Como viento foreño del suroeste,
nuestro amigo Ramón ha querido compartir con nosotras
este soplo de aires nuevos:
Expedición WinDreamer
nuestro amigo Ramón ha querido compartir con nosotras
este soplo de aires nuevos:
Expedición WinDreamer
Las playas de Doñana constituyen la franja litoral del sur-atlántico peninsular español más conservada de Europa. 30 Km. de playa virgen, entre un cordón de dunas móviles batidas por las olas y siempre observadas por halcones y milanos.
Esta parte del Parque Nacional es, por así decirlo, la única vía transitable entre Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, y la población de Matalascañas, provincia de Huelva. Por aquí únicamente transitan los pescadores, en bicicleta o caminando, hasta la torre vigía, lugar de buena pesca, o los vehículos del Parque. El resto de los caminos, sólo frecuentados esporádicamente por las hermandades en su peregrinación al Rocío, son caminos de arena que atraviesan el espacio natural entre pinares y marisma, que no desmerecen en belleza a la playa pero que son de tránsito imposible incluso para un 4x4.
Nuestro desafío: recorrer en ida y vuelta la distancia que separa las dos poblaciones, 60 Km. de arenas húmedas aprovechando la bajamar y los vientos favorables del suroeste, localmente llamado “foreño” por aquello de que viene de “fuera”.
Nueve WinDreamers, nueve, embarcamos esa tarde a las 14,30h en la barcaza que atraviesa el Guadalquivir en su desembocadura, a la altura de Bajo de Guía, recomendable rincón para los que aprecien unos buenos langostinos acompañados de un catavino de manzanilla fría.
La barcaza realiza la travesía entre las dos orillas de forma discrecional, cuando hay gente, va, y cuando no, se queda, así de sencillo, aunque es muy normal encontrar algún Landrover y su personal con destino al parque. Lo habitual es que cobren 6 € por persona en trayecto de ida y vuelta. En nuestro caso fueron 12 € por aquello de que llevábamos los carrovelas montados; la próxima vez negociaremos mejor. La bajamar, de coeficiente 48, estaba prevista para las 18 h , con lo que disponíamos de 3 horas y media efectivas de navegación para el recorrido completo y una hora más de margen de seguridad para los imprevistos.
Cuando desembarcamos, el “foreño” soplaba de cara y la marea había menguado escasamente, apenas había 4 metros de banda de arena húmeda y blanda, a todas luces insuficiente para la ceñida y, además, pronto nos dimos cuenta de que hasta la Punta del Malandar, que es la parte más meridional de la desembocadura, quedaban al menos 2 Km. Optamos por hacer el recorrido a pie y, como animales de carga, nos ingeniamos la manera de avanzar tirando del carro.
Los vientos húmedos venían cargados y pronto el cielo se oscureció y descargó sobre la expedición el último aguacero de la jornada. Nos obligó a ponernos el traje de agua y refugiarnos al socaire de un antiguo bunker situado a mitad de trayecto. Caminamos a barlovento con la cara mojada kilómetro y medio, hasta que, por fin, la curva de la desembocadura nos fue orientando hacia el Oeste hasta notar el viento por la mejilla izquierda. Perfecta orientación para intentarlo.
En esta zona de la margen derecha del río, la arena se expande como un fieltro húmedo y compacto. Los que iban delante ya estaban a bordo y comenzaban a “calentar rueda” haciendo bordos; los que íbamos detrás, tirando aún del carrovela, caminábamos sin esperanza, nuestros pasos se acortaban -las ganas de llegar nos hacían más lentos-, pero solo era una sensación; pronto arranchamos el windreamer y notamos la escota pidiendo fuerza.
Estábamos navegando. 6 WinDreamers individuales, 3 tándems, uno de ellos para transportar respetos y herramientas, en total 11 WinDreameros. Por proa, la playa inmensa; a babor la espuma de mar; a estribor las dunas, y por popa dejábamos ya la silueta de Bajo de Guía perdiéndose por el horizonte. Sol en nuestras cabezas, suroeste limpio y estable de 15 nudos, velas de 4.5 m2, velocidad de crucero: 22 nudos ¡quién puede pedir más! Avanzamos en grupo, a veces rueda con rueda y otras distanciados. Los tándems con dos personas, más lentos, igual que mi carro, con vela de 5.5.
La playa con media marea acusaba aún los efectos de los temporales de invierno.
