viernes, 9 de septiembre de 2011

Lectoras de septiembre. Berthe Morisot

¿Las mujeres que leen, son peligrosas? Con esta pregunta empezó todo. Y así seguimos, planteándonos las mismas preguntas a través de las lecturas que hacemos. Quintanar le reprocha a Ana que se le vaya el santo al cielo cuando tiene un libro entre las manos, aunque tampoco hace nada por llenar el vacío que la ahoga, ni intente sustituir las letras con hechos. Lo mismo le pasaba a Madame Bovary. Las dos se aburren en sus jaulas doradas, y desean vivir la vida de los personajes de los libros que leen.

Eso nos pasa a veces. Quisieras ser como la protagonista y tener una vida apasionante. En otras ocasiones sientes que algún personaje es tu alter ego y te dices: “¡Vamos! ¡la de veces que he pensado yo lo mismo y no sabía expresarlo!”. Pero de vez en cuando piensas “¡madrecita que me quede como estoy! ¡ni loca me metía yo en semejante pellejo!”

Eso es lo que me ha pasado a mi con la vida de Ana (y de alguna otra Vetustense). No envidio a esas pobres mujeres que no tenían más remedio que aceptar el destino que le marcaban otros, aprisionadas entre las paredes de vetustas mansiones, ansiosas de que alguna novedad alterase su tediosa rutina. El momento de leer influye, claro está, y cuando tu vida no va más allá de la sombrilla, cuando las únicas ropas que te visten son un bañador y un pareo, cuando el reloj ha sido olvidado en un cajón desde que te dieron las vacaciones y no tienes tiempo para tanta actividad que programas, cuando tu piel conserva todavía restos de sal marina, es difícil meterte en la piel de una mujer que permanece enclaustrada entre su casa y el confesionario, vestida con pesados terciopelos de los pies a la cabeza y con la única alegría de escuchar cómo se mueve el pesado manto negro de un canónigo por el paseo de la Encimada o el trotar de un caballo cascabelero por el Espolón... ¡uff! ¿os imagináis vivir en esa "solemindad del aburrimiento heredado"?

Con el ambiente cerrado de Vetusta lleno de granitos de arena hemos pasado el verano. El tertulín de la sombrilla se ha llenado de cotilleos de casino, de charlas de sacristía, de confesiones atormentadas, de pecados inconfesables, de adulterios desgraciados... ¡y del jolgorio del salón amarillo de la de Villalpando, más parecido al de nuestro chiringuito preferido! ¡y de las cosas de Visitación y de Obdulia!

Todos los personajes, a fuerza de leerlos, van haciéndose familiares:
-ay, hija qué monos los pendientes que llevas, "siempre vas a la penúltima moda"
-pues no te los pienso dar, vamos, ¡qué cara! pareces Visitación, arramplando con todo... ¡todavía no me has devuelto el collar que te presté anteayer!
-¡cómo te pones!, eres más avara que doña Paula... ¡agarrá, más que agarrá!... por cierto ¿salimos hoy a cenar?
-hija, no sé, porque este verano mi chico está más aburrido que Quintanar... me voy a tener que buscar un Mesía...
-¡pecadora!

Pero el tiempo vuela y ya estamos en septiembre. Mientras cuento las páginas que me quedan para saberlo todo de la Regenta, sueño ya con nuestro reencuentro postvacacional, con más ansias que Fermín esperando la confesión de Ana (o que Mesías el polvete con la susodicha, o que Quintanar con la caza de la perdiz...). Deseando estoy que llegue de una vez el momento de las “sabrosas pláticas” que nos caracterizan, de los "misteriosos gritos, sorpresas, sustos, saltos, roces y contactos".

En esas meditaciones estaba cuando se me vino a la cabeza el rincón de las lectoras con arte, abandonado desde el mes de julio. Quizás nadie lo eche de menos, quizás siga perdurando el silencio en este Paseo del Espolón virtual y no aparezca ni el sereno... pero yo soy una mujer de tradiciones, no tan piadosas como las de las beatonas de Vetusta, pero tradicional al fin y al cabo. Y busqué, y busqué, y encontré a estas dos mujeres...

MORISOT, Berthe
(Bourges 1841-París 1895)
"La lectura" (1869-1870)

Y resulta que está pintado por otra mujer, lo cual ya es extraordinario. Ella es Berthe Morisot, casi contemporánea de la de Quintanar. Una “impresionante impresionista” que ha permanecido en la segunda división de la historia del arte, únicamente porque la historia está escrita por hombres, y porque ella pintaba escenas intimistas, quizás para que todo el mundo conociera el "modus vivendi" femenino de la época que le tocó vivir, fines del siglo XIX, y ya sabemos que el modus vivendi femenino no le interesa a nadie. En este lienzo pintó a su madre, Madame Morisot, y a Madame Pontillon (apellido de casada de su hermana), en un momento de ocio, leyendo una y pensando la otra. Su madre viste de riguroso negro, leyendo abstraída en su libro, mientras la joven viste de blanco y permanece sentada con la mirada perdida sabe dios dónde, creando un contraste muy del gusto de Manet, cuñado de Morisot, por estar ella casada con su hermano. Están las dos sentadas en un sofá estampado en un salón, con un gran espejo al fondo, y delante de una mesa con un jarro de flores. La luz procedente de la izquierda baña a Madame Pontillon, cuya belleza queda resaltada por ese foco solar, mientras que la madre de las Morisot se sitúa en una zona más ensombrecida. El estilo de Berthe es rápido pero destaca el dibujo sobre el abocetamiento de obras posteriores.

