“Su talento era tan natural
como el dibujo que forma el polvillo en un ala de mariposa. Hubo un tiempo en
que él no se entendía a sí mismo como no se entiende la mariposa, y no se daba
cuenta cuando su talento estaba magullado o estropeado. Más tarde tomó
conciencia de sus alas vulneradas y de cómo estaban hechas, y aprendió a pensar
pero no supo ya volar, porque había perdido su amor al vuelo y no sabía hacer
más que recordar los tiempos en que volaba sin esfuerzo”.
Esta frase en la que compara el talento de Scott Fitzgerald con el ala de una mariposa me hizo reflexionar sobre la diferencia que hay entre volar y desplazarse. Al leerla se me disparó la imaginación.
A veces la vida te zarandea y te sientes tan magullada que de pronto, un día, te das cuenta que las alas que antes te servían para hacer piruetas con el viento, ahora apenas te sirven para desplazarte. Una suave melancolía te envuelve, y añoras aquellos tiempos, con la esperanza y la ilusión puestas en volver a esa normalidad tan anormal ahora. Pero no puedes hacer otra cosa. Te desplazas.
Y
añoras. Yo de pronto he recordado cuando multicolores mariposas alborotaban con sus alas este jardín. Ahora algunas
estamos tan maltrechas que simplemente nos desplazamos por él, o ni siquiera nos quedan energía para ello. Quizás vayamos poco a
poco recuperando nuestras alas. Quizás no.
Pero
desde luego hay que intentar remontar el vuelo, o por lo menos hacer alguna pirueta de vez en cuando. Yo me pongo a ello siguiendo
el consejo de Ernest: “El trabajo lo cura casi todo, pensaba yo entonces y lo
pienso ahora”. Qué mejor manera de intentarlo que retomar nuestras lectoras
con arte, que tantas horas de vuelo nos han dado.
Además lo he tenido muy fácil porque en el libro del mes hay varios candidatos de los que poblaban el bohemio París de los años 20. Muchos de ellos acabaron también con las “alas
vulneradas y maltrechas”, incluso el propio Hemingway se suicidó antes de ver publicada esta
obra. Dos de los pintores que salen en las páginas
retrataron en sus lienzos a mujeres lectoras, que este mes son tres. He pensado que las voy a poner a todas, a ver si con tanta flor nos resulta más fácil desplazarnos a las lindas mariposillas con menos esfuerzo.
Al
primero parece que Tatie no le tenía en muchas estima: “Nunca he conocido a
nadie tan repelente”, nos dice, “daba grima mirarle”. Se refería a Wyndham
Lewis, un personaje que, a pesar del retrato que se hace de él en el libro,
parece que fue un hombre fascinante: atractivo, rico, de buena familia...
aunque con un temperamento tan endemoniado que conmocionó los cimientos de la puritana sociedad
victoriana. Escribió una autobiografía que llamó “Estallidos y bombardeos”, y
en ella se definía como: “novelista, pintor, escultor, filósofo, dibujante,
crítico, político, periodista, ensayista, panfletista, todo en uno, como esos
hombres del Renacimiento italiano".
Lewis
nació en 1882 a bordo del yate de su padre, cerca de la costa estadounidense de
Nueva Escocia. En 1893 sus padres se separan y su madre se traslada con él a
Inglaterra. De 1901 a 1909 se estableció en París, y pronto alcanzó cierta
reputación dentro de los movimientos de vanguardia. Regresa a Inglaterra con el
deseo de renovar el arte inglés, y en 1913 fundó junto con Ezra Pound el Rebel
Art Center, y en 1914 difundió a través de la revista Blast un movimiento
llamado “vorticismo”, un estilo de pintura geométrica abstracta, concebido como
reacción al movimiento futurista de los artistas italianos. Durante la I Guerra
Mundial sirvió como artillero. Sus novelas son una burla salvaje a la sociedad
de la época, y como crítico no cesó de atacar a Virginia Woolf, James Joyce,
D.H. Lawrence y William Faulkner. Decía que "Lo cómico es
el resultado de la observación de una cosa que se comporta como una
persona". Durante la II Guerra Mundial residió en Estados Unidos. En 1954
se quedó ciego, y murió en 1957 de un tumor cerebral en el Hospital de
Westminster.
El
otro candidato “era un pintor muy bueno y estaba borracho, de una borrachera
sostenida y deliberada y llena de sentido". "Llevaba el sombrero
hacia atrás, encasquetado en la nuca. Se parecía más a un personaje de revista
de Broadway a fines de siglo, que a un pintor excelente como era, y luego,
cuando se hubo ahorcado, me gustaba recordarle tal como estaba aquella noche en
el Dôme".
Era
Julius Pincas, un pintor búlgaro, hijo de un padre judío sefardí y una madre
serbo-italiana. Adoptó el seudónimo de Jules Pascin después de llegar a París
en 1905, cuando ya era un caricaturista de éxito en Alemania. En 1907 conoció a
la pintora Hermine Lionette Cartan David, y se hicieron amantes. Pascin se
marchó a Estados Unidos en 1914, y ella se reunió con él poco después.
