martes, 2 de marzo de 2010

LECTORAS CON ARTE MARZO. FRANZ VON DEFREGGER

De repente me he encontrado con ella y, salvando distancias, he creido reconocer a más de una, que entre cacharros y faena, delantal arremangao, se concede un momento que apenas se detiene, para ojear, aunque solo sea fugazmente, esas letras que tanto esperaba…


“Mujer leyendo una carta” 1882

Óleo sobre lienzo.

Franz Von Defregger:


El pintor del pueblo. Autor de numerosos lienzos, su pintura, costumbrista, intimista y al mismo tiempo paisajista, expresa toda una visión del mundo, "völkisch" en el mejor sentido de la palabra, esto es, popular, tradicional. Sus personajes son los campesinos, las mujeres y los niños, la familia, pero también los revolucionarios que con Andreas Hofer a la cabeza, intentaron lo imposible en las bellas tierras del Tirol del Sur.
Difícil es separar en Defregger su dimensión artística de la emotividad política que subyace en muchas de sus pinturas.


Franz von Defregger nació en abril de 1835 en Stronach (Tirol), en una familia de siete hermanos, mostrando su inclinación artística desde muy temprana edad.

Tras la muerte de su padre en 1858 decide estudiar en una escuela de arte en la ciudad de Innsbruck. Allí, además de perfeccionar su aptitud para la pintura, descubre el mundo de la música, que le acompañaría hasta su muerte, colaborando en varias orquestas de cámara.

El profesor Stolz sería, entonces, quien haría progresar a Defregger hasta hacer de él el famoso retratista y pintor de perfiles humanos.

Aprovechando un viaje a Munich, Stolz lleva a su alumno allí, y le presenta al profesor Karl Piloty, con el que se quedaría desde entonces Defregger. En la academia muniquesa pulirá Defregger su pintura y su técnica del grabado.

Con Hermann Dyck estudiará los viejos modelos clásicos, para sacar de ellos recursos y transplantarlos al mundo contemporáneo tirolés.

La década de los 60 del siglo XIX marcarán su despegue artístico, con unos primeros óleos de gran calidad sobre escenas campesinas en el Sudtirol.


Como todo buen pintor, París llamó su atención, y decidió viajar allí. Vivió en la capital francesa dos años, en los que desarrolló su técnica pictórica y, sobre todo, conoció las corrientes artísticas más vanguardistas de entonces (el impresionismo, por ejemplo, que no le convenció en absoluto) y los ricos museos, donde pudo estudiar el arte de Rembrandt, Hals y otros artistas del barroco holandés, costumbristas como él.

La estancia en la gran urbe parisina estuvo llena de dificultades y Defregger, que no acababa de encajar en aquel ambiente vanguardista, decidió regresar al estudio de Piloty en Munich.

Pero tampoco allí consiguió un trabajo seguro hasta 1867, en que consigue una plaza en la academia. Había pasado dos años inmerso en su mundo tirolés, realizando numerosos bocetos y grabados sobre la vida campesina y, cuando al fin cuenta con la plaza en Munich, prepara con calma una obra de grandes dimensiones para la Exposición de Arte del año 1868 con la que ganará el Primer premio. Aquel éxito representó para el artista un gran hito en su carrera, y sobre todo un punto de partida para lo que sería su obra a partir de entonces. La técnica del claroscuro, las sombras y el dominio absoluto de la figura, así como el movimiento escénico, iban a empezar a ser conocidos desde entonces por el gran público. Ello le reportaría una serie de retratos por encargo, entre otros el de la que sería su futura esposa.
También entonces Defregger se inicia en el tema histórico, centrándose en la historia local de su tierra, el pueblo tirolés que lucha por su independencia.


Con 35 años de edad, Defregger se independiza de Piloty y comienza su carrera en solitario, teniendo ya encargos múltiples.

En 1872 se casa y se compra una casita en Schwabing. Frecuenta balnearios cada vez con mayor asiduidad por problemas de salud, que casi paralizan su actividad artística dos años. Pero se recupera y es capaz de presentarse con tres óleos a la Exposición Internacional de Viena del año 1873 consiguiendo la Medalla de oro y el unánime elogio de la crítica.

