jueves, 23 de febrero de 2012

VENUS


Después de hacer mis abluciones, como mandan los cánones de Don Rigoberto, me detengo ante el tercer cuadro de la pinacoteca vargallosiana (bueno, el cuarto, contando con la portada).

"Ella es Venus, la italiana, la hija de Júpiter, la hermana de Afrodita la griega".


Una sugestiva mujer desnuda cuchichea con Cupido, su inseparable compañero "pequeñín, blando, rosáceo y alado, con mil años de edad y casto como una libélula". Casto podía ser, pero juguetón también ya que sabemos que momentos más tarde estaría retozando con ella y jugueteando con sus alas, como ya hemos leído. Un organista curiosón observa la escena antes de descoyuntarse las cervicales (eso lo digo yo).

Es un cuadro de Tiziano, un pintor tan longevo que murió a los 103 años de una epidemia de peste que asoló Venecia, pero que dejó una extensa obra a sus espaldas y, entre ellas, muchas versiones de la Venus. Esta que hoy observamos es de Madrid y está inspirada en los textos de Ovidio y Catulo. Hay otra en Londres inspirada en Filostrato (a ver si Julia Carlota nos ameniza con alguno de sus poemas dedicado a la diosa).

Tiziano fue pintor de la corte de la República de Venecia, una ciudad que surge después de la caída del Imperio romano, por lo que carece de ruinas y pasado "clásico". Así que las fuentes de los pintores venecianos siempre fueron los textos literarios, y en ellos se inspiró Tiziano para sus escenas mitológicas. Casualmente, también nuestro Velázquez pintó a una Venus, esta vez mirándose a un espejo que sostenía su Cupido y enseñándonos su grupa en vez de su torso.

Tiziano se ocupó de la ejecución de una serie de obras que tienen a Venus y la música como protagonistas. Se dividen en dos grupos: las protagonizadas por un organista y las que un tañedor de laúd acompaña a la diosa. Los elementos son siempre similares: el músico en la zona izquierda de la composición; Venus en el centro, tumbada, mostrando su sensual desnudez; un amorcillo en la zona derecha, que o corona o habla con la diosa; al fondo un amplio paisaje, algunas veces enmarcado por un amplio cortinaje como en este caso.

Curiosamente, como un cuadro te lleva a otro cuadro y una historia te lleva a otra, he encontrado el momento en el que este cuadro fue transportado, gracias a la política de protección y salvamento llevada a cabo por el Gobierno de la República, de Madrid a Valencia, más tarde a Barcelona y al Ampurdán, para finalmente ser evacuadas a Ginebra gracias a la intervención del 'Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles' en febrero de 1939. No parece que cumpliera con mucha normativa de seguridad, pero gracias a todos los dioses se salvó y lo podemos disfrutar hoy en día en el Prado.
Venus era una diosa romana relacionada principalmente con el amor, la belleza, la lujuria, la belleza, la sexualidad y la fertilidad, que desempeñaba un papel crucial en muchas fiestas y mitos religiosos romanos. Aunque a menudo se alude a ella en la cultura moderna como «la diosa del amor», no era el amor en el sentido cristiano o romántico, sino específicamente Eros (atracción física o sexual). Desde el siglo III a. C., la creciente helenización de las clases altas romanas la identificó como equivalente de la diosa griega Afrodita. Venus fue la esposa de Vulcano. Su atributo y símbolo fue la manzana dorada de la discordia.

En esta otra versión del Museo del Prado, Cupido ha volado cual libélula y ocupa su lugar en un perrito (y el organista aún no se ha descoyuntado las cervicales).

Estamos viendo en todas las obras que cada elemento tiene su por qué. Hay una simbología en cada uno de los elementos que el pintor ha colocado en el lienzo para nuestro deleite, pero hay que leer entre líneas para llegar al fondo. Tiziano quiso enseñarnos que hay una relación incontestable de la música y el amor, para lo que representa una escena galante, de conciertos en un jardín, género muy de moda durante el s. XVI y el siguiente. En este cuadro, además hay otra lectura; el contacto entre un joven hombre enamorado y la diosa es una formulación clara del tema de la inspiración. Venus es una Musa, llena de dignidad y sin prestar atención al músico. También se puede entender este cuadro como una representación de los sentidos de la Vista y el Oído: la vista en la mirada del música y el ciervo que hay en la parte de detrás es un icono del oído. La fuente es, sin duda, la fuente del amor. El pavo real simbolizaba la vanidad.