Lagunas y regatos se convirtieron a lo largo de la travesía en pequeños fosos de agua salada como los que se encuentran los corredores detrás de las vallas, unos de poca profundidad los pasamos levantando agua, ducha incluida, otros nos obligaron a pasarlos a pie; los más atrevidos los atravesaron con el agua por la cintura.
Los Agentes del Parque se sorprendieron cuando, al venir a indicarnos que los vehículos a motor no pueden circular por la playa, observaron este invento maravilloso que se mueve impulsado sólo por nuestro amigo Eolo. Visto y oído, paso expedito para continuar, eso sí, con parte incluido en el que describe el WinDreamer como un “artefacto parecido a un triciclo con vela”.
En otras partes del trayecto los temporales y las mareas dejaron su huella en forma de bañeras como si de una pista de esquí se tratara.
Esta parte del Parque Nacional es, por así decirlo, la única vía transitable entre Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, y la población de Matalascañas, provincia de Huelva. Por aquí únicamente transitan los pescadores, en bicicleta o caminando, hasta la torre vigía, lugar de buena pesca, o los vehículos del Parque. El resto de los caminos, sólo frecuentados esporádicamente por las hermandades en su peregrinación al Rocío, son caminos de arena que atraviesan el espacio natural entre pinares y marisma, que no desmerecen en belleza a la playa pero que son de tránsito imposible incluso para un 4x4.
Nuestro desafío: recorrer en ida y vuelta la distancia que separa las dos poblaciones, 60 Km. de arenas húmedas aprovechando la bajamar y los vientos favorables del suroeste, localmente llamado “foreño” por aquello de que viene de “fuera”.
Nueve WinDreamers, nueve, embarcamos esa tarde a las 14,30h en la barcaza que atraviesa el Guadalquivir en su desembocadura, a la altura de Bajo de Guía, recomendable rincón para los que aprecien unos buenos langostinos acompañados de un catavino de manzanilla fría.
La barcaza realiza la travesía entre las dos orillas de forma discrecional, cuando hay gente, va, y cuando no, se queda, así de sencillo, aunque es muy normal encontrar algún Landrover y su personal con destino al parque. Lo habitual es que cobren 6 € por persona en trayecto de ida y vuelta. En nuestro caso fueron 12 € por aquello de que llevábamos los carrovelas montados; la próxima vez negociaremos mejor. La bajamar, de coeficiente 48, estaba prevista para las 18 h , con lo que disponíamos de 3 horas y media efectivas de navegación para el recorrido completo y una hora más de margen de seguridad para los imprevistos.
Cuando desembarcamos, el “foreño” soplaba de cara y la marea había menguado escasamente, apenas había 4 metros de banda de arena húmeda y blanda, a todas luces insuficiente para la ceñida y, además, pronto nos dimos cuenta de que hasta la Punta del Malandar, que es la parte más meridional de la desembocadura, quedaban al menos 2 Km. Optamos por hacer el recorrido a pie y, como animales de carga, nos ingeniamos la manera de avanzar tirando del carro.
Los vientos húmedos venían cargados y pronto el cielo se oscureció y descargó sobre la expedición el último aguacero de la jornada. Nos obligó a ponernos el traje de agua y refugiarnos al socaire de un antiguo bunker situado a mitad de trayecto. Caminamos a barlovento con la cara mojada kilómetro y medio, hasta que, por fin, la curva de la desembocadura nos fue orientando hacia el Oeste hasta notar el viento por la mejilla izquierda. Perfecta orientación para intentarlo.
En esta zona de la margen derecha del río, la arena se expande como un fieltro húmedo y compacto. Los que iban delante ya estaban a bordo y comenzaban a “calentar rueda” haciendo bordos; los que íbamos detrás, tirando aún del carrovela, caminábamos sin esperanza, nuestros pasos se acortaban -las ganas de llegar nos hacían más lentos-, pero solo era una sensación; pronto arranchamos el windreamer y notamos la escota pidiendo fuerza.
Estábamos navegando. 6 WinDreamers individuales, 3 tándems, uno de ellos para transportar respetos y herramientas, en total 11 WinDreameros. Por proa, la playa inmensa; a babor la espuma de mar; a estribor las dunas, y por popa dejábamos ya la silueta de Bajo de Guía perdiéndose por el horizonte. Sol en nuestras cabezas, suroeste limpio y estable de 15 nudos, velas de 4.5 m2, velocidad de crucero: 22 nudos ¡quién puede pedir más! Avanzamos en grupo, a veces rueda con rueda y otras distanciados. Los tándems con dos personas, más lentos, igual que mi carro, con vela de 5.5.
