CENA DE ABRIL 2013
con
Una mujer en la oscuridad
de Dashiell Hammett
en La imprenta
Asisten María Sur, Mª
Mar, Cristina, Elena, Marga y Rocío.
Bonita tarde
de primavera que comenzamos con una visita al Centro de Documentación de las
Artes Escénicas. Mª Jesús Bajo nos hace de guía y nos muestra la biblioteca y
el resto del centro, incluidos unos preciosos bocetos de vestuario de obras de
teatro. El centro está ubicado en la antigua iglesia de Santa Lucía lo que lo
convierte en un lugar muy especial. De regalo una estupenda y breve obra de
teatro (teatro mínimo), Culto a la abundancia, texto de Javier Berger,
dirección de Jorge Dubarry e interpretada por Mª José Castañeda.
Finalizada la
precena emprendemos el camino al misterioso lugar, aunque alguna con las pistas
parecía que ya había estado allí. Nos adentramos en el intrincado laberinto de
calles, atravesamos el cardo maximus y pronto llegamos a término.
Entramos en un portal que desemboca en un patio-jardín acogedor y agradable que
nos estaba esperando. La imprenta es un lugar especial que debe su
nombre a la anterior actividad, hoy es una asociación donde se hacen
presentaciones de libros, exposiciones... pero sobre todo donde se está muy
bien. Ricardo nos recibe y nos cuenta sus pedacitos de historia.
Una
mujer en la oscuridad. Después de una breve discusión sobre la escritura y
el arte de escribir, los escritores imaginativos y narrativos, Hemingway y
Capote, volvemos a Hammett. Aunque se le reconoce una buena narración en general
da la sensación de que estaba pensando en una película, es un libro muy
cinematográfico, evoca directamente las pelis en blanco y negro de Bogart y
Bacall. Se deja ver a un gran maestro de la escritura del género negro pero los
personajes desconciertan un poco, los matones son muy matones, el perro ¿de
quién era?, al médico no se le entiende, la relación entre Evelyn y Brazil...
Presenta personajes tipo, pero cumple la premisa de la novela negra de
perdedores con un punto de héroes. Es la única novela de Hammett con
final de amor feliz, no es la mejor de Hammett pero coincidimos en que merece
la pena leerlo más.
La
cena. El pescado riquísimo, el queso de lujo, ¿el barça ha perdido?. Ricardo
nos fue ofreciendo las viandas con una devoción que las hacía exquisitas antes
de probarlas: “una caña de lomo de Fuenteheridos, prieta, en su punto, ahííí”.
Gracias Ricardo por tu trato y hospitalidad.
Esto
degenera, hablamos de lavaderos y de globos aerostáticos, ¡ay, ay, ay!.
Derrumbando imágenes sale mal parado el género masculino ¿¡nuestros amigos!?,
¿quién hace la compra? ¿quién debe hacerla? ¡qué dura la convivencia!
Volveremos a La imprenta.
5 comentarios:
¡¡¡Esta Rocío cómo mola, se merece una ola...ahhh!!! Genial el sitio, la precena y el misterio de la convocatoria.
Una pena que, bajo mi punto de vista, el libro no estuviera a la altura.
Ahora ya que puedo explayarme porque quedó desvelado el secreto, le diré a Pilar que la tal imprenta no es otra que la de nuestro querido y recordado Manuel Álvarez Fijo, y que entre tipografías centenarias y el frescor de las plantas que quizás vieron sus juegos infantiles pasamos una noche estupenda, digna de repetir. Es mejor no faltar a estas cenas, porque siempre son enriquecedoras. Otra ola para la organizadora, por sus desvelos preparatorios y por el acta.
Yo, me vais a perdonar, pero he vivido dos actas. Lujo de los lujos. Sorpresa inesperada, como son las sorpresas… Y, si me permito un desliz emotivo aquí en público, me alegro de no haber podido ir. Así de honesta.
Envidio la facilidad del que llora fácilmente porque tal vez no conoce la congoja. Perdí a mi amigo Manolo hace ya el tiempo suficientemente como para haberle llorado muchas veces. Llorado por fuera, porque por dentro lo lloro mucho. Él fue quien me bautizó como Pililebe –tantas veces usado por vosotras, quizás sin saber de dónde venía- y nunca más lo he podido volver a escribir o verbalizar porque me acongoja. Y es que yo me acongojo, me acongoja su ausencia pero no lloro porque su muerte llegó de repente y es como si aún no lo creyera.
Caminando de vuelta a casa el domingo, paró a mi lado un Honda Civic, sucio de tanto uso e, imagino, de mucha calle. Dentro, la organizadora de esta última cena. Dicharachera, parlanchina, agradable, deseosa de contarme de la cena, del lugar… De Manolo, porque, todo lo que contaba tenía para mi el nombre de Manolo. ¡¡Cuántas historias le escuché a mi amigo de esa imprenta, de su infancia, de su padre, de su barrio, de su vida!! Y me alegré de no haber podido ir a la cena porque creo que no hubiera podido quedarme con vosotras. Porque me habría llegado todo el llanto retenido después de la congoja que sube cada vez que le recuerdo.
Gracias, Rocío por contarme dos veces esa cena. Gracias por haber descubierto un sitio que visitaré en cuanto pueda.
Muy bien Rocío¡
Qué agradecidas sois, queridas, así da gusto. La verdad es que el sitio nos oferció una estancia y unas sensaciones muy muy agradables. Habrá que repetirlo.
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