Cerró la puerta con rabia y se tumbó en el sofá como un fardo. Había sucedido todo demasiado deprisa y necesitaba pensar. ¿Cómo no la habían avisado antes? Ahora, apenas quedaba tiempo para tenerlo todo dispuesto en la fecha prevista.
Era una tarde desapacible. El viento sonaba con fuerza y parecía que iba a abrir las ventanas de un momento a otro. No soportaba el mal tiempo y menos en momentos tan difíciles como los que estaba pasando ¡tenían que haberla avisado!
Se levantó al rato con decisión. No podía dejar que los acontecimientos la sobrepasaran. A partir de ese momento tomaría las riendas. Ara era así.
(María Norte)
Ella sabía que podía con todo, daban igual el mal tiempo y el cansancio acumulado. La ilusión sobrepasaba la improvisación.
Iría y se desahogaría. Era el momento. Ahora o nunca. Lo tenía pensado durante mucho tiempo. Tomaría la decisión y lo iba a expresar claro, muy claro.
(Emma)
Pensó: No me echaría atrás, pero... y si todo sale mal, y si la ilusión que tengo puesta se va toda al garete, y si sólo queda en una ilusión que yo tenía, pero que era imposible... ¡Hay demasiadas cosas en contra! ¡No voy a poder! Tengo fama de que puedo con todo, pero en el fondo ¡soy muy muy cobarde!
(Ángela)
Había llegado el momento, estaba firmemente decidida a tomar las riendas de su vida. Rompería con todo. Sabía que la criticarían pero no tenía nada que perder. Ya lo había perdido casi todo y estaba dispuesta a luchar con uñas y dientes por lo poco que le quedaba.
(Bea)
Sonó el teléfono, algo que a ella le hizo sobresaltarse. Hizo un parón y decidió que resolvería más tarde ¿Y si el que llamaba era el? No, no podía hacerle tomar otra solución diferente. Este era el momento.
Y el teléfono no dejaba de sonar...
(Marga)
Decidió no descolgar. Si él había decidido actuar por su cuenta y sin contar con ella, podía permitirse el lujo de ignorarlo. Pero tenía que actuar rápido para pillarle desprevenido. Lo primero era asesorarse bien. Y necesitaba saber de cuánto dinero disponía.
(Isa Mari)
Se vistió rápido, cogió su abrigo y se dispuso a salir, ya no podía continuar por más tiempo entre esas cuatro paredes.
El día era frío, corría un viento helado, pero Ara se sintió bien, se sentía más viva. Poco a poco fue sintiéndose más serena, capaz de pensar, por primera vez en mucho tiempo comprendió que aún podía ser capaz de enfrentarse a él, y se dirigió hacia su oficina.
(Vero)
Cuando llegó, su cara presentaba el aspecto de una niña pequeña, chapetas rojas y un poco desencajada. Antes de entrar respiró hondo y tomó fuerzas para poder expresar todo lo que había querido decirle siempre y no había ten¡do fuerzas. Ya no hacía frío allí y se decidió a llamar a esa puerta que antes le resultaba tan familiar y ahora le resultaba tan lejana.
(Isabel)
Se colocó el pelo, respiró profundamente y llamó a la puerta. Una voz muy serena le dijo: pase, por favor.
Cuando abrió la puerta le vio al fondo, estaba de espaldas y cuando se dio la vuelta, ella se quedó paralizada.
(Maite F)
"No seré capaz" -pensó- Pero lo fue, sin pensarlo dos veces, cerrando los ojos, disparó tres veces al fondo de la habitación, y sin mirar, se volvió rápidamente y corrió, el pelo al viento, las lágrimas corriendo por sus mejillas...
(Pepa)
Cuando vio el cuerpo del albañil tumbado en el suelo, cubierto de sangre, no sabía qué hacer.
En realidad su marido había sido el culpable. Aquel pobre obrero no sabía nada ¿Por qué no había reaccionado antes? ¿Por qué no atendió la llamada?
(Rosa)
Poco a poco fue dándose cuenta de la situación y volviendo a la realidad: iba tan obsesionada en terminar con él, que no fue capaz de distinguir que la persona que tenía delante no era su marido. Decidió dar la vuelta y afrontar la realidad, puesto que había dejado a un hombre desconocido casi muerto.
(María Sur)
De pronto se dio cuenta de que el teléfono seguía sonando. No quería descolgar. Iba a volverse loca. Tenía que tomar una decisión ya, y sin embargo, ese casco que tenía entre sus manos la desconcertaba.
(Marga Cáceres)
Ara descolgó el teléfono: era su marido. Le contaba una cosa trivial.
Ella, muy alterada, le dice que ha descubierto su engaño, y que le ha disparado a su amante.
(Cristina)
En unas semanas Ara sólo sería una desaparecida más, porque en semanas tendría otra cara, otra vida, otro nombre: RAMÓN. Todo estaría dispuesto en la fecha prevista.
Colgó el teléfono. Sintió un alivio tremendo cuando volvió a tumbarse en el sofá como un fardo.
7 comentarios:
Tras un curso de grafología acelerado, no sé si me he equivocado con la autoría de alguna...
Hola, me llamo Ramón y soy de Morón.
. Una tiene la idea y la pone en práctica, las otras la siguen divertidas. Unas divagan y "politiquean", otra añade un teléfono, otra un casco, otra un tiro, otra un cambio de sexo, una se anima, otra se viene abajo, una inventa, la otra la sigue, una se desconcierta, otras no son capaces de dormir inventandose finales y entre todas nos regalan algo que es mucho más que un relato.
Gracias
Qué bien, qué bien, qué bien... no me cansaré nunca. Sois geniales. Todas y cada una, con peros y pereques, con gracia y sin ella, cada una diferente y al mismo tiempo todas a una, como Fuenteovejuna. Esto es lo genial, que coincidamos en algo y sigamos queriendo coincidir. Un enorme placer conoceros. Espero seguir haciendolo. Os quiero
Pililebe ¿y si continúas nuestro relato un ratito más, te dejará tu helicopirulianobacteriológico?
Por fin puedo leer el famoso relato, !que bien quedó! me parece una buena idea (apuntate un tanto Pili Bacas) como se van improvisando ideas y va surgiendo el relato. Esto hay que repetirlo
(tus palabras son órdenes, blogmaster)
-Señora, señora, despierte. Ya son más de las diez –escuchó decir a Rafaela desde el fondo del dormitorio mientras descorría las cortinas dejando entrar la niebla que los últimos días de invierno se resistían a abandonar. Ara abrió los ojos con ansia, deseando que la luz del día la devolviera a la única realidad en la que se sentía segura.
-¿Se fue ya el señor, Rafaela?
-Sí, señora. Salió hacia la oficina hace más de una hora.
-¿Y los albañiles, Rafaela?
-Están trabajando desde las ocho y media, señora.
-Prepárame el baño, Rafaela. Ya sabes, bien caliente como a mí me gusta en días como éste. A ver si llega de una maldita vez la primavera.
-Falta haría que yo tengo ya los huesos sin sentido, señora. ¿Ha dormido bien la señora?
-Malamente, Rafaela, malamente.
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