desconocen sus orígenes. Muchos nunca regresaron con sus familias originales, y sus descendientes ignoraban, por lo general, sus orígenes. Muchas familias alemanas que habían participado en el programa, rechazaban devolver a los niños y, en otros casos, fueron los niños mismos quienes no quisieron volver con sus familias. Se suma así para muchos de los nacidos en el programa la sospecha de descender de criminales implicados en el exterminio nazi. El sentimiento de culpa es una constante en las narraciones de los que han decidido contar su historia.

En 2005 se agruparon en la asociación Lebensspuren (Huellas de vida), que preside Gisela Heidenreich. Esta psicóloga, cuya autobiografía "El año infinito" está desde 2002 en las librerías alemanas, expone las etapas de su experiencia: “Las historias de los niños de Lebensborn se parecen entre sí; mi madre me mintió siempre, es un caso ejemplar: éramos hijos de la vergüenza”. Esta soledad llevó a Heidenreich a buscar a otras personas con el mismo pasado. Varios niños de Lebensborn se reunieron en 2002, “en un antiguo psiquiátrico donde los nazis gasearon a 14.000 enfermos”, recuerda Heidenrech. “Allí estábamos los elegidos para ser elite, en el lugar donde se asesinaba a los rechazados”.

De aquel intercambio nació la idea de organizarse. En 2005 surgió Huellas de vida como grupo de apoyo mutuo. En noviembre pasado salió al espacio público con metas que, como aclara su presidenta, están implícitas en el nombre de la asociación. Por un lado “se refiere a las de sus miembros, que buscan las huellas de su propia vida”. A la vez alude a “las huellas que queremos dejar en el futuro”. Los niños de Lebensborn asumen de este modo un compromiso ético para que, en palabras de su directora, “nunca se repita lo que sucedió entonces”.



Acaso los fans de Abba no sabían que la letra del pegadizo hit Knowing me, knowing you tenía un significado particular para Anni-Frid Lyngstad, Agnetta en Abba, que hoy tiene 57 años.

La canción, debajo de su apariencia ligera, es la historia de una entre miles de personas que crecieron en Escandinavia marginadas, perseguidas y huérfanas. Conocidos como "Tyskerbarnas" o "hijos de alemanes", son hijos involuntarios de mujeres noruegas y soldados alemanes nazis.

La morena de Abba nació de un plan de Himmler para purificar la raza. Tras el fin de la II Guerra Mundial, sufrió el ostracismo de los vencedores


Durante los años 70, fue un icono televisivo de la Europa que se empezaba a gestar. Anni-Frid era la morena del cuarteto sueco Abba, una chica pop de imborrable sonrisa que ganó el Festival de Eurovisión de 1974 con el tema Waterloo. Pero tras el puro kitsch de la música y la estética de Abba -pantalones campana y melenita beatle ellos, largas piernas desnudas y trajes de inspiración galáctica ellas-, Anni-Frid escondía una tragedia. Ella fue producto de un plan ideado por Himmler para emparejar a soldados nazis con mujeres noruegas de raza aria pura con el fin de mejorar la genética de sus descendientes.

Anni-Frid, que, tras la disolución del cuarteto, durante muchos años vivió recluida, es hoy un modelo viviente para las cerca de 12.000 personas que, como ella, nacieron durante la guerra, o poco después, de madres noruegas y padres alemanes. Un grupo de estas personas, muchas con 60 años cumplidos, se dispone a exigir compensaciones ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

La historia de Anni-Frid Lyngstad es representativa del sufrimiento de miles de noruegos. Tras su nacimiento en noviembre de 1945, producto de la unión de su madre, Synni Lyngstad, con el sargento alemán Alfred Haase, tanto la madre como la abuela de la niña fueron tachadas de traidoras y condenadas al ostracismo en una aldea del norte de Noruega

Anni-Frid declaró lo siguiente a un periódico de Suecia: «Mi madre murió cuando yo tenía dos años. Con el tiempo, mi abuela decidió trasladarse a Suecia. Quería librarme del odio que había hacia los alemanes en aquel entonces. Durante varios años vivimos como nómadas. Mi abuela era sembradora y, para conseguir trabajo, teníamos que ir de un lugar a otro. Al final nos instalamos en una casa de Torshälla. Aunque algunos años fueron muy difíciles, recuerdo mi infancia como una época feliz».

La niña dio con su padre por casualidad, 30 años más tarde. El encuentro se produjo en Suecia, en casa de la cantante, y fue propiciado por Benny Anderson, uno de los fundadores de Abba y entonces marido de Anni-Frid. El padre de la cantante, Alfred Haase, supo de su hija al leer un artículo en la revista alemana Bravo.

