sábado, 17 de noviembre de 2012

LECTORAS CON ARTE. NOVIEMBRE

Si el mes pasado era el levante el que soplaba con furor , este mes de noviembre comenzaba con lluvia confundida en lágrimas y aires grises que nos abatían irremediablemente. 
Ley de vida, a la que no quisiera olvidar poner una nota de color y esperanza con esta bella alegoria de Klimt, en la que aunque no aparece ninguna lectora basta con mirarlo para invitarnos a reflexionar o simplemente a soñar. 

A soñar dejando a un lado las múltiples interpretaciones del mísmo que ya conocemos, incluso dejando a un lado el bello fragmento de la criatura y la madre o de la madurez y el nacimiento, para centrarnos en esa figura tan desconcertante como cierta de la vejez en la que lejos de ver un segundo plano quiero interpretarlo como el  apoyo donde se sustenta el resto y en la que lejos de la desesperación ante el fondo negro y ante sí mísma, vacia ya de color, se tapa los ojos únicamente para retener a conciencia todo el colorido y la belleza que ha sido capaz de dejar tras de sí. 
Dos razones más que suficientes para pensar con optimismo en el paso inexorable del tiempo ¿o no? 

 
























Las tres edades de la mujer. 1905 
Óleo sobre lienzo, 180 x 180 cm. 
Roma, Gallería Nazionale d'Arte Moderna-Arte Contemporánea 


Gustav Klimt 
(Viena 1862 – Viena 1918) 

Nació en el seno de una familia de tradición artesana. Su padre, Ernst Klimt, orfebre de origen bohemio orientó a sus tres hijos varones –del matrimonio nacieron también cuatro hijas- hacia su mismo camino profesional. De esta forma, Gustav, el mayor de los varones, ingresa en 1876 en la Escuela de Artes Aplicadas del Museo Imperial de Arte e Industria de Viena. Allí se hará con una sólida formación técnica y teórica y, al terminar sus estudios en 1883, constituye con su hermano Ernst y su compañero Franz Matsch la “Compañía de artistas”. 

La Administración imperial estaba empeñada en la promoción de las artes decorativas, y el proyecto monumental de la Ringstarre –una avenida circular en torno al casco histórico de Viena - entonces en plena realización, proporcionaba una inmejorable oportunidad a artistas, arquitectos y artesanos. Después de foguearse en algunos encargos lejos de la capital los tres socios decoran la escalinata del Burgtheater  y después, su éxito les vale el encargo de las pinturas decorativas de la escalera del Museo de Historia del Arte, otro de los grandes edificios de la Ringstrasse. 

En 1888, por otra parte, Klimt había pintado para el concejo vienés una vista interior del viejo Burgtheater que le valió en 1890 el Premio del Emperador. Con menos de treinta años, Klimt era ya uno de los artistas más prestigiosos de Viena. 

En 1897, su interés por el arte de vanguardia lo llevó a abandonar la Asociación de Artistas Vieneses y a fundar, con algunos amigos, la famosa Secesión Vienesa, de la que fue el primer presidente y máximo exponente. Así pués, las pinturas murales alegóricas para la Universidad de Viena, en las que se advertía ya un evidente cambio de estilo, suscitaron duras críticas, por lo que el artista abandonó el encargo antes de finalizarlo. 
Una de las principales exposiciones del grupo secesionista será la organizada en 1902, dedicada a la escultura de Beethoven realizada por Max Klinger. Para este importante evento, Klimt pinta una de sus obras fundamentales: el Friso Beethoven
Como consecuencia del episodio con la Universidad, ya no volvió a recibir encargos oficiales, pese a lo cual realizó gran cantidad de telas, en primer lugar paisajes plasmados con una concepción muy peculiar de la perspectiva y en los que predominan las tonalidades verdes, y después, sobre todo, figuras femeninas, que constituyen lo más conocido y valorado de su producción. En estas obras supo combinar el realismo del retrato con un decorativismo extremo en los fondos y los vestidos, en los que predominan los tonos amarillos y dorados y los motivos inspirados en las alas de mariposa o las colas de pavo real. Algunos estudiosos sugieren que el viaje que realizó por Italia en 1903, visitando Florencia, Venecia y Ravena, interesándose especialmente por los mosaicos bizantinos que decoran las iglesias de San Vital y San Apolinar provocaría el inicio de su "fase dorada", cuya obras más importantes son El Beso y el retrato de Adele Bloch-Bauer I entre otras muchas imbuidas todas ellas de una sensualidad palpable. 

En 1905, Klimt y otros artistas próximos a él abandonan la Secesión, aunque mantienen los mismos ideales, expresados en la gran exposición de la Kunstschau de 1908. 

Klimt no se casó, aunque tuvo varios hijos naturales, de los que reconoció al menos tres. 

En 1909 visita París, interesándose especialmente por la obra de Toulouse-Lautrec y de los fauvistas, encabezados por Matisse. También le llaman la atención los trabajos de Van Gogh, Gauguin y Munch. A su regreso a Viena se produce un importante cambio en su pintura ya que finaliza la época dorada y empieza la etapa identificada como caleidoscópica, ya que el decorativismo y la diversidad de colores se adueñan de las telas. 
En los primeros años de la década de 1910 Klimt empieza a ser valorado internacionalmente y sus trabajos consiguen buenas críticas en la IX Biennale de Venecia (1910), obteniendo al año siguiente el primer premio de la Exposición Universal de Roma. 
Será en 1911 cuando realice un largo viaje por Europa, visitando Florencia, Roma, Bruselas, Londres y Madrid, donde pudo contemplar los trabajos de su admirado Velázquez. 

