El vino de la soledad, de Irène Némirovsky (ed. Salamandra)
"El vino de la soledad" (publicada en 1935) narra el destino de una acaudalada familia rusa refugiada en París, y detalla la revancha de una muchacha contra su madre, tema que la autora ya había tratado en esa pequeña maravilla literaria que es "El baile". Con una visión lúcida y corrosiva, la novela sigue a la pequeña Elena desde los ocho años hasta su mayoría de edad, desde Ucrania hasta San Petersburgo, Finlandia y finalmente París, donde la familia se muda después del estallido de la revolución rusa, en un trayecto paralelo al que realizó la propia Némirovsky.
La madre de Elena, una mujer hermosa y veleidosa de origen noble, menosprecia a su marido, un rico judío, y a su hija. Tras el fallecimiento de la gobernanta, la vida de la niña se hace aún más complicada, pues su madre acomoda en la casa a su amante, un primo quince años menor que ella. Sin embargo, el transcurrir del tiempo convierte a Elena en una joven muy bella, y el día en que se da cuenta que atrae al amante de su madre, comprende que ha llegado el momento de desquitarse.
Irène Némirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942) recibió una educación exquisita, aunque tuvo una niñez desdichada y solitaria. Tras escapar de la revolución bolchevique, su familia se mudó a París en 1919, donde Irène consiguió la licenciatura de Letras en la Sorbona. En 1929 mandó su primera novela, "David Golder", a la editorial Grasset, dando comienzo a una brillante carrera literaria que la llevaría a ser considerada como una de las grandes escritoras de Francia. Pero la Segunda Guerra Mundial señaló trágicamente su destino. Deportada a Auschwitz, donde sería asesinada junto con su marido, Michel Epstein, dejó a sus dos hijas una maleta que éstas conservaron durante años. En ella estaba guardado el manuscrito de "Suite francesa", cuya publicación en 2004 desencadenó un fenómeno editorial y cultural sin precedentes.
domingo, 1 de abril de 2012
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2 comentarios:
Me encanta... hablando de casualidades, este libro fue uno de los que se propusieron en la última cena y aunque no ganó, se quedó en "boxes" para una futura cena.
un beso a todas
Como verás, Bea, esta vez no queremos correr riesgos y, tras nuestro desfortunado paseo por arenas movedizas, volvemos a tierra firme. Nos lo merecemos.
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