miércoles, 5 de octubre de 2011

Un poco de nuestra Mariana de Alcoforado

Monja y amante

Para aquel que descrea que esa obra maestra de la literatura amatoria fue escrita por una monja real, encerrada en un convento desde la infancia, no faltan sin embargo testimonios y documentos descubiertos por sesudos biógrafos que demuestran que, efectivamente, Mariana de Alcoforado existió.

Aunque resulte increíble, las cartas fueron primero difundidas en francés y sólo en 1819 fueron llevadas nuevamente a su lengua de origen, la portuguesa. Pero su original fue realizado en una celda de un convento de la antigua ciudad de Beja, en el Alentejo, una llanura del Sur de Portugal próxima a la frontera con España. Las cartas fueron destinadas al militar Monsieur de Chamilly que también existió luego de que éste abandonase Portugal para dirigirse nuevamente a su tierra natal, Francia.

Los estudiosos Luciano Cordeiro y Manuel Ribeiro demostraron con abundante documentación que Mariana de Alcoforado, nacida en 1640, era la segunda de ocho hermanos de una poderosa familia portuguesa, con un padre recaudador de impuestos lleno de firme patriotismo en momentos en que Portugal se independizaba del yugo español. Para poder delegar su fortuna a sus tres hijos varones sin desparramarla en dotes, el padre de Mariana procedió como era usual en aquellos tiempos: casó a la primera hija, pero a la segunda, a la tercera y a la quinta las colocó en un convento. Mariana fue la que inició ese éxodo de hijas hacia dentro de las paredes de piedra del convento de la Concepción. Aún no tenía cumplidos los once años. El padre la entregó a la abadesa en una ceremonia solemne, a la que acudía una serie de hombres con el propósito de hacer constar cuán importante era para la sociedad toda aquella transacción: junto al padre estaban el vicario del convento, el procurador general y el mayordomo del padre. A cambio de dejar allí a su hija, don Francisco de Alcoforado ofrecía trescientos mil reis en monedas de plata.
Marianita no pasó mal aquellos años. Entre los once y los dieciséis será una educanda en estado de pupila. Había muchas niñas correteando por los pasillos y la huerta del convento, que era inmenso. Una buena cantidad de monjas se ocupaban también de las niñas. Tal vez Mariana no extrañó a la madre: no era el momento de la familia nuclear todavía y los niños, en las clases nobles, se criaban entre gobernantas.



El convento no ofrecía el regazo de una madre pero sí una gran cantidad de beneficios a aquellas niñas: hoy se rescata la importancia de los conventos para las mujeres como centros donde podían adquirir una cultura mucho más sólida que si hubieran seguido el camino del matrimonio. En los conventos no sólo aprendían a bordar sino que además de leer y escribir, aprendían latín, cálculo y teología, entre otras ciencias. A los dieciséis años, Mariana fue confirmada como novicia, y poco más tarde todos descubrirían en ella una lucidez evidente y una notable inteligencia. Fue nombrada archivera, a cargo de las cuentas del convento y especialmente de la correspondencia, lo cual la supone ejercitando su pluma, inclinada sobre papeles, leyendo y escribiendo.
No hay que idealizar tampoco la vida de Mariana antes de que su destino se cruzara con Noel de Boutton: "Yo era mocita, crédula, me habían encerrado desde niña en el convento, a mi lado no vi nunca más que gente buena, jamás nadie me había lisonjeado." La monotonía debía ser aplastante, a pesar del lujo y la comodidad con que vivían aquellas monjas de origen aristocrático, que estaban allí por motivos a menudo muy distantes de la vocación religiosa.

En efecto, no solamente los padres ricos que preferían repartir su fortuna entre sus vástagos varones dejaban allí a sus hijas. También había viudas que preferían preservar su "decoro", viudas con hijos que no querían dilapidar la herencia de éstos, chicas a quienes sus padres protegían después de haber dado "el mal paso", y hasta púberes que esperaban allí a tener edad suficiente para casarse con sus prometidos. Tal vez no fueran mayoría las vocacionales.

3 comentarios:

Beatriz dijo...

Qué vidas.......

Mariana dijo...

"me consumísteis con vuestras asiduidades, me enardecísteis con vuestros arrebatos, me encantásteis con vuestras complacencias, me convencísteis con vuestros juramentos, mi inclinación apasionada me sedujo y el resultado de estos comienzos tan agradables y felices son lágrimas, suspiros y una muerte funesta"

Agradecida dijo...

Mi hada siempre poniéndome hermosa.