jueves, 14 de junio de 2012

Me llamo LECTORA CON ARTE

Al calor del mes de Junio nos hemos refugiado en un harén. Por la celosía se cuela el sol, manchando los ricos mármoles con sus rayos estrellados, dejando sólo paso al rumor del zoco y a la cantinela del almuédano desde el alminar de la mezquita, llamando a la oración. El rojo ha tomado mil matices y lo impregna todo, si miramos a nuestro alrededor vemos cuántas cosas nos rodean de ese color hecho a base de cochinillas secas, planta jabonera y venturina. 

"La poesía y la pintura, el color y la palabra, son hermanos, ya lo sabes", reflexiona el Tío.

Este libro es una prueba evidente de ello. A través de las palabras de Pamuk hemos aprendido cómo los ilustradores, doradores y calígrafos perdían su vida -y su vista-, haciendo las publicaciones más hermosas, elaborando entre todos esos tesoros de valor incalculable que, como flores de un día, iban a parar al zaquizamí del sultán, y permanecían encerrados bajo siete llaves durante siglos  entre candelabros, caftanes, armaduras y jarrones de porcelana china. Sin embargo sus autores sienten un amor tan profundo por el dibujo, y por los libros, que anhelan quedarse ciegos cuando ven una obra maestra, para perderse entre la belleza y los colores por toda la eternidad. "La pintura es silencio para la mente y música para los oídos". Llega hasta tal punto su conocimiento del arte de sus colegas ¡que son capaces de reconocer a un asesino por la forma en la que dibuja los elegantes ollares cortados de un caballo!.
Pero también hemos visto a través de sus ojos lo diferente que es nuestra forma de entender la pintura. Los ilustradores otomanos y persas no buscaban el parecido con el original, e incluso veían como una afrenta que se reconociera al retratado por la calle o que pintaran las sombras. Ellos querían únicamente captar su esencia.
 
Sus dibujos toman la palabra y cuentan su vida de árbol, perro o pobre derviche mendicante, e incluso nos expresan sus sentimientos: "Yo no quiero ser un árbol, sino su significado".

Como los libros te hacen pensar, y yo en el fondo soy una humilde aprendiz del Maestro Osmán (cada vez más cegata, porqué no decirlo), me encontraba meditando sobre mi profesión tumbada en el sofá cual odalisca, con los pies por alto (¿os he dicho ya que me he roto un dedo del pie izquierdo mientras paseaba por la playa? no es nada grave, una patada a un ladrillo oculto por la arena, y tengo el dedo que me dice de vez en cuando: "Me llamo Morado", ¡ayyyy misera de mi, ayyy infelice!), cuando de repente me encontré con la siguiente frase: "Un buen pintor no se limita a permanecer en nuestras mentes con sus prodigios, sino que acaba por cambiar el paisaje de nuestra memoria. Una vez que se han grabado de esa manera en nuestra alma el talento y las obras de ese pintor, se convierten en criterio de belleza para el mundo entero".

Y mira por dónde, por la frase y por mi postura, de lo más profundo de mi mente salió a la luz la obra de este pintor, que "convierte su pintura en un elegante susurro infinito", y que tras vivir en Constantinopla y dibujar a sus gentes, se dedicó a retratar a la nobleza europea con atuendos dignos de la corte de un Sultán, cambiando para siempre el paisaje de nuestra memoria con su talento.



LIOTARD, Jean-Etien​ne
"María Adelaida de Francia"

"Lo que nos convierte en maestros no es haber vivido el tema de la pintura, sino, precisamente, no haberla vivido".


¿no os pasa lo mismo con los libros?


JEAN ETIENNE LIOTARD (Ginebra 1702-Gineb​ra 1789) era un Pintor suizo. Se formó en Italia y en París como esmaltador y miniaturista, se especializó como pintor en cuadros de género: fue uno de los retratistas más requeridos de su época, especializándose en la técnica del pastel.

Viajero infatigabl​e, recorrió Europa y viajó a Turquía, permaneció cinco años y pintó numerosos retratos.
Después de su viaje a Constantinopla se estableció en Viena donde fue nombrado pintor de la corte de los Habsburgo: el cargo le procuró notable fama, tanto que él comenzó a relacionarse con la mejor aristocracia europea.

