“¿Qué es el arte?” -nos preguntábamos metafísicamente cuando yo estaba en la facultad-, “¡morirte de frío!” -decía el más chistoso de mis compañeros-.
Sin morirnos de frío (más bien al contrario), en la cena del otro día nos preguntamos lo mismo durante un ratito, y discutimos sobre cuadros buenos y cuadros malos con señoras de rojo sobre fondo gris. En estos tres años de blog, un cuadro nos ha llevado a otro cuadro, un autor a otro autor y ahora que ya somos experimentadas en esto de leer los lienzos como si fueran libros, y en ver las pinceladas como palabras llenas de matices, rizamos el rizo, y un escritor, Delibes, nos lleva a otro pintor... (Aunque como soy argüitiva, discordante y un pelín exasperante, tengo que discordar con él en que los libros crean problemas, ¡cuestión de matiz!, nunca te crea un problema algo que te gusta, en todo caso te plantean dudas, curiosidades insatisfechas, reflexiones... pero ¿problemas?)
Nicolás nos contó que Ana: “me hizo ver que mi pintura describía pero no narraba...”
Esta es una frase en apariencia inane, pero que define perfectamente dos conceptos de la pintura muy opuestos. Mi imaginación espumosa se desbordó al leerla. Me dejó insatisfecha, me hizo pensar, y tuve que dormirlo para que esas palabras, apenas esbozadas en la cena al comentar el libro, fueran tomando cuerpo en mi conciencia y salieran a borbotones cuando me di cuenta de su importancia. Buscando respuestas he ido volando de un autor a otro autor, de un cuadro a otro cuadro.
Pero antes quise saber cómo define cada una de esas palabras el DRAE:
Describir: (Del lat. describĕre). 1. tr. Delinear, dibujar, figurar algo, representándolo de modo que dé cabal idea de ello / 2. tr. Representar a alguien o algo por medio del lenguaje, refiriendo o explicando sus distintas partes, cualidades o circunstancias / 3. tr. Definir imperfectamente algo, no por sus predicados esenciales, sino dando una idea general de sus partes o propiedades / 4. tr. Moverse a lo largo de una línea. Los planetas describen elipses. La punta del compás describe una circunferencia.
Narrar: (Del lat. narrāre). tr. Contar, referir lo sucedido, o un hecho o una historia ficticios.
Ya sabemos la diferencia de matices entre describir y narrar. García Elvira describe a Ana en su lienzo, y Nicolás lo hace en el libro pero con palabras. Los dos hacen lo mismo: definen a Ana "no por sus predicados esenciales, sino dando una idea general de sus partes, cualidades o circunstancias".
"Le pintó el retrato con el vestido rojo, un collar de perlas (¿de dos vueltas?) y guantes hasta el codo. El vestido, de cuello redondo y sin mangas..." "...eludió el fondo; únicamente una mancha gris azulada, muy oscura, en contraste con el rojo del vestido, más atenuada en los bordes"...
Pero... ¿cómo sería este cuadro narrado en vez de descrito?... Quizás un artista narrativo aportaría algunos elementos que nos hicieran leer una historia (ficticia o no) de la protagonista, conociéndola más allá de su apariencia física, creando alrededor de ella una atmósfera que nos hiciera imaginar cómo sería su vida. Como cuando cada una de nosotras ve un matiz diferente en los libros "de obligada lectura" de nuestras cenas. Esos matices hacen tan interesante nuestro grupo, y provocan que en el mismo libro una crea que la vida que nos cuentan es irreal mientras la de al lado piensa que ha leído retazos de su propia vida. Pero para descubrir estos matices no se puede pasar la mirada superficialmente por las cosas, hay que fijarse en cada detalle por nimio que sea. En los libros hay que fijarse en las palabras y en los lienzos hay que seguir el ritmo de las pinceladas.
Toda esta espuma ha creado mi espumosa imaginación. Y después de dormir la frase en mis noches de insomnio (¡qué paradoja!), creo que he encontrado al pintor narrador que nos hará ver más claramente esas diferencias.
