"Cien años antes de mis tiempos, Edvard Munch pintó un cuadro titulado "Tarde en la calle Karl Johan". Recuerdo que aparecía en alguno de los libros del instituto y que, ya en esos momentos, me causó una profunda impresión. El cuadro muestra una muchedumbre que sube por la acera de la calle Karl Johan en dirección al Palacio Real. La gente tiene la cara pálida, casi un poco verdosa, y los ojos grandes y vacíos. Dan la impresión de haberse levantado recientemente de la tumba. Y por la calle desierta, en dirección contraria a todos los demás, vemos una figura vestida de oscuro. Como con otros tantos cuadros de Munch, al mirarlo me invade una sensación de soledad, casi me duele el estómago. Creo que aquel debió de ser mi primer encuentro con el mundo de Munch y, tal vez precisamente por eso, la imagen me conmocionó especialmente. Hasta entonces creía que los cuadros eran algo que se colgaba en la pared para adornar un poco. Que pudieran hacer algo con uno, era una noción absolutamente desconocida para mí..."
No hay lectora propiamente dicha en él, pero digo yo que entre tanta paseanta habría alguna aficionada a la lectura ¿no? A lo mejor alguna habría dejado un libro abierto sobre su mesa, y su acelerado paso sería para volver a refugiarse entre sus páginas, porque lo había dejado en la mejor parte de su trama. Quizás tras esos ojos que se abren tanto, alguna esté recordando la vida del personaje de su novela. O puede que alguna lleve un ejemplar en su bolso.
Si hemos inventado tantas historias sobre lo que vemos en los cuadros, ¿por qué no ibamos a inventar lo que no vemos?
Si hemos inventado tantas historias sobre lo que vemos en los cuadros, ¿por qué no ibamos a inventar lo que no vemos?
Munch impresiona a todo el que mira su obra. No puede una mantenerse impávida ante "El grito", con su ardiente cielo que recuerda a los de Van Gogh, y su enigmático personaje de la boca abierta en un aterrado grito. O con "El baile de la vida", que más parece un danzar fúnebre. O sus vampiresas de largos cabellos rojos, que abrazan a su víctima con un agónico beso. La muerte ronda muchos de sus temas: "La muerte de Marat", o la "Muerte en la alcoba", donde una serie de personajes miran cada uno en una dirección en torno a una cama. Hasta sus autorretratos son perturbadores, con una luz que marca un rostro casi teatral y le hace parecer asustado ante la vida. Como su compatriota Elling. A los dos le unía una infancia difícil. Los dos se sentían solos y abrumados por la vida, paralizados en su soledad. Pero también los dos afrontaron el riesgo que supone ser único, raro, distinto, ganando día a día pequeñas batallas personales.
En fin, que no me quiero alargar. Os dejo a vosotras, paseantas del arte, que seguro que tenéis visiones nuevas y diferentes de este cuadro, porque tenéis los ojos tan abiertos como las protagonistas, aunque sois IN-FI-NI-TA-MEN-TE más monas ¡onde va a parar!
EDVARD MUNCH nació en Loten (Noruega) en 1873, y murió en Ekely, cerca de Oslo, en 1944.
Pintor y grabador noruego. Tuvo una infancia muy difícil, ya que su madre y su hermana murieron cuando él era muy joven, y su padre era hombre dominado por obsesiones de tipo religioso. De todo ello surgió una personalidad conflictiva y un tanto desequilibrada, que él mismo consideraba la base de su genio.
En 1885 llevó a cabo el primero de sus numerosos viajes a París, donde conoció los movimientos pictóricos más avanzados y se sintió especialmente atraído por el arte de Gauguin. No tardó en crear un estilo sumamente personal, basado en acentuar la fuerza expresiva de la línea, reducir las formas a su expresión más esquemática y hacer un uso simbólico, no naturalista, del color, y de ahí su clasificación como pintor simbolista.
De 1892 a 1908 vivió en Alemania, sobre todo en Berlín, aunque hizo frecuentes viajes a Noruega y París. En Berlín presentó en 1892 una exposición que tuvo que ser retirada por el escándalo que suscitó y que dio pie a la creación de la Secesión Berlinesa. En 1908 volvió definitivamente a Noruega, donde recibió algunos encargos oficiales (pinturas del paraninfo de la Universidad de Oslo) y pasó sus últimos años en soledad.
El pintor decía de sí mismo que, del mismo modo que Leonardo da Vinci había estudiado la anatomía humana y disecado cuerpos, él intentaba disecar almas. Por ello, los temás más frecuentes en su obra fueron los relacionados con los sentimientos y las tragedias humanas, como la soledad (Melancolía), la angustia (El grito, tal vez su mejor obra), la muerte (Muerte de un bohemio) y el erotismo (Amantes, El beso).
Se le considera precursor del expresionismo, por la fuerte expresividad de los rostros y las actitudes de sus figuras, además del mejor pintor noruego de todos los tiempos.