Entre 1753 y 1756, se convirtió en el retratista de la alta sociedad londinense​. Su obra comprende, además, pasteles, aguafuerte​s, pintura sobre esmalte y dibujos. Entre sus cuadros más representa​tivos, cabe citar el retrato de Luisa de Francia y La bella chocolater​a







10 comentarios:

Me llamo Cristikure dijo...

Es un día especial el de hoy, y en cuanto acabe de leer me pongo a felicitarla. ¡Si me viera vestida de esta guisa! Ella, compañera de disfraces, y bailes, y risas, cumple años hoy, espero que se lo esté pasando estupendamente en su día y que le hagan muchos regalos, porque se lo merece...

Cristikure, de nuevo, dijo...

¡ay, qué tonta! ¡si es mañana! y ya he mandado al emisario... bueno, así soy la primera en felicitarla!

Maria-Norte dijo...

Muchisimas Felicidades tocaya del Sur¡¡¡.
Es un lujo leerte Cristina

maria sur dijo...

¡Qué casualidad, querido Liotard! Justo ahora que me pillas con este maravilloso relato sobre pintura entre las manos pensaba en ELLA y sólo en ELLA...¿por que será?
Será, será, porque una gran artista es también aquELLA que con su amor a la pintura y a las letras es capaz de llenar de color y fantasias nuestros críticos días...

(Gracias, mil gracias a “ELLA” por hacer que además de hoy, haya otros muchos días especiales)

maria sur dijo...

Gracias tocaya! te espero para celebrarlo cualquier día a cualquier hora...

pilar dijo...

¡¡Andaaaaa!!!! Una llegó un día antes y yo muuuuuuuuchas horas después. Horas convertidas en días que sirven para aumentar el zurrón de los deseos de felicidad. Un beso grandote.
Y a nuestra querida blogmaster: cariño, no vayas por ahí dando patadas a ladrillos callejeros, con lo mona que estás cuando no te falta ná

la lectora del sofá dijo...

¡qué verdad dice este libro! cuando ves a un buen pintor, o lees tanto sobre dibujo, ilustraciones, cálamos y colores lo que de verdad te apetece es coger los pinceles y probar tú. ¿Ha que dejo el libro y me pongo con los pinceles?

Marie Adelaide dijo...

Soy María Adelaida, hija de Luis XV y María Leszczynska, y vivo en Versalles. A pesar de que papá me llama Madame Torchon porque me gustan los trabajos domésticos, y un torchon es un paño, no entiendo por qué este pintor me ha vestido con estas ropas tan extrañas para pintarme. Dice que son turcas... ¿dónde estará Turquía?

¡Mesdame, le ruego que se recline en el sofá y se ponga a leer!, me ha dicho.

Pero no puedo concentrarme en la lectura, porque este libro de mi amante, Frédéric Lenormand, me hace recordar sus besos y sus abrazos... y menos con esos gritos de los revolucionarios que acosan el palacio, ¡quieren echarnos de Francia porque desean una república! ¡no hay derecho! ¡con lo bueno que es papá!

Ayyy, si me viera la amante de papá con semejante pinta, la cursi esa de Madame de Pompadour, siempre impecable con sus trajecitos llenos de rosas... me parece que escucho el rumor de sedas por los pasillos. Debe ser ella. Disimularé como si estuviera muy concentrada en el libro. ¡A lo mejor hasta le da coraje!

Me llamo Mari-posa dijo...

no sé cómo puedo estar tan tranquila leyendo en el sofá. De acuerdo, ya tengo elegido el modelito, alguna me dirá "perooo si no es rojoooo", bueno, las florecitas son rojas ¿o no?, y más turco no puede ser, con mis babuchitas que voy y todo. El plato casi casi lo tengo. Me falta el detallito final. Es una chuminá el detallito final, pero sin ese pequeño detallito final es como si se descubriera el charco sanguinoliento, pero el cadáver estuviera todavía vagando por el pozo como el pobre de Donoso (¿de qué me suena a mí ese nombreeee?)... ¡pero tengo que terminar mi relato tuneado! ¡ayyyy! ¡no puede una leer tranquila!

Yo, Seküre dijo...

Yo también, como esas hermosas mujeres que tienen un ojo en la vida interior del libro y con el otro miran al exteror, siento el deseo de hablar con vosotras, que me estáis contemplando quién sabe desde qué lugar y qué época. Soy hermosa e inteligente y me gusta que me observéis...