¿En qué o en quién pensará la joven? ¿estará esperando alguna novedad que la saque de la rutina? ¿qué lee la madre? ¿estará de verdad leyendo, o disimula vigilante que su hija no se escape con ningún don Juan?... en fin, se me ocurren muchas preguntas, pero como me quedan muchas páginas para terminar mi lectura obligada y ya he cumplido con mi tradicional cita las dejo en el aire. ¡Hasta el mes que viene, queridas lectoras con arte! 

BERTHE MORISOT (Bourges, 1841 - París, 1895)
Nacida en el seno de una familia burguesa, fue precisamente su familia quien animó a Berthe y a su hermana Edma a iniciarse en el arte. Morisot demostró la posibilidades de las mujeres en las artes a fines del siglo XIX.

A la edad de 20 años, Berthe conoció a Camille Corot, importante paisajista de la Escuela de Barbizon, que  la admitió como su discípula y la introdujo en los círculos artísticos.

Pronto adquirió la técnica impresionista de pintar al aire libre, creando pequeños cuadros y esbozos para grandes obras que terminaba en el estudio. Su primera participación en el Salón de París fue en 1864 con dos paisajes y continuó exhibiendo continuamente en el Salón hasta 1874, año de la primera exposición impresionista.

En 1868 conoció a Édouard Manet y en 1874 se casó con Eugène, su hermano menor. Ella fue la que convenció al maestro de pintar al aire libre y lo atrajo al grupo de pintores que sería posteriormente los impresionistas. Manet sin embargo, nunca se consideró como impresionista, ni estuvo de acuerdo con exhibir junto al grupo.

Morisot, junto a Camille Pissarro, fueron los dos únicos pintores que tuvieron cuadros en todas las exposiciones impresionistas originales.

Al igual que Mary Cassatt, Eva Gonzalès o Marie Bracquemond, Berthe Morisot fue relegada a la categoría de "artistas femeninas" por su temática de la vida cotidiana (mujeres, niños y escenas domésticas). Sin embargo, como mandaba la doctrina impresionista, Morisot pintaba la inmediatez, lo que veía en su vida normal. Como una mujer de la alta burguesía, estaba habituada a escenas domésticas, deportes campestres y un amplio círculo de mujeres y niños, ya que el mundo masculino les estaba vetado.

Sin excepción, sus cuadros muestran unos temas equivalentes al de sus colegas masculinos. Edgar Degas, también de clase burguesa, pintaba ensayos de ballet, carreras de caballos y desnudos femeninos. Claude Monet pintaba su jardín, sus hijos, etc. Las mujeres impresionistas pintaban su entorno social bajo el enfoque impresionista. A pesar de esto, la figura de Berthe Morisot, junto a las de otras maestras de la pintura, quedó ensombrecida por el conjunto del movimiento y en especial de los pintores masculinos. La técnica que desarrolla Morisot se basa en un tratamiento de pinceladas suaves desde un principio, hasta que evolucionó a un impresionismo más expresado en la pincelada, en concreto a partir de 1873, cuando el tratamiento más libre de la pinceladas rápidas y planas y la atmósfera más tratada con el color permitan reflejar una estética más de índole impresionista.

A partir de 1880, la influencia de Renoir se refleja en su obra. La frescura luminosa de su paleta, la factura libre y vigorosa, así como, la atmósfera poética de sus lienzos, son reconocidas y admiradas. En 1892 la galería Boussod-Valadon le dedica una exposición que tuvo un gran éxito.

La vida de Berthe Morisot se vio ensombrecida por la muerte de Édouard Manet en 1883, la de su esposo, Eugène Manet, en 1892, y la de su hermana. Educó sola a su hija, Julie Manet, con quien mantuvo siempre lazos muy fuertes. Al morir a los cincuenta y cuatro años, confió su hija a sus amigos Edgar Degas y Stéphane Mallarmé.

Berthe Morisot murió en 2 de marzo de 1895 en París y está enterrada en el cementerio de Passy en París.

7 comentarios:

La serena ya está aquí, y dijo...

Cómo no echarte de menos. Varias noches ya buscando la inspiración y ¡nada! A falta de ella estaba a punto de emborracharme y con libro en mano pasearme conmigo mísma y hablar a solas aunque solo fuera por romper el silencio de este rincón.

