Cinco gatos, noche heladora, mesa
demasiado grande, rostros ¿invernales?, ¿tristes?, ¿cansados?... ¿Todo eso y
nada?
¿Cinco gatos? No, seis (gatas) para ser
exactas: Marga, Adela, María del Mar, Ángela, Elena y Pilar. ¿Ni siquiera la
organizadora de la cena de este mes, a la sazón blogmaster del mundo mundial?
Llamada telefónica inmediata. ¿Que estás con gripe? ¿Que hace días que no vas a
trabajar, criatura? ¿Que te arreglaste pero tuviste que desarreglarte de nuevo
porque la tos te ahogaba? ¿Qué la familia casi te agarra de la yugular para que
no salieras? ¿Que estás en la cama y con pijama? ¿Que en lugar de una cena rica
e intelectual prefieres el Paracetamol y el Dalsy? Oye, pues no te nos vayas tú
a agobiar amiga nuestra: aquí yo te escribo el guión de la cena y ya tú, cual
Doctorow pero a la salsa alioli y castañuelas, le das forma a lo que va a ser
la noche y santas pascuas. Considerando que la cena a punto de comenzar, en
nada se podrá comparar con la macabra y larguísima existencia de los hermanos
Collyer, la cosa está ¿chupada? Ay que no que no. Que yo cómo voy a hacer eso
si no estoy ahí sino aquí con la manta eléctrica. Que no hija no. Que yo no
puedo escribir el acta si no estoy… Respira, respira, que no se puede hablar
sin poner comas a la vida de vez en cuando y menos aún cuando la gripe (y no
española) te tiene bajo arresto domiciliario.
Si no hay mal que por bien no venga. ¿O
es que alguna vez alguna de nosotras, presentes o ausentes, osó hablar del
compañero y sin embargo amigo de la que tuvo que ser escribidora del acta del
mes de enero? La culpa no fue del morbo ni del cotilleo barato, y menos del cha
cha cha, sino de un accidente de bicicleta que salió a cuento, de un encuentro
casual con la bella sobrina que nos atisbó desde el escaparate del restaurante y de unas puñeteras gambas que se empecinaban
en esconderse en un carpaccio extra
plano camuflado entre un fondo negro y una salsa rosa que se repetiría en sucesivos
platos como si estuviéramos celebrando el día del Orgullo Gay en lugar de
nuestra cena Hoy Libro. Ay, no hijas no. De esto no contamos ni mú, que aquí
sólo se reproduce lo literario. Lo mundano queda para la intimidad de una cena.
Seis, pero podíamos haber sido
perfectamente cuatro. ¿O acaso Adela y Ángela no se habían ventilado a los
Collyer ya en los quince minutos que duró el trayecto hasta el restaurante?
Mucho tiempo fue ese pues les sobraron minutos y minutos para rajar de exes,
niños, Zara… Menos mal que las chiquillas son sociables, solidarias y atentas
y, puestas a rajar, no les importó compartir y repetir y ampliar sus sensaciones
literarias con el diminuto resto presente. ¡¡Qué pocas éramos y que corriente
de cojera nos entraba por todos los flancos!!
La noche fría, la mesa desbordante de
ausencias. Cómo os echamos de menos. Qué mala es la gripe y qué lejos están
Cádiz y Coruña… y Santa Clara. ¿¡Que ya he dicho que éramos pocas!? ¿Qué no me repita? ¡Y qué puedo hacer si soy
asquerosamente sentimental!
La novela a comentar dura, muy dura, la
comida de diseño, en proceso de experimentación o eso parecía transmitir el
camarero con tanta preguntita degustativa. Con este panorama, ¿no es perdonable
que las presentes aprovecharan cualquier excusa para dispersarse? ¿Necesitan las
presentes, y las ausentes, motivos para dispersarse? ¿Acaso no posee este grupo
la capacidad innata de pasar de lo intelectual a lo frívolo en microcentésimas
de segundo sin despeinarse? ¿Por qué se coló en la conversación el del
accidente en la bici, bautizado Eliseo, y la cocina del hotel El Pato … (la que quiera
saber el color del pato que pregunte a Adela) de Punta Umbría donde los mocos salían
de las fosas nasales del cocinero para acabar donde no debían? ¿Es la culpa
nuestra o de Chicote y su programa Pesadilla en la Cocina que te hace
cuestionarse más profundamente en qué condiciones está lo que se nos sirve en
los restaurantes que los trillones de basura en los que enterraron su vida esos
pobres hermanos? Y yo qué sé. Quizás sea simplemente una forma de entrar en
calor, de despertar una sonrisa al frío de afuera y de adentro.