«Por poco me caigo de la silla delante del televisor cuando descubrí que Anni-Frid era mi hija. No sólo significaba que tenía otra hija, una chica famosa, sino que también tendría que hablarle a mi esposa sobre mi relación con la madre de Anni-Frid. Ella me comprendió. Mi relación con Synni, la madre de Anni-Frid, no fue una simple aventura, estábamos muy enamorados», declaró Alfred Haase al periódico noruego Dagbldet tras la reunión con su hija. Haase ya había contraído matrimonio antes de llegar a Noruega durante la guerra. Él y su esposa tuvieron su primer hijo en 1943.

Más tarde, la integrante de Abba dijo lo siguiente de la reunión con su padre: «Es difícil... Pudo ser distinto si yo hubiera sido adolescente o una niña. En realidad no puedo relacionarme con él y amarlo como lo habría hecho de haber estado a mi lado mientras crecía».

La mayoría de los niños del proyecto Lebensborn que permanecieron en Noruega son hoy en día inadaptados sociales. Pocos han recibido una educación apropiada u obtenido empleo. «Un rasgo característico de todos ellos es que sufren de depresiones y tienen baja estima», sostiene su abogada, Randi Hagen Spydevold.

«Muchos han tenido dificultades para establecer relaciones o para relacionarse con el mundo real, lo que no es de sorprender en personas a las que durante sus años de formación les llamaban idiota alemán, maldito bastardo, y les decían que no merecían estar vivos».

El calificativo «de padre alemán» se consideraba una acusación de peso, suficiente para enviar a los niños a hospitales psiquiátricos, donde muchos sufrían torturas y violaciones. Se les consideraba peligrosos por sus genes nazis, y capaces de organizar una quinta columna fascista.

Según testigos y documentos, el Ejército de Noruega, la Universidad de Oslo y la CIA llevaron a cabo pruebas de los efectos del LSD, de la mescalina y de otras substancias con estas personas.


“Knowing me, knowing you”

Conociéndome, conociéndote

Ya no hay más sonrisas
todo se acabó.
Pasear por nuestra casa vacía me hace llorar
aquí es donde termina la historia, esto es un adiós

Conociéndome, conociéndote
No hay nada que podamos hacer
Conociéndome, conociéndote
tenemos que hacerle frente, nuestro tiempo pasó

Separarse nunca es fácil, lo sé, pero tengo que irme
Conociéndome, conociéndote
es lo mejor que puedo hacer


Recuerdos buenos y malos,

estarán siempre conmigo

En estas viejas habitaciones familiares los niños jugarían

hoy sólo están vacías, nada que decir.







8 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo un cuaderno mar de mono, tamaño cuartilla, que reza “diccio hoy libro”, con “huellas de mucha vida y cariño”, y único en el mundo, en el que junto a palabras ya impresas como conticinio, pendolista, o nefelibata aparecen ahora otras manuscritas por aprender y algunas notas por aclarar, tales como la operación Paz en Galilea, el kosher o el kipá, Weinberger o Himmler, y como no Fuentes de Vida.

Está claro que no es casualidad y era de esperar que a más de una nos despertara la curiosidad. Gracias por tan magnífico documento. Tremebundo, sin dudas. ¿Cómo es posible que dos palabras tan bonitas encierren tanta crueldad?

Lo malo es que muchos años después sigamos dejando huellas tan terribles como aquéllas. ¿Cuándo aprenderemos?

Cristina dijo...

María, pincha en el enlace (si no lo has hecho ya, cosa que me extraña) que le he puesto al nombre de Gisela, ahí explica por qué los nazis ponían esos nombres tan bonitos a esas cosas tan atroces que hacían.

Maria-Norte dijo...

Impresionante el artículo y la entreveista con Gosela Heindenreich.
¿ Fuerza a traves de la legría?. Espacio vital?. Vaya blasfemias¡¡¡.
Gracias Cristina, una vez mas.

mª del mar dijo...

Parece mentira lo que el ser humano es capaz de hacer con otro ser humano. Gracias Cristina por la entrada.

Cristina dijo...

Casualidades de la vida, en esta semana Santa, que he estado "fuera de contexto" he visto "La decisión de Sophie" en canal sur, que trata de lo mismo.

María del Mar, la mitad de la entrada es mía, la otra de maría sur, así que compartimos las dos tu agradecimiento.

Cristina dijo...

Es impresionante la historia de Anni-Frid. Hemos descubierto un filón en esta novela, porque hay muchísimos matices diferentes en los resultados de esta "fuente de vida". Tendremos que seguir investigando.

Marga dijo...

Muy interesante. Nos estáis convirtiendo en unas flojas, con tantas facilidades. Como soy muy obediente, no habia leído esta entrada hasta que he acabado el libro. Gracias por los datos, aunque dejen ese sabor tan amargo.

una novicia dijo...

sormargaretta, no te vuelvas rompepoyos a estas alturas ¿eh? ke la madre abadesa siempre ha tirao de la congregación... venid e vaaamos todaas con floreees a porfíiiia, que madreee nueeeestraaa eees....