No hace falta haber conocido a alguien para sentir su muerte. Porque todas las muertes son iguales. Todas son muerte. ¡Y la muerte es ausencia de tanto! Se va el que muere y con él lo que pudo haber sido y ya no será jamás.
Lolo Pavón deja tres hijos, tres niños cuya infancia ya no será la misma. Su juventud tomará derroteros inundados de orfandad, su madurez vivirá entre la supervivencia y la nostalgia y la vejez muy probablemente será una identificación con aquel que se fue hace tantos años: el padre. El pilar que dejó la casa de sus vidas coja para siempre.
Decía su amiga Cristina esta mañana que hay diferentes tipos de padres: los normales, los anodinos, los buenos, los geniales. “Y Lolo estaba lleno de genialidades”. Quizás haya tenido la genialidad de dejar desparramado en los rincones retazos que les sirvan a esos niños para arañar a lo imposible las certezas y a la soledad cierto grado de empatía.
¡Qué pena morir tan joven cuando tienes una vida por delante!
Esperemos que sus niños sientan la mano invisible de su padre aferrada a las suyas de por vida.
Yo también lo siento aunque no le haya conocido

Yo también lo siento. Un beso muy cariñoso Cristina.
ResponderEliminarTe veo rota y sin remedio pongo mi tristeza en este haiku.
ResponderEliminarGrises y negros
En lienzo de colores
Son hoy tus lágrimas
Gracias a todas. Hoy sólo me salen dos palabras que detesto decir: Adiós, amigo.
ResponderEliminarUn abrazo cálido, Cristina. Siento mucho tu dolor.
ResponderEliminarSiento tu dolor.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
Detesto que una vida joven y llena de proyectos desaparezca. Te acompaño con un fuerte abrazo virtual, reviviendo mis propias pérdidas. Que su recuerdo llegue a ser un lugar cálido en el que perderse.
ResponderEliminarMe encanta tu frase, Maite. Se la he prestado a unos cuantos amigos que lo están pasando igual que yo. Gracias
ResponderEliminarOjalá pudiera hacer mío tu dolor, para aliviar tu corazón aunque sólo fuera un instante. Un fuerte abrazo
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