Se llama Cagnaccio di San Pietro. Y como su propio nombre indica es italiano. Pintó a esta elegante mujer con un traje de fiesta rojo sobre la pared gris azulada de su salón. Era la Señora Vighi, esposa de un rico abogado veneciano. Cagnaccio la retrató, fría y con una distanciada calma, con su peinado burgués y sentada en su butaca de piel marrón. En el suelo hay un rico cojín tirado al desgaire, mientras que otro asoma por su espalda. Sostiene un libro sobre la rodilla con sus piernas cruzadas, aunque su melancólica mirada parece alejarse de todos nosotros, volando sobre nuestro hombro izquierdo más allá del lienzo.
Aquí acaba la descripción y empieza la narración...
Este cuadro tiene muchos parecidos con el de Ana pero también los distancian otras muchas cosas. Cuestión de matices.
¿Dónde y a quién mira la señora Vighi?...
¿Habéis visto las dos figuras que decoran la mesa (de caoba) que hay a su izquierda?... ¡Un perro y un gallo! ¡son como juguetes! ¿Qué hacen ahí esos chichirimundis? ¿le recordaban a la señora Vighi su infancia? ¿no tenía otro sitio donde ponerlas más que en un salón tan refinado?
Y como en el arte también hay cotilleos ¡y gente con mucha nigra bilis!, os voy a contar uno referente a este cuadro (vosotras sabéis guardar un secreto): dicen las malas lenguas, que estas dos figurillas las pintó el artista para que quien quisiera ir más allá de lo superficial supiera que ella era su amante. Porque Cagnaccio en italiano quiere decir perro, y el gallo en Italia representa al cornudo... ¡anda con Cagnaccio y con la Vighi!
Pero... ¿qué pensaría el marido de todo ésto?, ¿se sentiría como Nicolás con el cuadro de García Elvira?, ¿sentiría el señor Vighi celos del cuadro?, ¿se martirizaría buscando las palabras que ella escuchaba mientras posaba?, ¿habría preferido el pobre marido un pintor más descriptivo que narrativo para que pintara a su mujer?, ¿qué le contaría a las visitas sobre los chichirimundis que hay en la mesa? ¿que el gallo era un souvenir de Portugal?... ¡ayyyy, que me desbordo otra vez!
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Y ahora, os cuento un poco quién fue su autor. En realidad se llamaba Natale Bentivoglio Scarpa. Nació en una pequeña isla de pescadores de Venecia, llamada Desenzano del Garda, el 14 de enero de 1897. Es uno de los artistas más emblemáticos de la pintura italiana de la primera mitad del siglo XX.
Su infancia transcurrió en la pequeña isla veneciana de pescadores de San Pietro in Volta, en la laguna veneta, de donde era su familia. Eran tan pobres que el padre se vio obligado a aceptar el puesto de farero, y llevaron una vida de soledad y aislamiento que condicionó toda la vida de Cagnaccio. La isla de San Pietro sólo estaba a una hora en barco de Venezia, sin embargo la distancia real de cultura y de vida era terriblemente más amplia y profunda. Venezia es el lugar del alma, de la ilusión y del entusiasmo, para el pequeño isleño que quiere ser artista.
Se formó en la Academia de Bellas Artes de Venecia, donde estudió con Ettore Tito, pero las precarias condiciones económicas de su familia lo obligan a trabajar como decorador en el taller de un artesano. Sus pinturas juveniles se encuadraron dentro de la corriente Futurista. Sin embargo, en la década de los veinte comenzó a adoptar un estilo realista muy personal. Las dramáticas vivencias de la guerra marcaron esta profunda línea de división, modificando definitivamente su visión del mundo, una experiencia extrema que condiciona todo el ambiente artístico de aquel periodo. En 1919 participa junto a Gino Rossi, Casorati, Garbari y Semeghini en una exposición de Venecia. Su obra incluye desnudos, retratos y escenas de la vida cotidiana, imbuidas de lo que posteriormente se conoció como Realismo mágico italiano.
Sobre 1920 comienza a firmar sus obras con el nombre de Cagnaccio, como era conocido en la pequeña isla de San Pietro (que le da el apellido), y que indicaba la imagen que el pintor quería dar de si mismo: un “cagnaccio” (que quiere decir perro, vil), un personaje poco integrado. A pesar de eso, se vuelve una celebridad, con su inconfundible pintura realista caracterizada por una exasperada nitidez y una mirada muy objetiva de la figura, ambiente y objetos, paralela a la pintura de la “Nueva Objetividad” alemana. En 1924 y en 1930 expuso en la Bienal de Venecia.
