25 DE MARZO. ENTRECÁRCELES (Y NUDOS)
"Atando cabos" de E. Annie Proulx
"Atando cabos" de E. Annie Proulx
ASISTENTES:
Elena, Cristina, María del Mar, María Sur, Ángela, Pilar, Rocío, Arcelia, Adela y yo, Marga.
Invitado: José Luis
Se ata a Zygmunt Bauman
en un extremo
y en el otro a Byung Chull Han.
Se anuda ligeramente la cuerda
alrededor
de una mesa
y así se consigue atraer
la atención de todas las comensales.
“El libro de los nudos de José Luis”.
Estrenamos la primavera acudiendo a nuestra cita
mensual el pasado martes 25 de marzo. Sólo faltó una florecilla para completar el ramo. No asistió, muy a su pesar, nuestra María Norte.
Los vientos del sur fueron más venturosos y nos trajeron a otra de nuestras hijas pródigas. Gracias, María Sur, por tu esfuerzo para estar con nosotras. Y a Arcelia, que volvió a compartir este kitkat entre maleta y maleta antes de dejarse llevar por los vientos germanos.
Nuestra cena empezó con José Luis
Nieva, el invitado de Rocío, ilustrándonos sobre “la modernidad líquida”, eros y pensamiento, escritura creativa y uncreative
writing, y exhibicionismo digital.
Habríamos dejado mudos a los colegas del “Pájaro
charlatán”, pero el deber nos llamaba, así que, después de tan suculento
aperitivo, comenzamos a atar o quizás a desatar cabos para llegar al alma de
este premio Pulitzer que ha despertado opiniones encontradas: “Me costó meterme
al principio en la novela”… "pues a mí me gustó menos la segunda parte"… "me ha
parecido un libro genial"… "no lo recomendaría"…
Hubo quien habría quitado al menos 70 páginas, y quien habló de
ritmo arrítmico. Se discutió sobre si había realismo mágico o no, e incluso se
apuntó la evidencia de la mano de un periodista por
la manera de contar algunas de las historias. Y coincidimos en pensar que parece que el libro se desarrolla en un tiempo más antiguo, por la vida en ese pueblo tan aislado.
Comentamos cómo se transforma la personalidad de Quoyle al cambiar de aires.
En New York era un personaje exagerado, torpe, fracasado, con problemas a la hora de
relacionarse. Pero al llegar a Terranova se convierte en una persona correcta, volcada
en un trabajo donde se le valora, y es un buen padre. Quizás la autora simplemente nos esté hablando de que las segundas oportunidades son posibles. Si es
así, bienvenidas sean.
En lo que sí coincidimos todos es en lo bien que la autora nos traslada a ese paisaje bello pero de condiciones meteorológicas extremas, y en el devenir de un
pueblo marcado por una naturaleza
agresiva.
La profusión de frases cortas sin verbo también se ha interpretado de formas distintas, siendo vitoreado en un ala de la mesa y abucheado enfrente. Lo mismo sucedió con las
descripciones exageradas y metáforas rebuscadas que aparecen a menudo.
Algunas echamos de menos una
mayor definición de los personajes. No es por cotillear, pero nos hubiera
gustado saber algo más de esa tía Agnis y de su pareja, de las vicisitudes por
las que pasó tras ser violada por su propio hermano y de cómo llegó a
convertirse en una talentosa empresaria.
Por si no hubiera sido suficiente con ver resucitar a un ahogado, hubo quien interpretó que la tía Agnis era la verdadera
madre de Quoyle, fruto de la violación. Hizo falta una copa de vino y una relectura para que salieran de su error.
Como ya ha comentado
Cristina en su entrada de las lecturas de abril, Pililebe ha amenazado con emular
a Rocío con su “El marino que perdió la gracia del mar” y reincidir cuantas
veces sea necesario en la propuesta de “Largo viaje hacia la noche”. Nos prepararemos para la
campaña.