Vivieron allí hasta 1920, escapando de la Primera Guerra Mundial, y se casaron
en el ayuntamiento de Nueva York. Adoptó la ciudadanía estadounidense, pero en Francia
era todo un símbolo de la comunidad artística de Montparnasse.
Tocado
con un sombrero hongo, resultaba una presencia ingeniosa en los bares favoritos
de la bohemia parisina. Destacaban sus dibujos y acuarelas, muchos de ellos retratos femeninos, como los que le hizo a su mujer, Hermine David, y su amante
Lucy Krogh. Tuvo una infancia muy represiva en una familia tradicional judía, y
le obligaron a abandonar a su primera amante por ser mayor que él. Tenía tanta
necesidad de cariño y compañía que organizaba continuos jolgorios para estar
siempre acompañado de amigos, y se ganó el título de Príncipe de
Montparnasse y Príncipe de los tres montes. Quería convertirse en un pintor
serio pero con el tiempo se deprimió profundamente al ser incapaz de lograr un
éxito de crítica. Durante los años 20 pintó sobre todo frágiles "petites filles",
prostitutas esperando a clientes, o modelos esperando a que acabe el posado. Todo el dinero que ganaba vendiendo sus pinturas lo gastaba con rapidez en las numerosas
fiestas que daba en su piso, grandes y escandalosas, o comprando muchas botellas de vino para las fiestas en las que era invitado, o en los picnics
estivales que organizaba a orillas del Marne, con excursiones que duraban toda
la tarde.
Tras
su brillantez se escondía una mente torturada. Era depresivo y alcohólico. Se
suicidó en 1930, con 45 años, en vísperas de una prestigiosa exposición
individual, cortándose las venas de las muñecas y ahorcándose en su estudio de
Montmartre. Sobre la pared dejó un mensaje escrito a su amante, Cecile (Lucy)
Vidil Krohg, con su propia sangre: “Adiós, Lucy”.
Dejó
la mitad de su patrimonio a Lucy y la otra mitad a su esposa, Hermine David.
El
día de su funeral cerraron todas las galerías de París. Miles de conocidos de
la comunidad artística junto a docenas de camareros de los restaurantes y los
salones que frecuentaba, todos vestidos de negro, caminaron detrás de su ataúd
a lo largo de los casi cinco kilómetros desde su estudio en el bulevar de
Clichy, número 36, al cementerio de Saint-Ouen.
Lo que más me ha llamado la atención es la diferencia en los retratos de sus dos mujeres. En esta, la primera, retrata a su mujer leyendo en una sobria habitación. Detrás, una cama con un canotier sobre una colcha
rosa ¿será de él? Ella viste una recatada camisa blanca con un collar negro. Su mirada permanece fija en el papel que tiene entre las manos.
Contrasta bastante con el retrato que le hizo a su amante, Lucy, donde la mesa está llena de cosas. Bajo la mesa se vislumbran sus piernas. Ella viste de forma más "descocada", y su pensativo rostro está pintado con más colorido y una pincelada más suelta. ¿Reflejo de su relación con ella?
Espero que estas tres mujeres lectoras os inspiren y os den alas. Aunque sólo provoquen un leve aleteo, puede ser el principio de algo, y espero de todo corazón que la primavera nos traiga un renacer de multicolores mariposas que alegren este jardín que sin ellas no es el mismo.
9 comentarios:
-¡Salgamos volando, no me quedo aquí ni muerta! ¿Has visto la cara que tiene? ¿Y el crucifijo? ¡Vade retro! ¡Es capaz de aplastarnos en un arrebato y arrojarnos a ese horrible cenicero camuflado en la camilla!
-Ummm...ésta está un poco mejor, pero no acabo de fiarme del todo. Pelín triste, ¿no crees? Demasiada rigidez. Excesiva rectitud. Lo mismo nos admira embelesada, que siente que le robamos protagonismo y nos echa con cajas destempladas.
-¡Mira, esto es lo que estábamos buscando! Calor, color, alegría, desorden… ¡aquí nos dejarán revolotear a gusto!
a queridísima mariposilla:
viéndote en tus intentos me llegan las fuerzas para proponerme los míos, aunque sean tan solo un simple aleteo que me lleve de nuevo a nuestros jardines "olvidados"
Nada de olvidados¡,
Vamos a alzar el vuelo¡,,
Hoy viene a ser como la cuarta vez que espero
desde que sé que no vendrás más nunca.
He vuelto a ser aquel cantar del aguacero
que hizo casi legal su abrazo en tu cintura.
Y tú apareces en mi ventana,
suave y pequeña, con alas blancas.
Yo ni respiro para que duermas
y no te vayas.
Que maneras más curiosas
de recordar tiene uno,
que maneras más curiosas:
hoy recuerdo mariposas
que ayer sólo fueron humo,
mariposas, mariposas
que emergieron de lo oscuro
bailarinas, silenciosas.
Tu tiempo es ahora una mariposa,
navecita blanca, delgada, nerviosa.
