¿Cuándo comienza una cena? ¿Cuando se coge el
tenedor y el cuchillo? ¿Cuando se planifica? ¿Cuando alguien que no eres tú te
habla de ella?
Estaba yo almorzando en Perro Viejo, el lugar
donde nos reunimos hace unos meses, cuando una de las camareras me preguntó cómo
iban las lecturas. ¡Ay! ¡Hola Fátima! No me acordaba que tú nos serviste
aquella cena. Muy bien, gracias. Casualmente tenemos la reunión esta noche. ¿Ah,
sí? ¿Qué libro habéis leído? Le conté, y ella me contó, mientras ponía los
postres sobre la mesa, lo importante que eran para ella los libros a los que su
padre la aficionó desde pequeña. No importa lo cansada que llegue a casa por las
noches de bregar con bandejas, platos, cucharas, clientes, que necesito abrir un libro antes de apagar la luz. ¡Cuánto había disfrutado viéndonos
charlar en torno a un libro! Os recuerdo con frecuencia, me dijo al despedirnos.
Pues vente a la próxima, te invito. Mañana te llamo, te digo la novela elegida, la lees, cambias el turno con algún compañero si te toca esa noche trabajar y punto. Aceptó encantada.
Hojaldre
de foie oloroso y frutos secos
Ensalada
templada de langostinos y bacon
Mini
hamburguesa de buey
Taquitos
de salmón ahumado
Tataki
de atún
Anchoas
imperiales, tosta y tomate natural
Ese fue nuestro menú hace un par de noches en
el Vidal de la calle Canalejas, 2, en pleno centro de Sevilla. Lo sólido, lo
liquido, ya os podéis imaginar: agua para la abstemia que escribe; cervecitas, vino blanco o tinto que mi retina no retuvo para el resto.
Elena, Rocío, Margarita, María del Mar y yo. Cinco. Ángela
se borró de la lista unas horas antes por culpa de uno de los dos dedos gordos del
pie que tiene, sobre el que cayó en picado una caja indeseable causándole una
artrosis post traumática. Uno de esos accidentes con nombre rimbombante que a los
treinta son meras anécdotas sin nombre y que ahora te postran inmovilizada en
un sillón donde has de encontrar postura para no terminar, además, con contracturas varias y hundimiento de coxis. Ánimo, Ángela. Aprovecha para disfrutar de tu casa nueva y escrutar
los rincones que te irán comunicando necesidades estéticas. Más
prosaica ha sido la ausencia de Adela quien canceló poco antes por motivos de trabajo. Se
os echó de menos a TODAS.
Cenamos en torno a Lancha Rápida, de Renata
Adler, culpable de que se pospusiera el encuentro una semana por aquello de que,
sin necesidad de decirlo, estaba resultando una lectura ligeramente indigesta.
Como diría un sevillano de pro, tó pa ná. Y es que no nos gustó a ninguna muy a
pesar de las críticas sublimes que esta novela renacida tiene en diferentes
medios escritos. Así, Marga después de leer cuarenta páginas se la pasó a María
del Mar por aquello de que compartir es ser feliz. ¿O fue al revés y fue María
del Mar quien después de leer cien páginas y pensar no vayas a la cena que te
van a caer collejas por todos lados, se la pasó a Marga que sólo consiguió leer
cuarenta? Sea como fuere, ninguna de las
dos pudo con tanta lancha.
Rocío, usa la palabra IMPOSIBLE para definir
la novela, añadiendo a continuación que si es un libro de culto para
intelectuales, estupendo, si bien, para ella, se trata simplemente del diario de una niña
pija. Obvio decir que tal definición nos hizo sentirnos absolutamente
identificadas con la de Huelva.
Elena, que había sido quien propuso la
novela, ni siquiera la compró. Prefirió coger un avión con su familia la
semana de Feria e irse a Nueva York, a ver si, por casualidad, encontraba alguna estela lejana de
cualquiera de las historias que narra la autora.
Yo, pobre de mi, llegué a la reunión con la
casi certeza de que mis neuronas lectoras estaban cayendo en franca decadencia,
después de comprobar que la novela no sólo no consiguió engancharme, sino que
cada vez que la abría, me recorría un resquemor amenazador que a punto estuvo
de sacarme un zarpullido neuronal. Resulta confuso leer críticas tan unánimes de una novela cuando tú
tienes urgencia de cerrarla para siempre.
Así, Lancha Rápida se fue hundiendo sin
remedio en el mar de nuestra indiferencia a la par que Nueva York, Portugal, el
modo de suicidarse las tortugas, hijos –resalto la frase de Elena de los hijos no son nuestros… añado yo, sino
de la vida, como leí una vez no sé dónde- adolescencias, enamoramientos juveniles, Roterdam, Isla de Jersey, paso del tiempo inevitable pero jodido, y otros paisajes y menudencias de la vida, fueron
llenando el espacio hasta que pagamos y nos fuimos.
Pena que olvidamos hacernos una foto para que
las que andáis por los Nortes y los Sures, los Estes y los Oestes vierais lo absurdamente que nos quejamos a la vista de
nuestra palmaria y perenne belleza. Os tendréis que conformar con este Acta de
la cena de Abril que se celebró el 6 de Mayo por culpa de una lectura que se
nos atragantó desde el minuto menos uno y que escribo pensando en vosotras.
Un beso a todas. Cuidaos y acordaros de que
estamos aquí, donde siempre, deseando compartir.
2 comentarios:
Cómo me gusta entrar de nuevo en el blog después de tanto tiempo. Confío en que este parón simplemente signifique que estamos cogiendo fuerzas para volver con mucha energía.
Gracias, Pilar. Espero con ilusión la próxima cena con Fátima.
Muchísimas gracias Pilar por llevarme a Casa Vidal.
Me ha encantado lo que nos cuentas de Fatima
Un abrazo lleno de agradecimiento desde el Norte
Publicar un comentario