miércoles, 27 de noviembre de 2013

ACTA DEL MES DE NOVIEMBRE

ASISTENTES: Marga, María Sur, María del Mar, Pilar, Elena, Julia Carlota y Cristina

INVITADA: Lale González-Cotta
LUGAR: El Abuelo
FECHA: 12 de noviembre




Desde el principio, el encuentro con nuestra invitada fue como si de una amiga se tratase. No llegaré a decir que la complicidad fuese la misma que la que había entre Delia y Charlotte pero casi casi.

“En el viejo Nueva York de 1850 despuntaban unas cuantas familias cuyas vidas transcurrían en plácida opulencia”. 

Así empieza nuestro libro del mes, “La Solterona” de Edith Wharton, espléndidamente traducido por nuestra invitada de lujo, Lale González-Cotta y con una cuidada edición de Impedimenta. Siguiendo la misma línea, mi acta debería empezar así: “en la vieja Sevilla de 2013 despuntaban unas cuantas lectoras cuyas cenas transcurrían en plácida charla”... bueno... plácida no es la palabra exacta... ¿pongo acalorada? ¿expansiva? ¿alterada? ¿convulsa? El matiz de las palabras es muy importante, como nos dejó bien claro nuestra invitada.

Lo que es seguro es que la palabra exacta para mi estado mental durante la cena era dispersa. Tan dispersa estaba yo que no tomé ni una nota, así que todo lo que vais a leer es producto de mi imaginación (y mi escasa memoria), y todo parecido con la realidad, pura coincidencia. Pero como yo hago caso siempre a los autores a los que leemos, no sé por qué os estoy dando tantas explicaciones, ya que dijo Edith: "Uno podía hacer lo que quisiera (incluso matar) siempre que no tratase de dar explicaciones" (112)

El libro dio juego para tratar muchos temas eternos: el amor, la maternidad, las apariencias, la amistad... Ese creo que es el truco para que los libros no se pasen de moda, y lleguen a la inmortalidad.

Pero sobre todo hablamos del interesante proceso de la traducción (¡oh, Javier Lacruz, cómo te invocamos!). Es curioso comprobar de nuevo cómo hay libros que tú eliges y otros que te eligen a ti. Lale nos contó que fue mirando a través de los ojos de Bette Davis, por los que ella llegó a esta solterona neoyorkina. Lale se quejó de que es una profesión poco valorada (en todos los sentidos), aunque escuché yo vocecillas alrededor de la mesa que decían lo mismo de las distintas profesiones de las comensales. Ella se siente muy a gusto con esta autora, y desde luego el resultado de su trabajo nos ha encantado a todas, así que entre este grupo de lectoras la valoramos muchísimo.

Llegamos a la conclusión de que nunca en la literatura (ni en la vida) hay buenos ni malos. Las dos protagonistas de esta novela tienen un abanico tan amplio de matices intermedios que hacen que acabes la lectura sin odiar ni amar a ninguna en especial.

 Uno de los momentos más acalorados fue cuando debatimos si Delia “cuyo carácter tendía a lo novedoso” lo hizo todo por Charlotte o por el recuerdo de Clemen, y si debía haberle consultado antes de cancelar su boda y decidir su futuro sin contar con ella. Porque lo que Charlotte de verdad quería era “casarse como las demás”, y sin embargo se vio obligada a mantener oculto el amor que sentía hacia su hija Tina, y a vivir con el dolor de escucharla llamar a Delia mamá: “El propósito más firme de la vida de aquella desdichada mujer era que su hija no averiguase nunca el vínculo entre ambas” (114).

Por supuesto, tratándose de una reunión tan femenina, también hablamos de hombres. De los magníficos personajes masculinos que rodean a Charlotte y a Delia. Cómo no enamorarse del “excéntrico, foráneo y caústico” Clement Spender, ese primer amor compartido por las dos, y del que únicamente vemos lo que atañe a sus recuerdos. ¿Y el sabio doctor Lanskell? ¿no dan ganas de ir a su consulta?... Mención aparte son los Ralston “que no habían llegado a las colonias para morir por un credo, sino para vivir de una cuenta bancaria” (10).

La modernidad de Edith Wharton en algunas de sus convicciones también fue comentada, en especial la que se hace patente en los pensamientos de Delia sobre la maternidad: “esos bebés que se suponían que lo compensaban todo, pero que resulta no ser así. Una seguía sin saber qué se había perdido o qué era aquello que los hijos compensaban” ¿es ese un pensamiento de 1850?... Y nos ha gustado mucho la sutilidad de su lenguaje y su fina ironía, como cuando habla de la adopción de Tina diciendo: “la gente se maravillaba de la suerte que había tenido al elegir un ejemplar tan interesante entre sus huérfanos” (63).

Pero sobre todo hablamos de literatura. Lale es una gran lectora, y aunque ella dice que se le olvida todo lo que lee, nos recomendó muchos títulos (prueba de ello es la entrada de las recomendaciones que puse en su momento). Y nos riñó (cariñosamente) porque a nuestra avanzada edad no hayamos leído nada de Luis Landero. Así que cuando llegué a casa (a pesar de haber olvidado mi llave y tener que despertar a mi sufridor) aún tuve fuerzas para buscar algo suyo en mi biblioteca, y encontré "Hoy, Júpiter". Y empecé a leerlo. Ya sabéis que soy insomne.

Así que quiero acabar con una frase sobre la lectura que me encantó de ese libro, y que define a la perfección nuestra pasión lectora:

"Deja que el corazón afluya en tu boca, abandónate al lenguaje, recréate en cada vocablo, saborea cada sílaba, toma en tus manos cada frase como si fuesen pájaros y échalos a volar, o polvos mágicos que esparces entre la concurrencia, piezas de tela que despliegas ante los clientes, y haz de cada palabra un santuario al que otras palabras vengan en peregrinación, y no dudes nunca, ni siquiera en las pausas, al revés, galléate en los silencios como hace el torero en los desplantes, baja tu voz hasta el murmullo y elévala luego hasta que rompa en trueno"


EL RESULTADO DE LA ENCUESTA: 4 VOTOS, 1 MUY BIEN, 3 BIEN.

4 comentarios:

maria sur dijo...

Pilipili, gracias a tus protestas otoñales disfruto yo de este amanecer tan cálido…¡magnífico acta, Cristina!

Angela dijo...

Con tu acta me he transportado a la cena...no ha hecho falta ni que tú tomaras notas ni que yo estuviera allí. Muchas gracias Cristina.

Marga dijo...

¡Quién diría que ya has entrado en la edad de los que "ya no pueden hablar de corrido"! No te ha faltado ni un perejil. ¡Gracias!

pilar dijo...

¿¡¡¡Pero quién dice que hay que tener memoria!!!?
Memoria, memoria, qué desperdicio.
¡¡¡Viva la creatividad, Maricristi!!!