Pero Adela, ¿no tuviste bastante con lo
que te explayaste en el coche, que te lanzas al ruedo del debate la primera?
¿Será que necesita la chiquilla escupir que le ha angustiado la novela de
Doctorow? Angustia provocada por el hecho de saber que está basada en un hecho
real; angustia que va aumentando a medida que el deterioro de los hermanos se
hace insostenible. Ha aguantado porque la novela es buena, que si no…
A Ángela, que os recuerdo fue su
compañera de parloteo en el coche camino de la reunión, le angustió también,
pero al final. Menos mal. Marga, sin embargo, no cree que el autor haya
desarrollado la historia de los hermanos de un modo angustioso, mientras Elena
escucha atenta. Más no puede hacer la pobre, pues afirma y repite varias veces que
no ha leído la novela. Honrada la muchacha que es otra y pone cara de póquer y
tira millas. ¡Anda que no la animamos toda la noche para que la leyera a pesar
de los comentarios “angustiosos/angustiantes” que allí se vertían! No sé cómo
no terminó mandándonos a hacer puñetas.
Margarita, que cuando se pone a argumentar,
argumenta, amplió su inicial comentario afirmando que el autor rehúye de dar
una imagen de angustia; evita caer en el tópico. ¿Usó María del Mar el verbo
angustiar? Pues sí, y varias veces porque la novela en sí la ha angustiado.
Pues no veas cuando muere Langley, y Homer se queda esperando su sustento en su
sillita de ruedas hasta morir de inanición, añade Ángela, acompañado el comentario
de un ¡Uy! ¡Uy! ¡Uy! ¡Uy! colectivo que sonó como si un golpe de viento se
colara por las rendijas usurpadoras de las ausencias.
A Mar se le ha caído la novela cuando
entran los ocupas en la casa de los hermanos, lo que da pie a una larga discusión
entre las que opinamos que viven y están de espaldas a la sociedad y las que creen lo
contrario.
Pilar lee una entrevista realizada a
Doctorow donde, entre otras cosas, afirma:
“Todo salió de la primera línea. Un día me
senté y escribí: soy Homer, el hermano ciego; resultaba tan evocador… …Sí, he
distorsionado datos. De hecho, el músico era Langley y no Homer, éste era el
hermano mayor en realidad, murieron en 1947 y no vivían en la Quinta Avenida
pero yo quería situarlos ahí frente al Central Park… …Yo no me documento.
Escribo a raíz de un acontecimiento… …En la vida real, los hermanos Collyer
fueron una especie de folclore instantáneo, la gente venía a ver su casa como
si fueran un circo… … Hace unos siete
años salió un artículo donde se decía que los Collyer no tuvieron herederos,
así que la ciudad se apoderó de la casa, luego se opusieron a que se pusiera un
parque donde estaba la casa y se le bautizara con su nombre. Llevaban cincuenta
años muertos y aún molestaban… …El folclore es previo al mito y los hermanos
tenían estatus mitológico en mi imaginación. Creo en la ficción como sistema de
conocimiento.
Varias
comentan cuando llega a la casa el nieto músico de la criada y la reflexión que
de él hace el autor; del hecho real de vivir, malvivir, sobrevivir, vivir de
otro modo o como queramos llamar a acumular basura y más basura, lo que da pie
a Adela, que está repleta de anécdotas ejemplificadoras esta noche (recordad el
comentario del cocinero en El Pato…) a contarnos la historia de dos hermanas de
Huelva, casada una de ellas con un …(obviamos la nacionalidad para no dar
pistas) y otra soltera, que convirtieron su casa en un basurero.
La Margui,
que está en todo, nos informa de que a la blogmaster-griposa-ausente le gustó
mucho la novela, por aquello del amor filial. Nos cuestionamos algunas si se
trataba de amor filial o dependencia patológica. A todas las presentes nos ha
parecido excelente la traducción.
Llegan los
postres, deliciosos por cierto, y la mesa se parte en dos: por un lado, Ángela,
María del Mar y Elena, y por otro Marga y Adela. La que escribe, ni en un
grupito ni en otro, sino tomando notas como persona responsable que es. Eso sí,
amenizada por el silbido agradecido que sale del móvil de Adela, cuyo hijo
mantiene cual secreto de Estado su sistema, usos y horarios de estudio
universitario en bibliotecas que acogen sus desvelos nocturnos.
El tiempo
pasa, la noche acaba, los postres desaparecen de las bandejas, la muñeca
descansa, ponemos propuestas de libros sobre la mesa, votamos. Ganador por
mayoría, “París era una fiesta”, de Hemingway. ¡Pobre Calderón de la Barca al
que se le hizo la cama para que no saliera!