Esta era una de sus reflexiones sobre el arte:
“Si el espíritu es el animador de la vida, ¿deberá la pintura reflejar solamente la superficie de las cosas, deberá nacer solamente para el goce de los ojos?... una composición de fruta o de flores a la que llamamos “naturaleza muerta”, vive en el ambiente en que es compuesta, y en aquel ambiente tiene una vida que puede impresionar el ojo pero emocionar el ánimo: es en este sentimiento donde está el Arte”
Su obra más famosa es Después de la orgía (Dopo l’orgia), de 1928, donde se muestra una habitación en la que tres mujeres desnudas duermen en el suelo en posturas relajadas.
En los años 30 se agrava una enfermedad incurable que le lleva a bajar su actividad. Sus últimos años los pasa en el hospital del Mar del Lido de Venecia. Muere en Venecia el 29 de mayo de 1946 a los 49 años. Casi a la misma edad que Ana.
Y AHORA... A VER CÓMO DE ESPUMOSA ESTÁ VUESTRA IMAGINACIÓN CON ESTOS CALORES...
CAGNACCIO DI SAN PIETRO on PhotoPeach
11 comentarios:
¡Un mese rosso, Cagnaccio! Rosso, rosso, tutto rosso... tutta la mia vita in rosso... il mio vestito rosso, il martini rosso, il libro di la donna in rosso di Delibes, i campeoni di rosso, tutti i bandieri rosso... Cagnaccio, carissimo, mi piace il rosso tanto... dame un bacio antes de que arrive a casa il mio horro-rosso marito...
togliere il vestito, signora Vighi ... prendo il rosso delle sue labbra e il vostro cuore
¡mira que la ocurrencia, Cagnaccio! con la magnífica colección que tengo de porcelana de Sevres, y los jarrones de Murano tan carisimos que guardo en aquella vitrina, y te da por colocar estos ridículos animales para mi retrato... ¡eres incorregible, caro mio! ¿y dices qué es la última moda de la Bienale? ¿que hasta Peggy Guggenheim tiene uno parecido? mmm... bueno... ¡todo sea por el arte!
Levanto la mirada, y busco con desafío a esa pelirosa, que no rossa, que una vez más reprochará tanto misterio en nuestras identidades...
M.S.
No lo sé... no me acaba de convencer... ¿tú crees que quedará bien en el salón? ¿no sería mejor haber encargado el cuadro a un pintor menos moderno? tú estás bien, elegante y eso, pero esas figuritas que ha pintado en la mesa son una chapuza ¿no crees?... ¿y si lo cuelgas en tu gabinete en vez de en el salón?... por lo menos hasta después de esa cena tan importante que damos la semana próxima, me juego mucho con esa cena, y no sé qué pensarán los invitados cuando lo vean... no sé, no sé... no me acaba de convencer...
Arte, querida Cristina, es hacer una entrada como ésta.
"Lo importante no es saber lo que quiso decir el artista cuando creó su obra, sino la capacidad de abrir los sentidos del espectador cuando la contempla"
ONDA
pd: suprimi yo el anterior comentario con identico contenido sin enlace.
Leyendo Madame Bovary pienso:
Uno es la siesta y otro la madrugada.
Uno es el cuerpo y el otro el alma.
Uno me agita y el otro me descansa.
Uno es la calma y el otro la fuerza.
Uno me clama y el otro me reclama.
Uno es el sosiego y el otro el tormento.
Uno es tierno y el otro rudo
Uno es ingenuo y el otro sagaz.
Uno es victima y el otro verdugo......
Y yó, ¿quien soy yo?, ¿quien se esconde debajo de este vestido rojo?
¿quien vivirá en esa isla que veo al frente? ¿quién se esconderá entre sus canales? desde este faro sólo puedo ver un turbio perfil que se duplica en las aguas del canal, pero todo el mundo habla de sus riquezas, de sus palazzos que esconden tesoros inimaginables. Debo salir de aquí y verlo con mis propios ojos. Este faro es mi prisión.
Creo que me voy al Lido a darme un chapuzón, carissimo Cagnaccio, Venezia está desierta, no hay vida social ninguna ¡y hace un calor de espanto!
¿Ves la cara de mosquita muerta que tiene la Vighi en este cuadro? ¡Pues si yo te contara…!
S.M.
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