Siglos atrás inundaron un segundo
debajo del cielo, encima del mundo
Tu tiempo es ahora una mariposa,
navecita blanca, delgada, nerviosa.
Siglos atrás inundaron un segundo
debajo del cielo, encima del mundo
Así eras tú en aquellas tardes divertidas,
así eras tú de furibunda compañera.
Eras como esos días en que eres la vida
y todo lo que tocas se hace primavera.
Ay, mariposa, tú eres el alma
de los guerreros que aman y cantan,
y eres el nuevo ser que se asoma por mi garganta
Que maneras más curiosas
de recordar tiene uno,
que maneras más curiosas:
hoy recuerdo mariposas
que ayer sólo fueron humo,
mariposas, mariposas
que emergieron de lo oscuro
bailarinas, silenciosas,
Tu tiempo es ahora una mariposa,
navecita blanca, delgada, nerviosa,
Siglos atrás inundaron un segundo
debajo del cielo, encima del mundo.
Tu tiempo es ahora una mariposa,
navecita blanca, delgada, nerviosa,
Siglos atrás inundaron un segundo
debajo del cielo, encima del mundo.
Tu tiempo es ahora una mariposa,
navecita blanca, delgada, nerviosa,
Siglos atrás inundaron un segundo
debajo del cielo, encima del mundo.
Silvio Rodriguez
Porque te enfadas?
La vida no es lo que esperabas?
Te ha dado una bofetada que te ha pillado desprevenida?
No debería haber ido para ti?
Es injusto?
Piensa! Con el golpe te has quedado sin fuerzas?
Tienes miedo de no volver a ser tu?
No te reconoces?
Crees que hay un antes y un después y que nada volverá a ser igual?
Date tiempo, haz tu duelo, se paciente, llorar no te empequeñece, sólo te limpia.
El dolor te ha hecho grande y fuerte.
Pide ayuda, no siempre tienes que ser la pared, busca el puente.
El arte, los libros, tu familia y tus amigos sabemos esperar y estamos deseando volver a bailar, a hacer cuadros con música y risas, excursiones por caminos de lectores, seguir a Saramago por Portugal,meninas de papel e ilusión a ritmo de Miguel Bosé, delantales de los chinos aderezados con carcajadas, bailarinas de Degas locas de remate,, historias, arte, lecturas, todo puede esperar porque sabemos que llegara el momento en el que salgamos de nuevo de esta crisálida y desplegaremos nuestras preciosas alas hoy un poco quebradas pero dispuestas a emprender el vuelo en un mundo lleno de arco iris.
Un arco iris que tu nos enseñaste a valorar cuando no estabas herida y que seguirás mostrándonos cuando te cures.
Cuando llueve las mariposas parece que morimos, pero al salir el sol remontamos con fuerzas renovadas volando hacia la luz
Me quiere. No me quiere. Me quiere, no me quiere. Me...
¡¡AJ!! Deja de arrancarme escamas de mis inconmensurables alas, polilla nocturna, infame y envidiosa, y usa una margarita para tu sondeo de amor.
¿Envidiosa yo, glossata engreída? Avispada, de puntería certera, agudeza única y lectora ocasional. Así soy... entre otras cosas. Y ahora, no interrumpas mi ingrávida concentración, si no te importa. Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...
Queridas mariposillas:
Si yo fuera vosotras habría pensado lo mísmo al ver este retrato que me hizo Percy allá por 1938. Sí, ya sé que no le gustaba que le llamaran Percy pero…¡es que no es para menos!... Os cuento: yo estaba escribiendo “ La Sangre de los Mártires” y estoy con el ceño fruncido porque quería seguir escribiendo el libro y él me había dicho que no iba a haber problemas, ¡ya, ya..., si no soportaba que me moviera! No podía mover ni siquiera levemente la mano. ¡Imaginaos! Iba componiendo la novela en mi cabeza mientras mantenía durante horas la pose. Para más “inri” (nunca mejor dicho) puso un crucifijo detrás de mí, algo así como una broma, en referencia al título de mi libro. Él sabía que yo no quería ese crucifijo, aunque ahora, pasado el tiempo, creo que tal vez él supiera más de mí que yo mísma.
¡Ay, mi querida Hermine! Te imagino tranquila, serena, en tu rincón del Odessa o en cualquier otro, “leyendo con arte”. ¡Cómo te envidio! Pasan las horas, los días, y aquí me tienes, absorta, enmimismada! Intentando no pensar para disimularme mi desasosiego. ¡Ya ves! Por más que Jules se empeñe ya no hay flores suficientes...; cada vez son mayores nuestras disputas...¡vamos a acabar mal!
Sí, querida, aquí disfruto como antaño, y como siempre. Leo a nuestro querido Ezra y curiosamente me acuerdo de tí.
"Querría bañarme en extrañeza:
estas comodidades amontonadas encima de mí,
me asfixian!
¡Me quemo, ardo en deseos de algo nuevo,
amigos nuevos, caras nuevas y lugares!
Oh, estar lejos de todo esto,
esto que es todo lo que quise...salvo lo nuevo".
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