lunes, 21 de noviembre de 2011

De bufona a bufona

Estaba yo enfrascada en el ojo de la gallina cuando me intrigó este párrafo:
“…y el muchacho, ¿a quién se le parece? –preguntó Gerardo-


Antonio no quería jugar a costa del muchacho, sin embargo Gerardo insistió. (…) y el conserje lo miró con una sonrisa y dijo por fin que se parecía a La Monstrua de Carreño. Gerardo soltó una carcajada y afirmó que era cierto, que le faltaban los kilos, porque la Monstrua era el doble de él, que le faltaba pelo también, pero en la cara, en la estatura y las manos pequeñas verdaderamente se parecía. Entonces siguiendo la broma quiso saber si le encontraba mayor parecido a la Monstrua vestida o a la desnuda...” (pág. 81)
Vosotras ya conocéis mi insaciable curiosidad científica, así que entenderéis los motivos por los que sentí un irrefrenable deseo de saber qué pinta tenía nuestro protagonista ecuatoriano. Y me fui corriendo al Museo del Prado virtual en busca de unos cuadros de títulos tan extraños... La Monstrua de Carreño -vestida y desnuda-. ¡Qué mala leche tienen estos dos con el pobre chiquillo! -me dije a mi misma en cuanto descubrí el cuadro al que se referían-.

No sé si vuestra curiosidad también os habrá llevado al mismo sitio que a mi, pero lo pongo a debate, a ver si pensáis como yo.


La Monstrua vestida y desnuda (Eugenia Martínez Vallejo)
Óleo sobre lienzo. 165 x 108 cm. Museo del Prado. Madrid.

Eugenia Martínez Vallejo era una de las personas con defectos físicos o psíquicos que formaban una pequeña corte alrededor de los infantes de España. Cuando Eugenia tenía seis años, sus padres decidieron que dado el aspecto monstruoso que su hija iba tomando, lo mejor sería presentarla al Rey Carlos II, sabedores de lo aficionados que eran los Austrias a rodearse de enanos, bufones y tarados.

El rey quedó impresionado con Eugenia y la hizo retratar por su pintor de cámara, Carreño, tanto vestida como desnuda.

Distraía las fiestas que se hacían en palacio, juntándola con los enanos Macarelli, Michol y Nicolasito (¿Pertusato?) y otros bufones de la Corte.

Pronto se hizo famosa en Madrid su "monstruosidad" y el cronista de la época Juan Cabezas escribió de ella: “La cabeza, rostro y cuello y demás facciones suyas son del tamaño de dos cabezas de hombre, su vientre es tan descomunal como el de la mayor mujer del mundo a punto de parir. Los muslos son en tan gran manera gruesos y poblados de carnes que se confunden y hacen imperceptible a la vista su naturaleza vergonzosa. Las piernas son poco menos que el muslo de un hombre, tan llenas de roscas ellas y los muslos caen unos sobre otros, con pasmosa monstruosidad y aunque los pies son a proporción del edificio de carne que sustentan, pues son casi como los de un hombre, sin embargo se mueve y anda con trabajo, por lo desmesurado de la grandeza de su cuerpo”.

Ya sabemos que a los bufones (una crueldad más) se le conocían por apodos. A Mari Bárbola la conocimos cuando desmenuzamos las Meninas, y a Nicolasito Pertusato también. A Eugenia la llamaban La Monstrua.

Estos bufones jugaban en palacio un papel extraordinariamente valioso. Acompañaban a los infantes, porque tenían más o menos su estatura, les daba confianza como niños que eran. Pero su edad proporcionaba a los jóvenes príncipes ese profesor continuo o esa dama de confianza que aseguraba su cuidado constante, además de su diversión. Con frecuencia los infantes, al hacerse adultos, conservaban junto a ellos a estos amigos de infancia, como Isabel Clara Eugenia, la hija de Felipe II, que se retrató frecuentemente con su bufona particular y que lloró como nadie su muerte.

Este retrato fue realizado por uno de los más estimados pintores del rey, Juan Carreño de Miranda, que la tomó como modelo varias veces. Carreño retrató la vida de la Corte de Carlos II como ningún otro pintor había hecho, mostrando la debilidad de ese rey al que llamaban "hechizado". Tanto el tema, el empleo de seres humanos diferentes, pintorescos, como la realización pictórica de la obra nos hablan del Barroco, una época sensual y colorista, en la cual lo extraño era singularmente apreciados.

1 comentario:

Marga dijo...

También sentí curiosidad por la Monstrua, sobre todo por ver si tenía algún parecido con el Demetrio que yo me había imaginado.Después de ver los cuadros creo que no se trataba más que de una broma cruel.