En esta época, y tras una estancia en Bozen, Defregger pinta sus mejores obras. Las escenas campesinas y populares de su Tirol lo conectarán con la corriente romántica centroeuropea, volcada en el pueblo. En 1875 vuelve de nuevo a Munich, donde fija su residencia.

Continúa con su temas intimistas y sus numerosos retratos. Se hace rico y su familia crece. El dominio de las luces y las sombras es ya total, así como la perfección en las figuras. Los ojos de sus personajes serán "el sello" inconfundible de sus pinturas.

De esta época es su serie histórica -fruto de un viaje por las tierras del independentista Andreas Hofer- más conocida e internacional

En 1878 es nombrado, por el rey Luis lI de Baviera, Profesor de pintura histórica de la Academia de Arte de Munich, lo que representaría para Defregger el cúlmen de su carrera artística. Continuó pintando y participando en otras exposiciones en París, Viena y Alemania, aunque ya no con el éxito de los años 70: el avance de las corrientes vanguardistas y el poder de galerías y marchantes en el "mercado del arte" recién nacido marginaba a los pintores románticos.

Franz von Defregger murió en Munich en enero de 1921, con 86 años de edad, dejando un legado de más de 3.500 obras, de las cuales muchas se perderían en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Su cuerpo reposa en el cementerio familiar del norte de la ciudad de Munich.

5 comentarios:

Cristina dijo...

pues me dijo que era fácil la receta, pero con esta letra que tiene no entiendo ná... si parece que ha estudiado medicina... a ver... ¿esto es ojo con la carne o que le eche ajo a la carne? ¿y aquí qué pondrá, solomillo o codillo? bueno... ¡me la voy a inventar yo, que están a punto de llegar a la refacción y me van a pillar hecha unos zorros!

Anónimo dijo...

Querida hija:
Como siempre quería decirte lo mucho que te echamos de menos todos, aunque a mí lo que realmente me importa es saber que tú estás feliz. ¿Cómo van esos estudios? ¿Y en la residencia, te tratan bien? Y la gente ¿cómo es la gente allí? ¿Tienes ya muchos amigos?
No sé, hija mía, a veces esta distancia me pone triste y pienso si realmente has encontrado lo que buscabas con ese empeño tuyo en salir del pueblo...

Y otras veces, otras veces, sueño imaginándote, elegante con el sombrerito que te regalé, asistiendo a clases, con los ojos muy abiertos sorprendiéndote de todo y una gran sonrisa, tu sonrisa, que me devuelve la tranquilidad.

Ya me hubiera gustado, querida hija, ser yo quien te enseñara algo más que a cocinar, zurcir o planchar..aunque ¡no creas!, en mi humilde opinión pienso que, sea como sea ese otro mundo al que has marchado, de algo te servirá, si no ahora algún día. En cualquier caso, no olvides que te enseñé todo lo que sabía y que lo hice con todo mi amor.

Imagino que andas muy ocupada con eso que llaman exámenes, pero si puedes no olvides unas letritas para tu madre que tanto te quiere.
(¡Ah! Espero esta vez no haber cometido muchas faltas de ortografía, y si no corrígeme, que nunca es tarde para aprender)
_________________________________

- ¡Susan! ¡Susaaan!
- Sí,señora...

(¡Ay, madre, madre, si usted supiera!)

Anónimo dijo...

Querida amiga:

Sólo dos palabras: estoy contigo.

(Aquí, allí, donde quiera que tú estés).

pilar dijo...

Tres años ya que murió en el frente y aún no sé qué dice su carta.
¡Maldita ignorancia! ¿Por qué no me habla el silencio?

Un vendedor dijo...

Estimada señorita:
debo decirle que hace tiempo que la observo con atención. Llega al mercado a primera hora, con su cesta de mimbre y su andar pausado, recorriendo los puestos con desgana. De vez en cuando toma entre sus manos una fruta y la acaricia con los ojos cerrados, deleítándose en su tacto. De repente es como si despertara y la deja caer asustada. Nunca mira a los ojos de los vendedores, entre los que me encuentro, como si se avergonzara de algo, como si no quisiera ser reconocida. Nunca la he visto cruzar una palabra con nadie. Me intriga usted, señorita, nunca antes la había visto por aquí, y desearía saber qué secretos guarda. Por eso he sentido la necesidad de dejar caer esta carta en su cesta sin que usted me viera. Puede que mañana levante usted sus ojos preguntándose quién es el autor de esta carta.