Al morir, legó más de 1.000 cuadros, 15.400 grabados, 4.500 dibujos y acuarelas y seis esculturas a la ciudad de Oslo.
11 comentarios:
Os estais equivocando, no sigáis por ahí, ese camino os llevará a la depresión, la autocompasión, cada vez mas sentireis que perdéis a vuestros amigos, que no aportais nada a vuestra pareja y seres queridos, lleva a la tristeza y la melacolía, os senrireis como muertos,los días e os harán eternos, hacedme caso, yo vengo de allí, ese camino os lleva a la INACTIVIDAD
Se creen seguros en el mundo de los muertos. De los muertos vivientes que caminan calle arriba de una vida vacía de letras que se mezclan, repleta de ensoñaciones que no llegan, recuerdos literarios que nunca han sido tales.
Caminan, sonámbulos de ilusiones, sin saberlo, en dirección equivocada. Almas vacías que esquivan al único ser que, leyendo un libro en dirección opuesta, es consciente de su tesoro.
Mmmm, observo que más de uno me mira de mediolao...¿se atreverá alguno a salir de la (lo) corriente y seguirme aunque sea sólo por curiosidad?
" Aproximadamente dos años después del impresionista “Primavera en el Paseo Karl Johann”, Munch vuelve a emplear el motivo de la calle principal de Cristiana como escenario en el que tiene lugar el drama de la soledad, el temor y la alienación mutua. Esta vez cierra la perspectiva el edificio del parlamento, el Stortinget, que desde 1866 formaba la contrapartida del castillo situado al otro extremo del concurrido paseo. Munch corta a la altura del pecho las figuras que marchan al frente de la muchedumbre, y que parecen ir en dirección del espectador; de esta suerte logra crear la impresión de una cercanía opresiva. El pintor contempla aquí a la burguesía con los ojos del bohemio: los hombres con chisteras, las mujeres con elegantes sombreros. A pesar de llevar los ojos bien abiertos, sus rostros parecen reservados. Presos en sus propias convenciones y normas burguesas, exhalan una atmósfera de represión moral. Casi como un simbólico guardián y supremo representante de esta sociedad, asoma el edificio parlamentario de tres alas en el que se promulgan las leyes y los reglamentos; sus ventanas iluminadas con un amarillo chillón parecen contemplar la escena. Sólo ahora reconocemos la figura solitaria que camina, de espaldas a nosotros, al lado de la muchedumbre, o mejor dicho: que marcha contra la corriente. No hace falta quebrarse la cabeza sobre su significado; nuestras sospechas se ven confirmadas por las siguientes notas que Munich confió a su diario: “Todos los paseantes tenían un aspecto curioso –y él se dio cuenta de que lo miraban así- con fijeza, todos esos rostros –pálidos en la luz mortecina- y él trataba de concentrarse, pero no lo conseguía –tenía la sensación de que su cabeza no era más que vacío- trató de fijar su mirada en una ventana alta –pero los paseantes se interponían. Todo su cuerpo temblaba bañado en sudor”.
BISCHOFF, U.: “Edvard Munch. Cuadros sobre la vida y la muerte”, Alemania, Taschen, 2000, pp. 51-52. Foto subida a las 9:11
y yo que estoy como loca buscando sus diarios y no los encuentro...
A veces camino a contramano. Pero no me siento solo…¡me siento vivo!
uf! ¡con qué caritas salen todos del teatro! ¡debe ser una obra terrorífica! menos mal que al final me decidí por irme al cine
Es curioso. No deja de ser curioso. No había visitado nunca la tumba de mis padres en el cementerio de Vestre Gravlund. Y hoy, al pasear por él, me encuentro que cerca de ellos también descansan Ibsen y Munch. Puede que también muchos de los que pasean en dirección contraria a la mía, con caras de fantasmas, tengan un sitio reservado en él. Sin ambages así lo siento. ¡Qué curioso!
"Yo pintaba las líneas y los colores que afectaban a mi ojo interno. pintaba de memoria sin añadir nada, sin los detalles que ya no estaban ante mí. éste es el motivo dse la simplicidad de los cuadros, su obvia vacuidad. pintaba las impresiones de mi infancia, los colores apagados de mi infancia, los colores apagados de un día olvidado".
(Edvard Munch)
"Igual que en los dibujos de Leonardo se explica la anatomía, aquí se explica la anatomía del alma... mi tarea es estudiar el alma, lo que equivale a decir, estudiarme a mí mismo... en mi arte he intentado explicar mi vida y su significado". ( Munch, "Diario de un poeta loco ")
"Pinta, o más bien contempla las cosas de forma diferente a los demás artistas. Sólo ve lo esencial, y eso es también lo que pinta. Por ello, los cuadros de Munch quedan en general inconclusos, como la gente se complace en decir. Los cuadros, sin embargo, están terminados: son su obra. Una obra de arte está completa cuando el artista ha dicho todo lo que tenía en su corazón ... ".
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