Otras, como la Venus de Urbino, tiene un entorno completamente diferente, se vé que refrescaba en el jardín, y se retiró a sus aposentos palaciegos, mientras dos criadas rebuscan en un baúl. El perrillo, harto de tanto juego, se ha dormido a sus pies.

La Venus de Urbino es más púdica, porque esconde su sexo con la mano, aunque nos enseña su torso desnudo (un topless mitológico, lo podríamos llamar). Tradicionalmente se colocaba a perros a los pies de las tumbas o las representaciones de las mujeres, aludíendo su carácter dócil y de fidelidad. Sin embargo, aquí lo vemos dormido algo que, junto con la representación desnuda de la retratada desconocida, forma una imagen curiosa.



Como señala Cris más arriba, un libro lleva a otro libro, un cuadro lleva a otro cuadro…y así hasta el infinito. Me he tomado de licencia de colarme en esta entrada acompañada de Olimpia, de Manet.




Este cuadro no se expuso hasta 1865 en el Salón de París, en donde causó un gran escándalo, ya que aunque el público y la crítica aceptaban los desnudos en obras mitológicas, no era así cuando se trataba de un desnudo realista.

Explícitamente inspirada en la Venus de Urbino de Tiziano, sin embargo el personaje central resulta ser evidentemente una prostituta parisina. En lugar de las doncellas que acompañaban a los desnudos del Cinquecento, entra en escena llevando un ramo de flores una mujer negra, cuyo rostro, casi imperceptible sobre el fondo oscuro, contrasta con los tonos claros de su vestimenta oriental. Por otra parte las carnaduras de la mujer desnuda que mira directa y provocadoramente a los espectadores son contrastadas junto a las sábanas y las almohadas por el fondo oscuro, resaltando la atmósfera de íntima sensualidad. En lugar del cándido perrito arrollado que se encuentra en la Venus de Urbino, a los pies de Olympia encontramos un despierto gato negro que simboliza a menudo la ambigüedad y la inquietud, estando implicado en relaciones o situaciones promiscuas o veladamente eróticas. Este felino negro impresionó tanto al público que durante años Manet sería recordado aún como «El pintor de los gatos». Otros elementos simbólicos notorios: el brazalete que lleva la mujer desnuda pertenecía a la madre de Manet, el ramo de flores era un típico regalo que los clientes ofrecían a las meretrices de clase alta. La orquídea entre los cabellos es también una referencia al sexo ya que se creía que tal flor poseía poderes afrodisíacos (de hecho el nombre de la orquídea tiene etimología sexual). Por otra parte Olympia calza una sola pantufla, esto en las pinturas alegóricas ha sido usado como símbolo de la inocencia perdida, además cabe notar que la orquídea, el brazalete y la pantufla con taco (por lo cual parece casi un zueco) cumplen la función sexual de fetiche.




6 comentarios:

la de sURBINO dijo...

Hasta el perro se aburre en las estancias de palacio...¡Daos prisa chicas! Cualquier paño me irá bien para escapar sin llamar la atención...
Hace rato que te miro, sí, a tí, a la que me estas mirando y quiero ir contigo...parece que os lo pasais muy bien.

Yo te me miro, me te miras, miratemémonos (en honor a margavargallosiana)

okupa ociosa dijo...

¡Ay, Cristina, que he empezado el peazo puente que tengo por delante colándome en tu entrada por la puerta de atrás!

okupa ociosa dijo...

...con mi amiga Olimpia!!!

Cristina dijo...

pues, querida okupa, métele mano al siguiente cuadro, ya que estás tan inspirada. Dejemerémonos (en honor de margavargallosiana) de mitologías, para entrar en el inquietante mundo de Francis Bacon.

Olympia dijo...

-ayyyy, es escuchar Urbino y venírseme a la cabeza esa bellísima ciudad italiana de cuestas tan empinadas que para ir de una calle a otra tienen un ascensor. ¡Qué verano pasé allí! La ciudad de Rafael, maestro renacentista como hay pocos. Claro, que en la época de la que te hablo, querida mucama, el ascensor no estaba, pero sí el condottieri Federico de Montefeltro, duque de Urbino, ese que según cuenta la leyenda se cortó un trozo de nariz por ser el hombre tuerto de un ojo, para poder así ver si venían enemigos por el lado que tenía perjudicado. Ayyy, qué veranito aquél, fiestas medievales, gente de todo el mundo, noches de cine viendo el Gatopardo... ¡qué tiempos aquellos!

-sí, señoooritaaa, to eso que me cuenta es bieeen bonitoooo, pero quiere coger de una vez este ramooo, que me se está dormiendo la manoooo

¡A mandar! dijo...

¡DespreOKÚPAte, Cris, yo me OKUPO!