Próxima
cena: 20 de Febrero.
Organizadora:
Pilar
Trae invitad@:
Cristina
Cierre de
cuaderno de actas, bolígrafo al bolsillo. Misión cumplida.
¿Pagamos del
fondo? ¿Pues no somos cuatro gatos? ¿Que son once euros con cincuenta por
cabeza, querida tesorera? ¿Qué a las otras no les va a importar?... Parole,
parole, parole. Teatro, teatrito, teatro pues al final pagamos cada una lo
nuestro porque somos honestas, integras, guapas, inteligentes. ¿Inteligentes?
¿María del Mar es inteligente después de
haber dejado el vicio del fumeteo y volver
a la carga? En soledad ha tenido que salir a fumar la pobre mía esta fría cena
de Enero, fumadoras desalmadas que la habéis dejado tirada como una colilla.
¿Colilla escribo? Colilla la que lleva
pegada a los labios como una prolongación del rostro el taxista que me coge
después de haberme besoteado con las chicas. Colilla que hacía triple salto
mortal en una boca que no paró de hablar en todo el trayecto. Una boca
enmarcada en una cabeza privilegiada para la orientación. O así me dijo su
dueño sin preguntarle, atendiendo a un estudio de la Universidad De No Sé Dónde
que afirma rotundo que el sentido de la orientación en la hipófisis de los
taxistas, está tres veces más desarrollada que la de cualquier otro mortal, ya
sea fontanero o presidente del Banco Mundial, disfrutando de una imagen
tridimensional, un sentido geostático de
las cosas.
Subí boquiabierta
y con pesar el ascensor de mi casa,
mientras cerraba mi cartera y sacaba las llaves; pesar pues tuve que indicarle
dónde estaba exactamente mi calle después de aclararle dónde estaban a su vez las adyacentes. No sé qué me pasa que
me lío con algunas direcciones: por ejemplo, si un cliente me pide que le lleve
a Campo de Soria, no sé por qué pero siempre tiro pa Campo de los Mártires, que
está en la otra punta de Sevilla. Es que claro esta Sevilla es tan grande…
Sí, eso debe
ser, que Sevilla es muy grande y mi grupito de Hoy Libro de esta noche muy
chico, pensé; y mi sentido geostático, es más ¿tendré yo sentido geostático? ¿Habrá perdido el mundo su sentido geostático?... Pero, digo yo, ¿qué coño significa “geostático”?... ¿Tendrían los hermanos Cullyer sentido geostático?
Firmado: La
mano que mece la pluma.
(Se recomienda no hacer caso a lo que dice el “publicado por” al final de esta entrada)
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MAL: 9
3 comentarios:
Boquiabierta me he quedado yo. Un placer leerte. Te propondré para el próximo mes.
Vamos! ¡y querías tú que escribiese yo el acta estando ausente y griposa! ¿cómo iba yo a pillar por unas notitas esos matices gastro-humanos-literarios tan bien detallados por ti? ¿a que tenía yo razón al negarme?
Bueno. Me ha encantado, como todo lo que tú haces.
Ya sabes que me levanté del lecho del dolor después de tres días, y me duché, y me vestí lo más mona que pude... quería ser la séptima gata a toda costa. Pero mis niñas me dijeron, al verme toser por los pasillos, con unas ojeras que me llegaban al ombligo: "pero mamaaaaa, ¿vas a salir así? ¡que hoy libro no es obligatoriooooo!". Esa frase me hizo frenar en seco. ¿qué estás haciendo, criaturita, si hasta hace media hora tenías fiebre? ¿Quién es la más madura de mi casa?...
Así que volví a colocarme el pijama, y a pegar tiritones tirada en el sofá, abrigadita con una manta que no era suficiente, con los klinex repartidos por los cuatro puntos cardinales...
Pero ahora, con tus palabras, es como si hubiera estado allí, cotilleando con vosotras (¿cuando yo no estoy cotilleáis más, o es que se me hace más largo?), y he escuchado vuestros comentarios como si estuviera a tu vera, y he visto lo mona que va siempre mi sobrina (bueno, la de Eli), y a la Marga argumentando, y a tí geostática perdida de vuelta a casa...
¡ole, mi niña, qué bien mece la pluma!
Qué acta más entretenida, desde luego en la tercera línea supe quién era la pluma, magnífica, y a medida que leía se confirmaba la intuición. ¡¡Creo que deberíamos nombrarte hacedora oficial de todas las actas!!
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