La muerte de la madre del pintor en 1915 supondrá un duro golpe para él, provocando que su paleta se haga más oscura, lo que conducirá a que sus paisajes tiendan al monocromatismo 

El 11 de enero de 1918 Gustav Klimt sufría un ataque de apoplejía que le dejó medio paralizado. Al mes siguiente fallecía a consecuencia de una neumonía. Cuatro días después era enterrado en el cementerio de Hietzing, habiendo rechazado la familia un panteón de honor erigido por el Ayuntamiento de Viena. En su estudio quedaron un buen número de trabajos sin finalizar y un amplio catálogo de dibujos que fue repartido entre su gran amiga Emile Flöge y los hermanos Klimt.
 ***

En uno de los escasos textos autógrafos que conservamos, Klint escribió: "estoy convencido de que no soy una persona especialmente interesante. No hay nada especial en mí. Soy pintor, alguien que pinta todos los días de la mañana a la noche. Figuras, paisajes; de vez en cuando, retratos. Las palabras, habladas o escritas, no me salen con facilidad, especialmente cuando tengo que decir algo sobre mí mismo o sobre mi trabajo. (...) Si alguien quiere descubrir algo en mí (...) puede contemplar atentamente mis pinturas y tratar de descubrir a través de ellas lo que soy y lo que quiero". 

Sin embargo, el hombre poco interesante será uno de los creadores más originales de las primeras décadas del siglo XX. Su obra reúne la singularidad y la impresión de que en ella se encierran claves íntimas, pero, al mismo tiempo, es una síntesis casi exhaustiva de las inquietudes, tendencias y lenguajes de la convulsa escena artística moderna europea de los años del cambio de siglo. 

Klimt alentó la modernización y la apertura del arte austriaco a las tendencias europeas. El objetivo de Klimt era un arte idealista y autorreferencial, liberado de hipotecas y compromisos más allá de sus exigencias intrínsecas. Salvo contadas excepciones, consagró sólo a mujeres su celebrada faceta de retratista y sus personajes alegóricos encuentran una traducción femenina. El significado de lo femenino en Klimt siempre ha sido un asunto controvertido para la crítica. La mujer es el catalizador mítico del simbolismo de Klimt, imagen de la vida y de la muerte; amenaza y promesa a un tiempo.
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5 comentarios:

Anónimo dijo...

Oda a la edad. Pablo Neruda


Yo no creo en la edad.

Todos los viejos
llevan
en los ojos
un niño,
y los niños
a veces
nos observan
como ancianos profundos.

Mediremos
la vida
por metros o kilómetros
o meses?
Tanto desde que naces?
Cuanto
debes andar
hasta que
como todos
en vez de caminarla por encima
descansemos, debajo de la tierra?

Al hombre, a la mujer
que consumaron
acciones, bondad, fuerza,
cólera, amor, ternura,
a los que verdaderamente
vivos
florecieron
y en su naturaleza maduraron,
no acerquemos nosotros
la medida
del tiempo
que tal vez
es otra cosa, un manto
mineral, un ave
planetaria, una flor,
otra cosa tal vez,
pero no una medida.

Tiempo, metal
o pájaro, flor
de largo pecíolo,
extiéndete
a lo largo
de los hombres,
florécelos
y lávalos
con
agua
abierta
o con sol escondido.
Te proclamo
camino
y no mortaja,
escala
pura
con peldaños
de aire,
traje sinceramente
renovado
por longitudinales
primaveras.

Ahora,
tiempo, te enrollo,
te deposito en mi
caja silvestre
y me voy a pescar
con tu hilo largo
los peces de la aurora!



Victor Hugo dijo...

Te deseo que siendo joven no
madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.

Momo dijo...

El señor Hamil siempre me decía que el tiempo viene lentamente...y que no tiene prisa porque transporta la eternidad. Pero siempre es más bonito cuando se habla de él que cuando se le mira en la cara de un viejo que se deja robar un poco cada día.

Victor Hugo dijo...

¡Nunca insultéis a la mujer caída!
Nadie sabe qué peso la agobió,
ni cuántas luchas soportó en la vida,
¡hasta que al fin cayó!
¿Quién no ha visto mujeres sin aliento
asirse con afán a la virtud,
y resistir del vicio el duro viento
con serena actitud?
Gota de agua pendiente de una rama
que el viento agita y hace estremecer;
¡perla que el cáliz de la flor derrama,
y que es lodo al caer!
Pero aún puede la gota peregrina
su perdida pureza recobrar,
y resurgir del polvo, cristalina,
y ante la luz brillar.
Dejad amar a la mujer caída,
dejad al polvo su vital calor,
porque todo recobra nueva vida
con la luz y el amor.

Robín dijo...

Klint, un adelantado que no teniendo nada que decir, lo decía no obstante o mejor dicho lo pintaba; y sensual.