¿Quiénes serán?
¿Fonchito y su mamá-drastra? No sospecho aún que pueda tratarse de un cupido, a lo sumo un querubín, pues en mi edición del círculo de lectores (1988) no asoma siquiera esa flecha delatora que sí aparece en la vuestra de tusquets.
Lucrecia. Ella parece una diosa. ¿Será Venus, la diosa pagana del amor? Está desnuda. Y abrazándola, un joven, que besándola en la boca le acaricia un pecho, mientras posa distraido sobre un cojín rojo. Rojo. Pasión y peligro.
Empiezo a leer. «Te quiero mucho, madrastra», susurró la
vocecita junto a su oido. Doña Lucrecia sintió dos breves labios...
Creo que efectivamente se trata de Cupido…y sigo leyendo. Y leyendo leyendo empieza la fantasía, no la que se cuenta, no la que se ve. ¿La que yo imagino?
En esas fantasias hay lujuria e incesto; estoy viendo al joven Cupido besando en la boca a su madre. Mientras, imagino a la madre que sostiene en su mano derecha la flecha de su hijo en forma triunfante y en la izquierda “la manzana dorada”, y entonces recuerdo aquello de:
Cuando nació Venus despertó los celos de otras diosas por su gran belleza, ya sea el caso de Hera (Juno) y Atenea (Minerva). Pero tambien había otra diosa Eris (Discordia) que se la pasaba armando peleas y disgustos en todas partes. Entonces creó una manzana de oro y la marcó: "Para la más hermosa"… Se armó un gran pleito, en el que tuvo que intervenir Zeus quien dijo: "Ésto que lo resuelva Paris" (Juicio de Paris )
Una páginas más adelante el que fantasea es Rigoberto que atizándose el deseo en sus afanes nocturnos, comenta con Lucrecia si Alfonsito estaba despertando a la vida sexual y las circunstancias le habian confiado a ella el papel de inspiradora. «Qué disparate, Rigoberto. Si es todavia tan pequeñito, si acaba de hacer su primera comunión. Qué absurdos se te ocurren». Y a la derecha del cuadro veo a un putti de sonrisa gigante que corre con un manojo de rosas en sus manos, como si fuera a arrojársela a los amantes de un momento a otro, y con una pulsera de cascabeles en el tobillo. ¿Será la felicidad, el placer, la locura que brinda el amor? Por eso su sonrisa y su pulsera de cascabel haciendo ruido al llegar. Y por eso, tal vez, esa carrera, la manera en que a veces llega el amor a nuestras vidas, como un golpe inesperado de felicidad.
Parece también que una espina atraviese su pie derecho y sin embargo no expresa ninguna preocupación del posible dolor que le pueda causar. Feliz inocencia.
¿Y esa niña detrás de él? Pero, qué tonterias estas diciendo, Fonchito –murmuró al fín, sobreponiéndose solo a medias–. ¿Que yo no te quiero? Pero, corazón, si tu eres como mi hijo. Yo a ti... Se calló, porque Alfonso, dejando caer su cuerpo sobre ella y abrazándose de su cintura, rompió a llorar... Era un niño, ahora sí, no habia duda, por la desesperación con que lloraba y el impudor con que exhibia su sufrimiento.
Una bella niña con vestido verde, pero escondiendo bajo el mísmo un cuerpo con escamas de serpiente y cola de escorpión. En sus manos lleva un panal de miel y con la otra parece que agarre el aguijón de su cola.
¿Será el engaño? ¿Nos advierte acaso del peligro que entraña enamorarse de personas que pueden parecernos bellas en principio, pero que luego pueden terminar siendo verdaderos monstruos y destrozarnos el corazón? Por eso será que lleva en una mano un panal de miel, con el cual nos seducirá para acercarnos, y en la otra un aguijón de escorpión para clavárnoslo por la espalda.
Por cierto, es la única que aparece vestida, seguramente porque tiene algo que esconder... Ceguera de amor.
El hombre de la izquierda. Rigoberto se calzó los lentes y encendió la lámpara de pié. Comenzó a leer en voz alta los claros caracteres caligrafiados en tinta negra, pero a la mitad de la primera frase enmudeció. Tiene un gesto desgarrador llevándose las manos a la cabeza como de desesperación. ¿Serán celos o una infidelidad? ¿Quizás el abandono? Cosas del amor.
–Hiciste que tu papá la botara de esta casa como un perro –susurró, apagada, tristona, sin volver la cabeza hacia él. Y por encima suya aparece esa mujer, sí, arriba a la izquierda, parece que le falte parte de su cabeza, seguramente el área de la memoria. Como si quisiera olvidar. Pobre D. Rigoberto ¿olvidará?
Y justo al otro lado, supongo al viejo señor Cronos, con su reloj de arena a las espaldas. El cuarto de baño era su templo; el lavador, el ara de los sacrificios; él era el sumo sacerdote y estaba celebrando la misa que cada noche lo purificaba y redimia de la vida. Rituales contra el tiempo y el desgaste, desafiando con rutinas a la rutina, valga la redundancia, que llega con el tiempo a cualquier amor.
O tal vez sea ese otro tiempo que trata de tapar a la memoria con su manto azul (el color de la confianza, de la reserva, la armonía, el afecto…). El tiempo lo cura todo.
Aunque también podría ser que esté advirtiendo sobre las múltiples complicaciones que acechan al amor lujurioso, y cómo éste no sobrevive al paso del tiempo. A saber.
Casi estoy terminado esta lectura. «Tendria que haberme ido hace rato, es verdad». Desde la partida de doña Lucrecia tenia el presentimiento de que también a ella la acechaba un peligro aqui y vivia sobre ascuas, con la permanente sensación de que si se descuidaba un instante caeria también en una emboscada de la que saldria peor que la madrastra. Y abajo a la derecha veo en el suelo como unas máscaras teatrales. ¿Será la Verdad, que desenmascara los placeres y sus consecuencias? ¿Una alusión a la falsedad de la apariencia y la traición amorosa?
Y con Justita en el pasillo llego al final. Ya va siendo hora, en medio de tanto placer y tanto peligro, de acabar y dejar de soñar. Cierro el libro y no puedo dejar de mirar y escuchar. Oigo a Fonchito reir otra vez. No con sarcasmo, no burlandose del rubor y la indignacion... Con autentica alegria, como festejandose una gracia. Fresca, rotunda, sana, infantil, su risa...Entonces cierro los ojos y ahí está, no eran imaginaciones mías, ¡era un cuadro de verdad!
La obra no tiene titulo pero se la conoce como:
“Alegoría del triunfo de Venus” o
“Alegoría del amor”.
Fue realizada hacia 1546
por Angelo di Cosimo Bronzino (Florencia) ,
pintor oficial de los Médicis,
como regalo de Cosme I de Médicis para el rey de Francia.
(National Gallery, Londres)
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7 comentarios:
¡Brillante entrada! y el cuadro, desde tu descripción no puede ser más apropiado para la historia que leemos entre sus páginas. De momento me he quedado sin palabras. A ver si los dioses del Olimpo me iluminan.
Creo que mi vida sería muchísimo mas pobre, si no perteneciera a Hoy Libro.
GRACIAS
Con los apuntes del libro, magistral.
No hacedle caso a la anónimo que es una enchufá.
Está todo en el internete, yo sólo me he puesto a hilar.
¿Olvidaaar yo?
Ahora mismito me cojo un cuaderno y ya verás...
¡Mira quién tenía mi manzana!
Muchas gracias, María, por deleitarnos con tu entrada.
Qué maravilla, María, me ha encantado la descripción que has hecha del cuadro, del amor, del libro............Gracias
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