¡Ojo a navegantes, hay que elegir la vela adecuada!
La playa con media marea acusaba aún los efectos de los temporales de invierno.
Lagunas y regatos se convirtieron a lo largo de la travesía en pequeños fosos de agua salada como los que se encuentran los corredores detrás de las vallas, unos de poca profundidad los pasamos levantando agua, ducha incluida, otros nos obligaron a pasarlos a pie; los más atrevidos los atravesaron con el agua por la cintura.
Los Agentes del Parque se sorprendieron cuando, al venir a indicarnos que los vehículos a motor no pueden circular por la playa, observaron este invento maravilloso que se mueve impulsado sólo por nuestro amigo Eolo. Visto y oído, paso expedito para continuar, eso sí, con parte incluido en el que describe el WinDreamer como un “artefacto parecido a un triciclo con vela”.
En otras partes del trayecto los temporales y las mareas dejaron su huella en forma de bañeras como si de una pista de esquí se tratara.
Lo demás, todo placer, velocidad, emoción.
Un descanso al final del primer tramo con avituallamiento,
cambio de ropa mojada y,
cómo no, el deleite de estar allí.
A las 18 h, ya con bajamar pronunciada, emprendimos el regreso, ahora casi sin obstáculos. La vuelta, con viento de aleta por estribor, la hicimos realmente rápida. Nuestra hora límite la marcaba el trasbordo de la barcaza, las 20 h, en el mismo lugar que nos dejó. El tiempo se hizo corto para una sensación tan intensa. El viento de popa que soplaba por la margen derecha hasta la zona de embarque nos llevó, en el trayecto final de la travesía, sueltos de manos y con la emoción de haber alcanzado nuestro objetivo.Un descanso al final del primer tramo con avituallamiento,
cambio de ropa mojada y,
cómo no, el deleite de estar allí.
¡Algo grande!
Como dijo A. Einstein, “sin desafíos la vida es una rutina”.
Con nuestra singladura en Doñana hemos roto la rutina,
hemos vivido el desafío durante una tarde, corta, pero fascinante.
Como dijo A. Einstein, “sin desafíos la vida es una rutina”.
Con nuestra singladura en Doñana hemos roto la rutina,
hemos vivido el desafío durante una tarde, corta, pero fascinante.
Ramón Pardo
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Y si quereis saber más de estas triciclovelas o verlas en acción, aprovechad este viento y pinchad aquí: http://www.windreamer.es/
Y ADORNO LA ENTRADA CON ESTE VÍDEO DE LA EXPERIENCIA:
Costa de Doñana from Parpu on Vimeo.
8 comentarios:
¡Qué maravilla, Ramón!
Por cierto, se me está ocurriendo con eso que dice Einstein, que sería divertido desafiar a nuestro querido foreño a....
¡anda, me voy un fin de semana y viene un hombre a contarnos cosas de los vientos foreños!
Gracias Ramón (y a su amanuense foreña también)
¡qué bonita expedición! ¡dan ganas de subirse al carrovela por esas arenas para romper la rutina con la espuma de las olas! Bien, Ramón, y ya sabes, ¡a fabricar más tandem, que nos tienes que pasear a las que dominamos los vientos del teclado pero no los del amigo Eolo!
¡A mí me encantaría hacerlo! Ramón, ¡qué envidia! ¿Fue Elena también? Debe dar un gusto tremendo estar subido en un carrovela.
¡Enhorabuena!
¡Qué emocionante! He notado el viento en la cara, el agua en todo mi cuerpo, me ha fastidiado tener que pagar 12 euros por barba para cruzar el Guadalquivir, me he puesto nerviosa cuando han aparecido los Agentes del Parque, he disfrutado de la libertad y el poderío que sólo la naturaleza te permite sentir...y sobre todo me ha calado hondo la imagen de esos langostinitos acompañados de una manzanilla fresquita, fresquita...
¿pos no me ha entrao sed con tu comentario, Marga? ¡vamos, y si me apuras también hambre de langostinitos!
HE PUESTO ARRIBA UN VÍDEO DE LOS QUE TIENEN EN SU PÁGINA PARA QUE SE OS PONGAN LOS DIENTES (MÁS) LARGOS.
fantástico Ramón, qué envidia y qué bien nos lo has contado, me imagino esa maravillosa sensación.
¿Podríamos navegar las de hoy libro en un tandem para 14? Engañamos, estamos más delgaditas de lo que parece.
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