La serena cotilla dijo...

(Shhh, oigo voces tras el balcón)

- ¡Ay madre, que no sé yo, dudo mucho que esto que me pasa venga en sus libros!
- ¡Anda calla y reposa! que es lo que ha mandado el doctor.
- Si es lo que le digo, madre, que me da a mí que esto que yo siento aquí en el pecho, bueno no, más abajo, en el estómago, bueno no, tampoco, pero tampoco en el corazón, madre, es aquí, aquí en el medio…
-¡!
- Que igual si me dejara ir usted al baile con Obdulita y Visi...
- ¡Ay Jesús, Jesús! A ti lo que te hace falta es una buena confesión ¡habrase visto!
- Disculpe madre, lo que usted mande (ji,ji, ji, confesion, eso, eso, ¡confesión!)

La baronesa de la crisis acuciante dijo...

¿Qué que me pasa que no paro de leer como una posesa? Pues ya has oido a D. Robustiano, hija, que igual que está la Primavera médica, está el Otoño médico, hija, que aunque no haya llegado ya se intuye, y a falta de poder entenderme contigo y con el mundo entero, no tengo más que ganas de perderme, y leer y leer, y aunque quizás algunos de estos libros no me hablen de las cosas con las que sueño, no importa, ya les hablaré yo de lo que quiero. Y ahora, si no tienes nada más, déjame tranquila que me voy a “votar”.

en el tertulín del gabinete se dijo...

-Ay, madre, perdone la interrupción, pero es que no lo entiendo...
-¿qué es lo que no entiendes, hija mía de mis entretelas?
-esa maritornes que ha votado... ¿cuándo empezaría a leerlo? es que no lo entiendo... yo, que lo he dejado por imposible porque no me salen las cuentas, a pesar de haber comenzado dios sabe cuándo, pero mucho antes de la novena de san Cristobalín... y ella ya votando... ¡qué depresión del ánimo! ¡y dice ser la baronesa de la crisis acuciante!
-hija mía, eres joven e impetuosa, debes aprender que la paciencia y la constancia consiguen derribar las murallas más altas e inexpugnables. Y ahora... ¡no me interrumpas más! ¡que me quedan más de doscientas páginas! ¡haz el favor, ponte a hacer calceta o a recitar un tedeum, pero calladita!
-¡ayyyy, qué depresión, madre!

Otra cotilla dijo...

Me dices que esto es el libro de instrucciones del i phone ??.
Espero que en un futuro sea mas simple, la verdad¡¡¡

en sus pensamientos, Anita dijo...

"tengo tres opciones para emanciparme. Una: meterme a monja, dice tía Águeda que "el convento es mi recurso más natural y decoroso", pero después de lo que le está pasando a la de Carraspique... tuberculosa por vivir en un convento mugriento... además dice Rapamilán que las esposas de Jesús no se hacen con mi maderita ¡ta, ta, ta! me ha dicho cuando se lo he confesado.
Dos: casarme con Frutos Redondo como quieren las tías Agueda y Anuncia... no es que me guste mucho, pero el americano, por lo menos, ha vivido fuera de Vetusta, y puede que le apetezca seguir conociendo mundo.
Tres: hacerle caso a Frígilis y casarme con ese señor, don Víctor, el aragonés. Es un poco mayor, cuarentón ya, pero se le ve buena persona y está muy bien conservado... aunque después de mirar a los ojos de Mesía...
uff... lo que sea antes de pasarme la vida delante de estas tías mías... buenas, pero bien gárrulas... mírala, con la biblia entre las manos, único libro permitido en esta santa casa... ¡una Ozores literata! dice que soy, como si ese fuera el mayor de los pecados..."

en el gabinete se dijo...

-¿cómo le digo yo a mi tía que me voy el 8 a Portugal? puedo decirle que voy a ver a una monja que me ha escrito una carta, eso es una mentirijilla piadosa ¿no?. Al conde de Chantilly ni nombrarlo, claro... que me mandan a una novena y no salgo del presbiterio hasta pascua... ¡ay qué ganas tengo de coger la puerta!... ¿y qué me pongo? porque si le digo que me voy a un convento no me va a dejar meter en la maleta ese traje tan mono que me hice para la fiesta del casino... ¡mira que si me obliga a llevarme el hábito que me puse el Jueves Santo! tendré que decirle a las Monge que me lo metan ellas en su maleta... claro que corro el peligro de que me lo quiten y se lo pongan ellas, que menudas son... mejor lo meto en la maleta de la otra María, que seguro que le queda tan corto que se le ven las pantorrillas ¡ayyy qué ganas tengo!

-¡qué bonito sermón he leído, niña! y tú... ¿en qué estás pensando, hija? que siempre estás en las musarañas!

-nada, tía, cosas mías (¡uyyy, me ha salido un pareado!)

-¿hablando en verso otra vez! ¡ay, señor, señor, una Ozores literata! ¡qué degradación!